¿MITO TRIBAL O ECLECTISIMO DISOLVENTE?

El hambre y la libertad son primero. Comercio y embajadas de México en el planeta.

El libro para la ignorancia, el alimento para el estómago, la medicina para el dolor, la compasión para el necesitado, la libertad para el oprimido. Son requerimientos sustantivos, medulares e inmediatos.

Después podremos platicar, largo y tendido, sobre las bellas cuestiones de la cultura.

La divinidad en singular o plural, rubia, negra, bronceada, piel roja, o amarilla. Son cuestiones académicas formidables y bellas de la cultura cuyos libros llenan la biblioteca de  casa,  en la perspectiva de  quitar el hambre del pobre o el dolor del que no tiene para comprar la medicina.  ¿O simples   adornos para   la sala?

¿Ilustración y Romanticismo? Ambas son ideas de calidad, pero…primero el hambre del humano. Y su libertad.

Las grandes columnas de gente que migran hacia México y Estados Unidos huyen de la falta de oportunidades y de la inseguridad de sus países.















  El Pais, 19 de septiembre de 2015

Faltan aquellos gobernantes de Las mil y una noche que se mezclaban, de incognitos, entre la gente del mercado para conocer sus necesidades o sus inconformidades.

Razón y sin razón o, como lo dice Kant, fenómeno y noúmeno, requieren un equilibrio sostenido. El término medio aristotélico.

Saber convivir con la gente y tener disposición para la soledad terapéutica. Hacer como los artistas que se retiran para ver mejor el conjunto de su obra sobre el lienzo.

Poder permanecer por días en la soledad buscada de los altos bosques, más allá de los cuatro mil, alimentados por las lenguas del glaciar, lejos de la hipocondría y síndrome de Bournot, bajo el pedazo de cielo que no tocó esa noche, oyendo el crack del hielo que desciende un centímetro por cada día, pensar positivamente que, aunque tenga noventa años, este día soy más joven que en los días que están por venir. Pare ello necesito comer. Y ser libre sin meterse en la libertad de los otros.

Felizmente México todavía es un país ancestral, indígena y rural, en su mayoría. En la primavera volverá Tláloc lluvia a regar los campos de Chicomecoatl tierra, que por las mañanas volverá a salir Tonatiuh  sol a calentar para que todo florezca y broten los granos que alimentarán a los humanos, que Ehecatl viento soplará desde el océano empujando las nubes y que Xihutecutli fuego lo tenemos vivo en el fogón de la cocina, alimentado por la leña, de árboles ya viejos del bosque, o por el gas de México, Venezuela o Rusia.

En México y Aridoamérica hay 50 mil comunidades rurales y 56 etnias o pueblos originarios que pueden testificar lo anterior. Aztecas, apaches, huicholes,  tohono Ó odham, hopis, navajos…

También hay un México con   muchas ciudades modernas en la ciencia y la tecnología. Otras ciudades más   que pueden testificar del Buen Fin, la hipocondría, el aburrimiento y el fentanilo. Esto sucede en el moderno valle darwinizado.

¡Como sea, México no voltea la cara cuando de cerca o de lejos hay hambre y falta la libertad! Sus puertas están abiertas para los perseguidos del mundo. ¡Esto resulta incómodo y algunos países se apresuran a    cerrarles sus embajadas o, pero aun: a invadirlas!

 ¡Pero aun cuando solo quedara una embajada mexicana   en el mundo, sus puertas seguirán abiertas!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

Seguidores