Carlyle y Los héroes

Las masas necesitan, quieren y hacen la revolución, pero sólo un individuo firma los oficios.



Esta es la apretadísima sinopsis de Los héroes de Tomás Carlyle. Se han escrito sendas tesis al respecto. Y los de la acera de enfrente también han escrito sendas contratesis.



Carlyle va a desarrollar su obra en torno a personajes y a la historia misma de la Humanidad. A diferencia de nuestra época actual, donde los académicos, de las universidades laicas, ya no ponen la palabra “dioses”, Carlyle no duda en llamar a los héroes de distintas maneras, incluidos “dioses”: “Eran magos verdaderos que llevaban a cabo, para el bien común, portentosos milagros: eran profetas y, más que profetas, verdaderos dioses.”



Cualquiera de nuestro tiempo tiene “modelos caseros” para observar de cerca el fenómeno o siendo parte de los mismos. ¿Cómo se forma el sindicato de obreros de la fábrica o una asociación estudiantil de la universidad? Hasta que hay dos o tres decididos de hacer un comité ejecutivo de ese sindicato. Es cuando la historia empieza a manifestarse, moverse, ser, lo que antes era pura potencia.


Tomás Carlyle


Ese, o esos dos o tres, van a ser los héroes de Carlyle: “La sociedad está fundada sobre el culto a los héroes. Todas las dignidades y jerarquías en que descansa la asociación humana son lo que podríamos llamar una heroearquía, eso es, un gobierno de héroes.”



En adelante ya tenemos tela de dónde cortar. ¿Los héroes o las masas? Decididamente Carlyle dice que son los héroes y es el tema de su obra.



Se acusa a Carlyle de abonar el terreno de los fascismos. Lo que Carlyle dice es que los guías existen de manera documentada hace ya varios miles de años. Para confirmar, su obra se desarrolla en torno a figuras, míticas o no, como Odín, Napoleón, Mahoma, Lutero…



Los que gustan de símiles pueden plantearse la cuestión de si el vulcanólogo es responsable de que haya volcanes sólo porque escribió un tratado de geología. Con tratado o sin tratado los volcanes existen.



Carlyle va más allá de sistemas. Dice que en todos los sistemas están los héroes. En los países de la democracia es el candidato del partido X el que llega a la presidencia de la república. Lo mismo sucede en los sindicatos, aun en los democráticos. Sólo uno ocupa la secretaría general.



Este es el polémico tema que Carlyle nos ofrece en su obra Los héroes.





“Thomas Carlyle (4 de diciembre de 1795 - 5 de febrero de 1881) fue un historiador, crítico social y ensayista británico.

Nació en Ecclefechan, Escocia. Estudió teología en la Universidad de Edimburgo. Abandonó esa ocupación en 1814 y se dedicó a la enseñanza de las matemáticas durante casi cuatro años. Después viajó a Edimburgo en 1818, donde empezó a estudiar leyes y escribió diversos artículos”



Carlyle,como hombre de letras,tenía la sufciente sabiduría para haber hecho de esta obra un trabajo de lectura universal.Pero le ganó el celo protestante y se nos presenta como un pensador unidimensional. Su trabajo presenta una abrumadora cantidad de adjetivos difíciles de leer por aquellos  que tiene diferentes preferencias culturales. J.Ch.F.Schiller, por ejemplo,también protestante, es indiscutiblemente de una realización filosofica y cultural de dimensiomnes universales.

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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