EL DIOS EXTRANJERO DE ORTEGA Y GASSET

¿Qué es filosofía?
José Ortega y Gasset
Espasa Calpe,S.A.
1973


Cuando a la camisa le falta un botón es cuando nos damos cuenta de su ausencia.

Ortega escribe “El Dios extranjero” entre comillas para dar a entender que en realidad no es extranjero.

España vive el desastre económico, México gime bajo la inseguridad social, los  países árabes tienen el caos de las revoluciones internas, África se pierde entre el hambre y la insalubridad, las favelas son cada día más numerosas en Brasil…

Con la imagen del   “Dios Extranjero” Ortega  nos dice que el mundo se muere de hambre porque en él lo que abunda  es el dinero.

Este contexto mundial nos recuerda que hay ausencia de valores vitales.

¿Cómo sabemos que falta el  principio fundamental? A eso se refiere Ortega: “Cuando en un mosaico falta una pieza lo reconocemos por el hueco que deja; lo que de ella vemos es su ausencia.”

En los últimos 50 siglos, partiendo de los súmeros, los demiurgos han destruido y edificado y vuelto a destruir, ciudades. Pero el elemento destruidor, llámese  solipsismo, queda  intacto, por eso la destrucción continúa sin fin. Ur, Troya, Cartago, Roma, etc. ahora sólo son  escombros. En todo esto al mosaico le falta una pieza.

La filosofía, como todas las ciencias, tiene su modo de decir las cosas que los pilletes de la calle no entendemos. La psicología habla del yo y de ello, la geología de sedimentarias e ígneas. Sólo los dioses  saben de qué están hablando.

La filosofía con el Devenir y la Dialéctica dice cosas concretas, que se pueden pesar y medir, pero parece que está hablando de entelequias. 

Cuando se logra descifrar su lenguaje sabemos que está diciendo,  simplemente,  que el país más pobre del planeta alimenta dos veces al día su medio millón de presidiarios, que, incluida la metrópoli como los estados, tiene 1000 legisladores con súper sueldos y súper prestaciones, que ocupa el primer lugar en obesidad y que el 90 por ciento de sus habitantes tiene teléfono celular...

La terminología simbólica de la filosofía todavía, más, parece desaparecer  detrás de un método didáctico que llama mayéutica. Te da los elementos y tú tienes que llegar a la conclusión. Por ejemplo esto dice Locke: “detrás de las propiedades hay algo, algo de lo cual no podemos decir nada:”

Este estilo, de los símbolos y el lenguaje mayéutico, es lo que hace que las publicaciones de filosofía, libros, revistas y periódicos,  no se vendan en las carnicerías, como era el sueño de Platón.

El “Dios extranjero” va a actuar al revés. No va a destruir a los hombres ni a sus reinos, como antaño hacía el demiurgo,  sino sólo lo intenta con lo negativo que hay en ellos. Por eso Ortega cierra con estas palabras, refiriéndose siempre al “Dios extranjero”:

“No crear el mal mundo  como un demiurgo pagano, sino, al contrario, ”descrearlo”,anular su maldad constitutiva, es decir, salvarlo.”
José Ortega y Gasset

José Ortega y Gasset (Madrid, 9 de mayo de 1883 – ibídem, 18 de octubre de 1955) fue un filósofo y ensayista español, exponente principal de la teoría del perspectivismo y de la razón vital (raciovitalismo) e histórica, situado en el movimiento del Novecentismo.

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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