CHESTERTON, EL DÍA QUE STO.TOMÁS DESCUBRIÓ A ARISTÓTELES


 

La jerarquía eclesiástica se había alejado del pueblo y lo que hizo la revolución franciscana fue recordar la caridad dentro de un contexto de humildad.

La segunda revolución dentro de la Iglesia fue cuando Santo Tomás de Aquino descubrió a Aristóteles, como espíritu equilibrado, muy afín a las enseñanzas del cristianismo.

Los dos personajes van a dirigir sus esfuerzos en volver a una Iglesia de convicción, no sólo de tradición.

Atorarse en lo inmediato, en lo que Kierkegaard llama el “tiempo”, es lo que provoca que el cielo envié a sus criaturas a recordar que se persigue la eternidad:

“La desdicha de nuestro tiempo es justamente ésta, que se ha convertido simplemente en nada más que tiempo, lo temporal, que no tolera oír hablar de eternidad.”

Sören Kierkegaard, Mi punto de vista.

Jesucristo para con su Iglesia es el padre amoroso,  tan amoroso sin límite que murió por su salvación. Pero también el padre que aplica correcciones a sus hijos cuando ve que estos se empiezan a apoltronar.

En la familia humana el padre que no corrige a su hijo, o hija, se encontrará que la sociedad tiene mecanismos, o instancias, nada deseables para corregirlos.

Así Jesucristo hace con su Iglesia. Al interior le hace saber su protección con las presencias amorosas de Constantino, Santa Teresa de Jesús, la Virgen de Fátima, La Virgen de Guadalupe de México…

Los correctivos que le aplica, todavía desde dentro, nada cómodos para la jerarquía, es  San Francisco, Santo Tomás de Aquino…

Con Santo Tomás, que sería de la orden de Predicadores, el cielo “no perdió tiempo”. Otros Padres (o Madres) de la Iglesia sienten su conversión ya adultos. Tomás, de familia noble, fue internado para su educación a los cinco años de edad en la abadía de Montecasino y siguió su formación en la Universidad de Nápoles Federico II.

Santo Tomas nació un año antes que falleciera  San Francisco (1226).Éste revivió en la Iglesia  el amor sencillo y humilde entre los humanos desde Cristo. Santo Tomas agarró la pluma para la filosofía desde la teología. Con su monumental obra dejó claro que, como dice Copleston:

”La fe descansa en la experiencia interna, no en pruebas teoréticas.”

 Frederick Copleston, Historia de la filosofía, Vol.3

“Yo estere’ con ustedes todos los días, hasta la consumación de los siglos”. Para protegerlos pero, también hay que aceptarlo, según las evidencias históricas, para corregirlos.

 Un modo más drástico de corregir a su Iglesia   es desde fuera, pero todavía en el campo religioso, a través de los movimientos cismáticos, como Lutero, Calvino…

No son pocos los intelectuales que consideran que estos destacados sabios  personajes, de la disidencia, no son enviados por el diablo, según comúnmente se cree, sino por el Espíritu Santo para obligar a su Iglesia ejecute otro golpe de timón.

"La Reforma nos dio  una Iglesia Católica de mejor conducta", dice uno de los personajes de A. J. Cronin en su novela Las llaves del Reino

Los concilios vaticanos tienen el timón que van sorteando las aguas, según se encrespen, siempre desde la Escrituras.

El último modo, y en ocasiones el primero,   ya no está al alcance del razonamiento lógico comprenderlo y es el martirologio…

Aristóteles no pudo hacer sabio a su discípulo Alejandro que, al decir de Cicerón, en lo que toca a tratos con los pueblos, fue “muchas veces el peor de todos los hombres.”

Pero si encontró Santo Tomas la llave para abrir occidente a Aristóteles por medio del cristianismo.

Platón era desde siempre el filósofo por excelencia de occidente.  Aristóteles (y a varios pensadores contemporáneos de él) se le tenía desconfianza porque fueran a ser el Caballo de Troya por el que si infiltraran los pueblos árabes, con el Corán bajo el brazo, según la historia que hasta entonces había vivido Europa con el Cercano Oriente.

No debe verse en esta observación ninguna metáfora que sea aplicada a los tiempos del siglo veintiuno toda vez que el contexto geopolítico es diferente.

Lo que llevó a cabo Santo Tomas fue hacer más accesible el aporte filosófico de Platón con el que se había fundido el cristianismo.

Después de todo Platón, el de filosofía perenne, es el filósofo por excelencia porque su pensamiento contiene tesis y contra tesis.

La Iglesia lo aceptaba, por todo su aporte de valores espirituales, y  aprendía a razonar el modo laico con él. Pero también lo veía con precaución por su razonamiento de los valores materiales.

Para el modo ecléctico de occidente, entre materia y espíritu, es muy deseable esa dualidad, pero a la sazón la Iglesia todavía era reticente para aceptar el paquete completo.

Y ese es el mérito de Santo Tomas de Aquino y, justo es decirlo, de varios pensadores destacados más, como San Alberto el Grande, San Buenaventura…

Estatua de Santo Tomás de Aquino
ubicada en Santiago de Chile
Santo Tomas confiesa que no encontraba la manera de hacerlo hasta que halló a Aristóteles:

“Era verdad, generalmente hablando, que por algún tiempo había sido (el cristianismo) demasiado platónico para que pudiera ser popular. Necesitaba algo semejante al sagaz y casero trato de Aristóteles para que volviese a ser la religión del sentido común.”

