libro:
Los héroes
En Mahoma no hay perdón ni el olvido de los agresores ni poner la otra mejilla. Todo lo contrario, proclama la venganza. Su mensaje espiritual no conoció la suprema humildad del cristianismo en los primeros tres siglos. Mahoma hizo la guerra a sus enemigos espada en mano, durante veintitrés años.
Fue de la clase humilde que no supo leer ni escribir. Alá, por medio del arcángel Gabriel, se comunicó con él. Es frecuente en El Corán la expresión: “dile que…” Dile que les diga a los hombres esto o aquello. Lejos de toda cultura, de acción empírica e inmediata, no obstante, Mahoma es un auténtico guía que supo aglutinar muchos grupos de árabes dispersos y enemistados entre sí. Por eso su Libro, que a su vez dictó, habla con frecuencia de levantar la espada y enviar al infierno a quien no escuche la palabra de Alá.
Mahoma combate a los herejes y a los que tienen otras preferencias religiosas. Carga duro contra los adoradores de los ídolos ancestrales en que basaban sus creencias religiosas lo árabes antiguos. Sin probabilidades de argumentar, frente a la espada, y sin recursos culturales para el diálogo de estos árabes antiguos, Mahoma los fue conquistando. Con el tiempo, el humilde pero duro conductor de caravanas de camellos, logró aglutinar en torno a su libro y su doctrina, el islamismo, a los árabes. Su movimiento religioso, como sucedió en el cristianismo, se consolidaría y crecería después de su muerte.
"La Arabia surgió a la vida por la fe de Mahoma"
Empero, el éxito de su lucha no se debió al filo de la espada. El islamismo, su religión, hubiera muerto con la muerte de Mahoma. Se debió a la sinceridad de su mensaje y al carisma de profunda sinceridad en lo que creía:”En modo alguno era un mal hombre, al contrario, y habían en él algo mejor que el prurito de cualquier género que fuese; de otra manera aquellos árabes indómitos, peleando y acometiendo durante veintitrés años a sus órdenes, y siempre en íntimo contacto con su persona, no le hubieran respetado y reverenciado de la manera que lo hacían.”
El afán religioso del cristianismo, en los siglos pasados, por llevar la palabra de Cristo a todos los confines del planeta y el reciente descubrimiento del petróleo en el subsuelo árabe, ha provocado grandes enfrentamientos bélicos con lo que entendemos por “cultura occidental”.
Otro elemento de discordia es su histórico antagonismo con el pueblo de Abraham. Todos los árabes son judíos, dice Carlyle, pero el expansionismo sionista los tiene desde hace siglos confrontados. De esa manera el mundo asiste y es involucrado, de varias maneras, en un irreconciliable pleito familiar. Un pueblo árabe es invadido para arrebatarle su petróleo y cincuenta países apoyan la invasión y otros cincuenta países rechazan la invasión, etc. Pleito tan viejo que ya aparece documentado en la Biblia. A esto le agregamos que, bajo la letra de El Corán, hubo un tiempo que los árabes se metieron a Europa, en plan de guerra, y estuvieron a un punto de conquistarla plenamente.
Mahoma murió en el año 632 d C. |
No obstante los árabes en conjunto hacen un pueblo de gran cultura. En literatura, matemáticas, filosofía, arquitectura. Cuando los europeos eran hordas ellos ya tenían señalados logros técnicos y culturales.
El Corán es una mezcolanza de cristianismo y judaísmo. Sus expresiones guerreras chocan al católico identificado con las palabras suaves y llenas de amor, por medio del perdón, de Cristo. Pero ningún espíritu dialectico puede decirle adiós al Corán, y a las enseñanzas de Mahoma, antes de conocerlas. Estaría condenando algo que desconoce.
El cristianismo solicita limosna, el Islam exige aportaciones monetarias: “señala por la ley la cuota que les toca repartir, y el riesgo que corren descuidándola. La décima parte de la renta anual de un hombre, la que fuere…”
En el cristianismo, al cumplirse la plenitud de los tiempos, con la llegada de Jesús Cristo, se acabaron los profetas que lo anunciaban. En El Corán es otro Dios, o Dios tiene otro nombre, y por eso Mahoma es el profeta que anuncia el mensaje de Alá.
En el Corán nada de libertades antropocéntricas como la filosofía occidental hace con la Biblia cristiana. En el Corán no hay revolturas de fe y fenómeno. En el Islam no hay manipulaciones del libro sagrado, a lo que tan adictos son los cristianos con su Biblia y es fuente de innumerables sectas, históricas y recientes. El Corán tiene exactamente 323,631 letras y 77, 934 palabras. El que lo altere, con una sola letra, ya tiene ganada la condenación eterna.
Cuando los europeos y la Iglesia mantenían en precavida distancia a Aristóteles, ellos, los árabes, lo tradujeron y lo estudiaron. Uno de los grandes del cristianismo, Santo Tomás de Aquino, conoció al pensador griego por medio de los árabes. Así fue como Europa conoció, aceptó y siguió, a Aristóteles.
Como sea, sí los árabes nos regalaron a Aristóteles, lo menos que podemos hacer es leer El Corán, libro guía espiritual de millones de seres humanos.
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