CICERÓN, TIEMPO AXIAL


 

El viento sopla en todas partes, y en todo el tiempo. En México, anterior al siglo dieciséis, este viento es Ehecatl-Quetzalcóatl y Hegel lo llama, para Europa, “el espíritu del mundo”.

Había en México 96 teléfonos celulares en uso en 1990. Diez años más tarde eran 63 millones de celulares.

 Esa década marcó la manera de comunicarse la gente en el país, lo que se puede decir el tiempo axial donde tiene lugar el brote significativo de algo, que marca el rumbo o es la referencia del todo.

Es frecuente encontrar en la literatura de historia, o de filosofía, el señalamiento a. C: “antes de Cristo”, para lo que comprende la cultura occidental. Jesucristo es el eje axial del tiempo antiguo y del moderno. En otras palabras, “el parte aguas” de la historia.

Decimos cultura occidental porque en el área occidental viven, por eso de las migraciones, gentes de otros pueblos con otras creencias. De ahí que se les oiga decir: “Yo no creo en eso”. Lo que es cierto, ellos creen en lo suyo, no en lo occidental, no son occidentales, aunque vivan entre los occidentales.

Tenía Cicerón idea de la vida y de la muerte y de otras cuestiones iguales al cristianismo.

 Sólo que cuando Cicerón  muere faltan aún diez años para que Jesús nazca. Por lo que no hay modo de imaginar una apropiación de los principios del cristianismo para permear con sus ideas la filosofía de Cicerón.

Cicerón nació el 3 de enero del año 106 a.C. y murió (asesinado) el 7 de diciembre del 43 a.C.

El cielo, la divinidad, fuera del tiempo y del espacio, se manifiesta a la humanidad y para ello no necesita burros, caballos, camellos, barcos, ferrocarriles o aviones. ¡Esta fuera del tiempo y del espacio!

Se hace presente según la circunstancia que vive esa etnia de este o de aquel continente o el del más allá. De alguna u otra manera, en todas partes, y en todos los tiempos,  hay lo que se llaman “religiones reveladas”. Cada pueblo tiene su religión revelada.
Cerro Las Tórtolas (6,330 m.s.n.m)
en la Provincia de Coquimbo, Chile.
Los restos arqueológicos, del santuario en su cumbre, es
testimonio de creencias espirituales en la América de
tiempos precristianos.

 Lo que se conoce como la tira de la peregrinación, en México, para los pueblos nahuas, es siguiendo una ruta anunciada por Dios bajo el nombre de Huitzilopochtli. Al frente iba el gran sacerdote Tenoch. Duraron mucho tiempo en llegar al lugar de la laguna de México, pero en recuerdo suyo la ciudad capital, del enorme imperio azteca, se llamó Tenochtitlán.

El tiempo axial para México sería el 1325, año de la fundación de México-Tenochtitlán. En el 2017 anotaríamos: 692 años  d. M.-T.

La alta jerarquía del imperio romano hablaba del Olimpo y su mitología porque era la religión de estado. Pero el pueblo de alguna manera sustentaba las ideas de espiritualidad  que Cicerón manifiesta en sus obras filosóficas:

“Ponía (Cicerón) la suma felicidad del hombre en la virtud y en la mediana posesión de los bienes externos; enseñaba la existencia de un Dios, la providencia, la inmortalidad del alma y un estado futuro de premios y castigos”,
 dice Miguel de Balbuena, en la traducción y prólogo que hace de Los oficios, en la Colección Austral, España-Calpe S.A. 1980

Recordar que a Séneca, este sí contemporáneo de los apóstoles, dice la leyenda, fue convertido al cristianismo por Pablo. Séneca tiene un modo de pensar igual que el cristianismo, lo mismo que el emperador Marco Aurelio. Fue, en efecto, una pura leyenda lo de Séneca que estuvo presente como cierta hasta la Edad Media.

No sería una audacia, y sí más propio, decir mejor, por eso de la cronología: el cristianismo piensa igual que Cicerón.