Para lo occidental nunca se suspendió la tradición filosófica desde Platón:

Chesterton: “Primeramente se ha de recordar que la influencia griega continuó fluyendo desde el Imperio griego, o al menos desde el centro del Imperio romano, que se hallaba en el centro de la ciudad griega de Bizancio y Roma.”

Sólo parecieron haberse debilitado al tener lugar algunos acontecimientos históricos como la caída de Roma, el triunfo de Atila y las invasiones barbarás:

“Más la caída del Imperio, la Edad Obscura y los comienzos de la Edad Media, aunque muy tentados a olvidar lo que se oponía a la filosofía platónica, nunca olvidaron la filosofía. En ese sentido, Santo Tomás, igual que otros muchos hombres originales, tiene una genealogía larga y clara. Él mismo remite al lector a las autoridades de San Agustín, a San Anselmo, y éste a San Alberto, e incluso cuando él difiere, es deferente.”

Se necesitaron mil años de fina filosofía de Platón para que pudiera darse un cambio.

 Ya para el tiempo de Santo Tomás no era aquel grupito de filósofos de la Stoa, o de las academias de la antigüedad, que podía pasear hablando dialécticamente en derredor de un jardín, como los peripatéticos.

 Para el siglo trece de Santo Tomás, filosofías y cristianismo tenían que vérselas, en el terreno de la educación religiosa y laica, con millones y más millones del valle llamado Europa.

Eran masas que buscaban comida lo mejor que podían en lo inmediato. Las cuestiones espirituales habían  quedad como en un lejano trasfondo.

El encuentro con Aristóteles, por parte de Santo Tomás, fue su alto contenido de religiosidad:

“Lo que hizo a la resolución aristotélica realmente revolucionaria fue el hecho  que era profundamente religiosa.”

Coplestón observa que todo reino, Imperio o república, tarde  o temprano declina. Es la pasta humana que se va por otros derroteros, no siempre adecuados para la sana vida de los pueblos.

“La aristocracia puede degenerar como cualquiera otra forma de gobierno. En realidad la tendencia hacia la degeneración es natural e inevitable en todas las formas de constitución. El cuerpo político, al igual que el cuerpo humano, empieza a morir desde el día que nace…hasta el estado mejor constituido terminará un día, y aunque sea más longevo que otros, morirá igual que mueren los cuerpos humanos sanos y robustos…”

Lo humano de la Iglesia no ha sido la excepción. Y es aquí donde, también, se cumplen las palabras “Yo estaré con ustedes…”

Esta decadencia de la Iglesia la ilustra muy bien Cronin al describir (obra citada) la insensibilidad que la feligresía católica, del pueblo de Shalesley, vivía dada la conducta indolente, agresiva, materialista y de una tradición fosilizada , de su cura párroco, el padre Kezer: " La parroquia entera parecía sumida en la apatía, indiferente, estancada."

Fueron-dice Chesterton-   como dos jalones de orejas que se llamarón Francisco y Tomás para rescatar a su Iglesia de la decrepitud en la que iba descendiendo:

“Santo Tomás, enteramente igual que San Francisco, sintió en la subconsciencia  que su gente iba abandonando  la sólida doctrina y la disciplina  católica, suavizada por más de mil años de rutina, y que le fe necesitaba ser mostrada bajo una nueva luz y presentada desde otro ángulo.”

Fue ardua la lucha que Santo Tomás tuvo  librar al interior de la Iglesia y estuvo en un tris de ser puesto su nombre en el Índice.

Pero el cielo no lo iba abandonar y su pensamiento fue, y es, con todas las incongruencias humanas que se le puedan señalar a sus escritos, la filosofía que trasciende,  en lo laico y en lo religioso.

En la encíclica de León XIII, dice Copleston, se experimenta un relanzamiento del tomismo “En ella afirma el papa el valor permanente del tomismo y animaba a los filósofos católicos a buscar su inspiración en él. Se les urgía, al mismo tiempo, a desarrollarlo para salir al encuentro de las necesidades modernas.”

El imperativo categórico  de León XIII no cayó en el vacío.

En su obra La filosofía actual, I.M.Bochenski, Fondo de Cultura Económica, México, 2002) anota, Cap. VII:

“La escuela tomista, que sigue desarrollando las tesis fundamentales de Santo Tomás de Aquino, representa uno de los movimientos filosóficos más importantes de la actualidad….ningún otro grupo filosófico parece disponer de tantos pensadores y de tantos centros de estudio.”
G. K. Chesterton, Santo Tomás de Aquino, Espasa- Calpe, colección austral, Argentina S.A. 1942.

 
Chesterton

“Gilbert Keith Chesterton ['gɪlbət ki:θ 'ʧestətən] (Londres, 29 de mayo de 1874 - Beaconsfield, 14 de junio de 1936), escritor británico de inicios del siglo XX. Cultivó, entre otros géneros, el ensayo, la narración, la biografía, la lírica, el periodismo y el libro de viajes.” WIKIPEDIA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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