COMO NO MORIR EN EL PICO DE ORIZABA, MÉXICO

 


Las vías de ascenso de este volcán, igual la del norte como la del sur, no tienen, en rigor, problema de escalada. Son laderas sin interrupción, lisas, monótonas y, sin embargo la del norte tiene un historial de  no pocas tragedias. De vez en cuando, en algún estío de mucho calor, la nieve se funde y deja ver cadáveres de alpinistas que llevan allí hasta medio siglo.

 Se asciende y se baja, a lo largo y por el centro del glaciar Jamapa, en su último tramo superior, que es el frecuentado por los alpinistas. El que va del refugio de Piedra Grande,  hasta la cumbre borde o labio de la  boca del volcán. Es precisamente la ruta de los aludes y su fondo, como corresponde a un glaciar, está estructurado de grietas. En otras palabras, de manera inconsciente, se sube y se baja caminando encima de una trampa mortal. Todos saben que allí hay grietas pero como decir, sin mayor cuidado, sí y qué, en el cielo también hay nubes…




cara norte, glaciar Jamapa. 

La línea interrumpida señala  su víá clásica

El alpinismo es de estudio del terreno y su consecuente planeación, ya para ir por la vía más accesible o de manera premeditada por la más difícil. Pero ir a la montaña de altura como ir aun pic nic suele dar dolores de cabeza.


Albergue de Piedra Grande


La norte se trata de esas laderas  fáciles donde mueren más alpinistas que en las escaladas de mucha dificultad. Pero es la clásica, es decir, la ruta por donde todos suben y bajan, tanto los grupos con guías profesionales como los sin guías.


Esta foto, arriba de los cinco mil, muestra un tramo de la ruta clásica, lisa, monótona y al parecer sin obstáculo a la vista...Tanto que los alpinistas ni siquiera van encordados...

Foto de Armando Altamira 


La estructura de un glaciar sus masas de hielo contienen grietas que en el centro de su línea horizontal que se curvan hacia abajo Y allí es precisamente en donde las grietas son más profundas.




Las cordadas suben por el centro del glaciar: B-B-B





El conocimiento de esta estructura aconseja precisamente evitar caminar por el centro del glaciar. Lo apropiado es, en consecuencia, subir o bajar en las orillas del glaciar en donde las grietas tiene la menor profundidad.

En el caso del Pico de Orizaba la orilla del lado este, es la de menos riesgo. La orilla opuesta, la del oeste, se conecta con todo un amplio campo de grietas del último tercio de es ladera que es preciso evitar

El glaciar Jamapa es considerada la ruta clásica va de la cota  cinco mil a sus casi  cinco mil setecientos. Este tramo de setecientos de ladera blanca lisa, sin obstáculos, llana, de perspectiva monótona, es donde desaparecen las cordadas tragadas por alguna grieta  oculta, cubierta, de una capa de nieve reciente.

Mexicanos, japoneses franceses, etc. han permanecido meses, y hasta años sin poder ser localizados. Estamos hablando de una montaña con buen tiempo y bajo plena luz solar.

Cuando hay niebla, cae la nieve y el mal tiempo se generaliza en la región durante días, esa montaña requiere de los alpinistas  dos condiciones para salir bien librados: Estar familiarizado con la estructura de al montaña: qué hay en el sur, en el norte, en el este y en el oeste. Muy pocos lo saben. Para dónde dirigir el descenso en caso de mal tiempo. En ocasiones la niebla helada y pegajosa es tan cerrada que no se puede distinguir una roca a dos metros de distancia.



Pico de Orizaba vista aérea  desde el norte, con su profunda cañada Jamapa.La letra A marca el emplazamiento del albergue de Piedra Grande.

La línea circunvalarte señala la cota que recorrimos hace algún tiempo. Su reseña está en este mismo blog.

Foto tomada de Internet


Por el norte, el sur y por el lado sureste. En esas direcciones hay cañadas  con fuerte inclinación pero que sin embargo, se puede  sentir con los pies la pendiente.

En el lado noreste está próximo él glaciar con una inclinación hacia lo vertical muy pronunciada. En el lado oeste está la pared cortada de tajo.

Sureste

Suroeste




sur





noroeste








cañada del sureste


La segunda condición es llevar ,cada individuo, una brújula para orientarse con seguridad dentro de la niebla cerrada. Pero llevar brújula es cosa que nadie hace, o muy pocos en México.



En el caso de descender y dejar atrás la cerrada niebla y la persistente aguanieve, llegado a la región de los bosque ya con visibilidad, hacia dónde dirigirse. Este plano elaborado por nosotros con base en hojas topográficas, señalan varias poblaciones cercanas al volcán. Nosotros conocemos Miguel Hidalgo en el noroeste, Texmalaquilla en el sur y Jacal en el noreste un poco abajo de Vaquería. 

Del resto de los poblados que aquí aparecen  no podemos opinar. Hay lugares en los que la gente extraña no es bienvenida...





Acaba de pasar, En este mes de febrero del dos mil veinticuatro   un grupo numerosos  subió la montaña y los sorprendió el mal tiempo. Fue necesario que entraran en acción los grupos de salvamento. Dos no pudieron  ser localizados hasta días después. Uno de ellos murió por hipotermia.

RESUMIENDO. Hace años publicamos una reseña donde señalábamos las dos posibles vías más lógicas para subir. Por el lado este del glaciar donde, ya apuntábamos, la profundidad de las grietas es somera. La otra ruta es muy próxima a esta. Se trata del  rosario, es decir, la serie de pequeñas rocas que se ven desde abajo en el borde izquierdo, lado este. Es de hecho el vértice entre el glaciar Jamapa y el glaciar del noreste ya mencionado.




La vía más segura es la señalada con las letras A.

F Es el glaciar noreste




La lógica es que esas rocas o son parte firme de la ladera rocosa del volcán, o están afianzadas sobre la ladera por el hielo y la nieve, misma que a esas alturas debe tener una consistencia sólida.

Seguir esta ruta requiere un poco más de tiempo para ser remontada, o descendida, que el ir por la clásica. Tal vez una hora o dos. Pero seguramente se vivirá para contarlo.

 Nuestra publicación referida tiene  años pero por lo visto nadie hace caso y, de entonces para acá, la historia del glaciar Jamapa continúa sumando tragedias alpinas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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