Si nos remontamos más en el tiempo, y vamos a la Hélade, encontramos que el mismo Sócrates parece hablar como cristiano, quinientos años antes de Cristo.

De ahí que lo que los romanos oían de Pedro y Pablo les era sumamente familiar. El conflicto no era qué sino  cómo dejar de decir Júpiter y ahora Jesucristo. Al pueblo romano le  llevó trescientos años lograrlo.

Siempre se manifestó ese viento que sopla por todas partes pero se empezó a tener conciencia de ello, y a ponerlo por escrito, desde lo que conocemos como los presocráticos. Y de la Hélade podemos pensar en unos pre-presocráticos. Y en las pinturas rupestres conteniendo  ideas esenciales, no sólo materiales.

Todos estos filosofos hablaban como después hablaría el cristianismo. No obstante, Dante los pone en El Infierno. En el grafico de El Paraíso Dante sitúa a la filosofía en el cielo empíreo, es decir, hasta arriba de los nueve ordenes de las jerarquías que gira alrededor de Dios. Sin embargo en el canto IV sitúa a Sócrates, Platón, Demócrito, Zenón y a otros grandes poetas de la antigüedad, griega y romana, en El Infierno.  
¡Confirmado, todas las revoluciones acaban tragándose a sus iniciadores!

Estos grandes filósofos empezaron la revolución de trascender el tiempo, el espacio y lo
material ¡y terminaron en El Infierno!

Lámina de Gustavo Doré

Jasper, en su obra La filosofía, habla del “tiempo axial” que fue en el que se hizo presente la idea del espíritu en las diferentes partes del mundo y que él señala entre el año 800 y el 200 antes de Cristo.

 “Se desarrolló en aquellos pocos siglos con aproximada simultaneidad, en China, India y Occidente (Europa) sin que estos pueblos supieran unos de otros”

Karl Jasper, La Filosofía, Fondo de Cultura Económica, México, 1996, Cap. IX.

Se necesitan cientos, o hasta miles, de años, para que una creencia, en potencia, aparezca a la luz. Preguntemos a un arquitecto. Para empezar la edificación de una casa antes tuvo lugar un tiempo de concepción y otro de diseño. Por ejemplo, la construcción de la ciudad más bella del Altiplano Mexicano: Teotihuacán.

 Así, los 800 años que marca Jasper son cuando  al fin todo empezó a conocerse. Lo que antes permanecía desarrollándose, en potencia, durante siglos o milenios.

De Cicerón se encuentra,  en el libro Los oficios, lo siguiente:

 “En todos los puntos graves de religión y de moral que tienen más inmediata relación con la felicidad del hombre, como son la existencia de Dios, la providencia, la inmortalidad del alma, el estado futuro de premios y castigos, y la diferencia eterna del bien y del mal, se explica clara y difusamente en muchos lugares de sus obras. Afirma que hay un Dios o un ente supremo, eterno, por sí existente, que creó el mundo con su poder y lo conserva con su providencia.”

Y del alma refiere Cicerón, casi en los mismos términos que tres siglos más tarde haría Plotino, que es de naturaleza muy diferente a la de los humanos:

“El origen del alma humana no puede hallarse en ningún lugar sobre la tierra. Nada hay en ella de mixto, de  concreto o terrestre; nada de aire, de agua, ni fuego. Porque tales sustancias no son susceptibles de memoria, de inteligencia ni   pensamiento; nada hay en ellas que pueda retener lo pasado, prever lo futuro, ni acomodarse a lo presente; las cuales facultades son puramente divinas y no pueden en manera alguna haber sido derivadas en los hombres sino de Dios.”
Cicerón

“Marco Tulio Cicerón, en latín Marcus Tullius Cicero1 (pronunciado ['mar.kʊs 'tul.liʊs ˈkɪkɛroː]), (Arpino, 3 de enero de 106 a. C. - Formia, 7 de diciembre de 43 a. C.) fue un jurista, político, filósofo, escritor y orador romano. Es considerado uno de los más grandes retóricos y estilistas de la prosa en latín de la República romana.WIKIPEDIA

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

Seguidores