Los hombres no han aprendido a que la Teología vaya por su lado y la Fenomenología por el suyo. Hay un afán morboso, y en ocasiones intelectualmente mal intencionado, de querer explicar o revolver la teología desde la fenomenología y viceversa. Mezclan el aceite con el agua, encienden la licuadora, se hace una gran revolución, o agitación, y al final todo vuelve a ocupar su lugar. Semejante a un juego de niños practicado por adultos
La realidad es que unos se encuentran cómodos instalados en el mundo tangible y finito. Otros, en cambio, están dispuestos a seguir viviendo en la región de los espíritus “Haga cada hombre su trabajo” dice Carlyle en Los Héroes. Cada quien es libre de poner el número de hojas que quiere a su diario personal…
En el Romanticismo no hay muerte, sólo cambio de dimensión, del fenómeno a la metafísica. Nosotros nos referimos a estos últimos.
La mansión de los muertos tiene vida propia. Una evolución de millones de años para la especie humana se resiste a creer que un día de pronto todo hace ¡plop! Los paradigmas del misticismo aseguran que se pasa a otra dimensión. Del fenómeno a la dimensión metafísica.
El cristianismo permite el gran juego dialectico con la escéptica Ilustración. Pero ni en la antigüedad homérica, antes de los Presocráticos, del viejo mundo, ni en el Popol Vuh, del Nuevo Mundo, se duda en absoluto de la vida en la mansión de los muertos. Y los reyes de Ur, hace cincuenta siglos, contaban con familiares y disponían de esclavos que los seguían, a "allá", cuando morían.
La mansión de los muertos, con vida propia, es una manera de decir que en realidad la muerte no existe. En la antigua cultura occidental se llama Averno y en la mesoamericana, Mictlán, Presidido por Mictlantecutli y su esposa Mictlancihuatl.
La muerte no es el basurero donde todo acaba por desaparecer. Es una región llena de criaturas inmateriales que conservan su modo de vida, como “acá”, con sus nombres, sus pasiones y sus virtudes.
Poema nahuatl: |
¿A dónde irás?
¿A dónde irás?
Tuyo es el camino de los dioses aparecidos.
¿Estará tu hogar en el lugar de los muertos?
¿Estará en el Mictlán?
¿O aquí,en la tierra?
Lo anterior lo dice Ovidio en Las Metamorfosis, Virgilio en La Eneida y, en plena Edad Media cristiana, Dante lo reafirma en La Divina Comedia.
Personajes todos ellos seglares y nótese que nos abstenemos de citar a los clásicos nombres de la historia espiritual o religiosa. Estos tres personajes laicos de la cultura occidental ponen el inframundo debajo del mundo de los vivos. Es decir en el subsuelo geológico. Se entra a él por la boca de las cuevas o cavernas. D e ahí se saldrá alguna vez o ya jamás se saldrá...
Los malos siguen siendo malos y los buenos, buenos. Para sancionar la conducta el jurado metafísico dispone del Infierno, el Purgatorio y el Cielo. Causa tanta angustia la idea de la muerte que, como hacen los niños, nos tapamos los ojos queriendo negar lo que existe.
En la tierra los humanos disponen de la cárcel en la que se purgan penas desde una cuantas horas hasta cadena perpetua. “Allá” ya no es tiempo de hacer sino de merecer “.Allá” como “Acá” no es Dios, o el juez, el que castiga sino el individuo el que se auto castiga según la falta cometida.
Nadie es tan buen comediante como para engañarse a sí mismo y no escuchar a su propia conciencia. Sólo hay dos maneras de escapar, provisionalmente, a la conciencia, 1) viajar a la subconsciencia o 2) anestesiarse con drogas no autorizadas. En cualquiera de estas soluciones de todas maneras alguna vez la caldera acabará explotando...Al final del camino está el manicomio sino se le hace caso al sacerdote o al psiquiatra.
Los de alta calificación positiva, al Cielo. Los buenos, pero no tan buenos, al Purgatorio para después poder entrar al Cielo. Y los otros, los reiteradamente malos, los que, como dice Schopenhauer, nacieron provistos con sus colmillos y su bolsa de veneno, al lugar donde se pierde toda esperanza…
En el pensamiento mesoamericano igualmente está el inframundo, el Mictlán. A él se entra también por las cuevas o las grutas. En la cronovisión náhuatl son nueve cielos dispuestos verticalmente, encima uno de otro. ¡Pero véase que todos son cielos! ¡No hay Infierno! El Mictlán es un lugar oscuro porque está debajo, como el sótano de un edificio.
Todos, sin excepción, después de morir en la tierra, y después de un peregrinar por las cavernas, irán al Tlalocan o Paraíso. Más o menos como está descrito en el Pol Vuh, el formidable libro de los mayas.
El Tlalocan es el lugar de la eterna primavera (hay una pintura mural en Teotihuacán, prefigurando el Tlalocan).El Tlalocan se localiza geográficamente arriba del pueblo de Río Frío, en la cadena de altas montañas, del sureste del Valle de México. Ahora se le llama a este entorno geográfico Sierra Nevada.
¿Y qué paso con los malos, no van a recibir su castigo? Los malos ya tuvieron “acá” su Infierno-Remordimiento que no los dejó vivir en paz. Unos lograron salvar el abismo a través de la confesión con el chaman. Otros debieron consumir la droga (no autorizada por la comunidad de la etnia a través del ritual mágico) ¡y acabaron en su Infierno!
Pero, como sea, todos, según hemos anotado, todos al final llegarán al Tlalocan. Los acompañará en su peregrinar por el mundo subterráneo, para que no se pierdan, un perro, el xoloescuntli. Por eso los mexicanos, aun en los de inconsciencia histórica, siempre procuran tener un perro en la vida terrenal.
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