DANTE Y LA INMORTALIDAD DEL YO



Discurso de metafísica
Godofredo G.Leibniz
Editorial Porrúa,S.A.México,Serie Sepan Cuantos...Núm.321,año 2003
Primera edición en alemán 1846


Detalle de infierno: Mosaico que representa el Juicio Final por Coppo di Marcovaldo, Museo Baptisterio de San Juan. El poeta Dante Alighieri fue bautizado en este lugar.

Si hay inmortalidad, o no, ya lo sabremos algún día.

"Si nada hay que esperar más allá del sepulcro,comamos y bebamos pues mañana hay que morir"

Un Dante laico hubiera escrito de los átomos, de sus choques y de sus espacios libres. Se apoyaría en Demócrito que escribía: "Los principios de todas las cosas son los átomos y el vacuo", y en  Epicuro que pensaba igual, y su trabajo versaría sobre el antropocentrismo de Parménides, de la causalidad sin fin ni para el pretérito ni para el futuro, de las verdades de la experiencia y de la razón práctica.

El Dante que conocemos es cristiano católico y cree en el alma y en la inmortalidad de ésta. Es una de tantas tesis que contiene su Divina Comedia: la inmortalidad del yo.

Si la inmortalidad existe o no para el individuo, como dice el personaje de un film norteamericano,” ya lo sabremos algún día”.

 Leibniz se refiere a la inmortalidad en la conservación de la unidad del cuerpo con el alma en estos términos: “Está destinada a conservar la personalidad.”

Lo que tenemos a la vista, con este tema de la inmortalidad es un filón cultural de veinticuatro quilates. Dejando de lado la teología, La Divina Comedia sólo puede escribirse si se cree en un sistema de premios y castigos después de esta vida.


Dante y Beatriz a orillas del Leteo 1889, obra del pintor venezolano Cristóbal Rojas

Imagine alguien, para traer un modelo humano y cercano a  nosotros, al conjunto de leyes civiles que rigen un Estado pero que no existieran las instancias punitivas (que se dicen correctivas)  como la cárcel para el que las infringe.

 Si nada de esto existiera en nuestra realidad (utopías aparte) para apoyar el texto entonces  habría que echar al cesto de la basura los libros respectivos y cerrar definitivamente la Facultad de Derecho.

“hay que suponer que ningún precepto podría subsistir sino hubiese un Dios encargado de no dejar sin castigo ninguna mala acción, ni ninguna buena obra sin recompensa.” Leibniz.

Pero dejar  ahí el asunto es dejarlo volando y expuesto a ser manipulado por los que Leibniz llama “quietistas”.

Primero en el campo cristiano que la salvación se consigue (nada más) por la Gracia. Si (sólo) es así, tan selectivo, no tiene razón de ser  lo que a pulso en “esta vida” se ganaron su premio o su castigo. San Francisco de Asís perdería su tiempo con su inmenso amor a las criaturas de la naturaleza. Y Dorian Grey se hubiera ahorra el trabajo de destruir  su retrato. Total, todo acaba con esta vida y nada de consecuencias postreras.

En tal caso habría que desaparecer el  Infierno, el Limbo y el Paraíso. Echar al cesto de la basura también a La Divina Comedia. Tomarla nada más como un lirismo peyotero, una utopía de tantas, de un enorme poeta pero sin sustento vital, que es base de la  gran cultura  occidental.

Para que todo eso suceda el reo tiene que conservar su yo, tanto  en la cárcel,  y en La Divina Comedia después de haber muerto.

El otro tipo de “quietistas” lo forman los que creen que el espíritu del individuo, cuando muere, se funde o se  integra en la Divinidad. Leibniz dice (en Discurso de Metafísica) de la trascendencia de las almas, y en rechazo a la desaparición del yo: 

“Algunos de los que así hablan de la inmortalidad por la gracia sólo lo hacen para salvar las apariencias, acercándose en el fondo a la opinión de aquellos averroístas y a los errores de determinados  quietistas que se imaginan que las almas se anegan en el océano de la Divinidad.”
 
Mural de Tepantitla,muestra parte del paraiso teotihuacano..
Una posición intermedia sería la religión de Tezcatlipoca de los aztecas. Aquí tampoco desaparece el yo. Pero no hay lugar de tormento más allá del tránsito por cavernas oscuras (el Mictlán, que sigue siendo  un cielo). El individuo después de muerto se integra a la cauda solar pero no se funde en ella.

 En Tepantitla, en el noreste de la zona arqueológica de Teotihuacán, México, se conserva un fragmento del Tlalocan, paraíso en el que los humanos ya muertos viven en comunidad, juegan entre flores y mariposas, hablan (vírgula voz),juegan a la pelota (Tlatchtli), incluso ríen y lloran.

 Dante, defiende, en La Divina Comedia, a capa y espada, la integridad y trascendencia del yo después de la muerte del individuo. Leibniz coincide con él desde su filosofía: “los espíritus sabrán siempre lo que son; de otra manera no serían susceptibles de premio o de castigo.”

 Virgilio, varios siglos antes que Dante, también creyó en la inmortalidad del yo cuando hizo penetrar a Eneas, el héroe superviviente de Troya, en aquella caverna en la que fue encontrando almas de los que ya habían muerto y con los se comunicaba. Y, antes que Virgilio, Pitágoras entraba y salía del infierno cuantas veces él quería (Vidas de los filósofos más ilustres,de Diógenes Laercio).Ovidio, el poeta romano,muy al principio de la era cristiana,hace descender al submundo a Narciso en busca de su amada.

Otro pensamiento de Leibniz es: "si los intereses del hombre no se extendiesen más allá de esta vida,la razón de esa diversidad,que hace, por ejemplo,que aquellos se lancen al lujo y a la disipación,y que estos prefieran la moderación a la voluptuosidad ,vendría solamente de que cifrarían  su felicidad en cosas diferentes...Si nada hay que esperar más allá del sepulcro, la consecuencia es sin duda muy justa:comamos y bebamos, gocemos de todo lo que nos agrade, pues mañana hemos de morir."






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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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