SANTAYANA Y LA MANERA DE LLENAR EL DÍA





Diálogos en el limbo
 Editorial Porrúa,S.A.México, serie Sepan Cuantos...Núm.645,año 1994
Primera edición en inglés 1910

Santayana

“Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borrás, más conocido como George Santayana (Madrid, 16 de diciembre de 1863Roma, 26 de septiembre de 1952), fue un filósofo, ensayista, poeta y novelista hispano-estadounidense. A pesar de ser ciudadano español, Santayana creció y se formó en Estados Unidos. A los 48 años dejó de enseñar en la universidad de Harvard y nunca más volvió a los Estados Unidos. Escribió sus obras en inglés, y es considerado un hombre de letras estadounidense. Su último deseo fue ser enterrado en el panteón español en Roma. Probablemente su cita más conocida sea «Aquellos que no recuerdan el pasado, están condenados a repetirlo», de La razón en el sentido común, el primero de los cinco volúmenes de su obra La vida de la razón o fases del progreso humano.”

Dos  maneras son las que desarrollamos cada día. La que estoy obligado a hacer y ganar dinero para las necesidades materiales y, la otra, las que yo quiero hacer para las necesidades vitales. O triviales.

Eso se preguntaban los pensadores griegos de la antigüedad: cómo llenar el día cuando se está en libertad.
 
caminar por la llanura
Si “no me alcanza el día” estoy en la patológica hiperactividad. Si “el día es muy largo” estoy en la patológica inactividad. Si bien el asunto no es de tiempo sino del verbo hacer.

En Los reinos del espíritu Santayana se refiere a las dos actividades que tienen lugar en el día del individuo en libertad. Una es la actividad del trabajo. Ya sea oficinista, venda seguros de vida o de automóvil, obrero de taller, académico de universidad,  venda jugos de naranja en la esquina de la calle donde vive o que trabaje de político. Hasta aquí es la actividad del sobrevivir. Es un servidor, o es su propio servidor.

La otra actividad  es la que hace con el tiempo libre, el tiempo  que ya no es el material. Esta es la actividad que le puede dar calidad intrínseca a su vida. Desde su estado psicofísico hasta la manera de relación con los otros. Aquí ya no es servidor. Es su propio amo.
 
correr y más correr por la salud
Es el tiempo que realmente le pertenece a él a o a ella. O, dicho de otra manera, el tiempo en el que realmente se  es como es.

Algunos hacen deportes del valle, otros se van a caminar por las montañas, al parque de la colonia o a la llanura, si es que  la  geografía donde vive es desértica.

O bien a actividades culturales. A bailara un antro nocturno, a jugar dominó durante horas en la cantina. Jugar “futbolito”, a platicar del futbol nacional  y del internacional.  O del eterno tema de la política.Otros, los más, no quieren saber ya nada y al volver a casa arrojan la corbata o la chamarra, se calzan las pantuflas y se ponen cómodos frente al televisor.

En últimas fechas las instituciones, como universidades y centros de educación superior, imparten cursos de prejubilación para sus trabajadores manuales y académicos. Se encontró que ese paso, de trabajador activo a la jubilación, era literalmente mortal en la mayoría de los casos.  Se morían al poco tiempo de jubilados. No por el deterioro natural de la edad sino por el aburrimiento. Era la manifestación de una casi inexistente vida cultural, después de su trabajo diario, cuando eran trabajadores  en activo.
 
Pero mejor leer de filosofía porque, como dijo Santa Teresa de Jesús: "Lee y dirigirás,no leas y te dirigirán"
La actividad que desarrolle,  fuera de su horario de labores, a eso se refiere Santayana, es sólo la manifestación exterior de lo que está sucediendo en su persona:

“Para una criatura viva, los hechos sólo son instrumentos. Su vida en juego, esa es su vida verdadera. En las horas de trabajo, cuando atiende a la materia, es únicamente su propio servidor, que prepara la fiesta, y se convierte en  propio amo cuando se entrega a su vocación ya su pasión deportiva. Han de entenderse por tales la literatura y la filosofía, y lo que en el amor, la religión y el patriotismo no es mero esfuerzo  material de sobrevivir. Lo que estas pasiones atestiguan no es realmente el carácter de los hechos  externos, sino únicamente los usos espirituales hacia los cuales los dirige el espíritu.”


Pero aun tiene el ejercicio físico la función vital, más que práctica, de sólo moverse para estar en acción y quemar calorías.Leibniz, en Nuevo tratado sobre el entendimiento humano, dice: "la acción es un ejercicio que lleva a la perfección...es el cambio por el que se tiende a la perfección."





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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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