DR.GALI, CAMINAR

Sabemos que caminar es un modo natural pero ahora se camina poco, lo que es antinatural.

El Dr. Gali es una autoridad en la materia  y nos orienta en su libro Juventud eterna por medio del naturismo, de 1988.

¿Vive usted en el nivel diez? ¡Suba unos en el ascensor y otros caminando! ¿Va usted  de aquí a cinco kilómetros? ¡Maneje tres y camine dos!

¿Practica usted  escalada de salón? ¿ Hágalo tres veces y dos en la montaña, que le dé el aire!
del libro Técnica alpina
de Manuel Sánchez y Armando Altamira G.
Editado por la Universidad
Nacional Autónoma de
México,1978

¿Le parece que estos imperativos categóricos, dichos de la manera más fraterna, son exagerados?

¿Sí? ¿Le parecen exagerados? Entonces prepárese para abordar la barca de Caronte que lo llevará hasta el hospital más cercano de la Secretaría de Salubridad, o al más lujoso de los sanatorios.







Lejos de la práctica de
caminar, México en segundo lugar.
Grafica tomada de El País
11 de noviembre del 2017
 Porque el nerviosismo, ahora elegantemente señalado como estrés, el insomnio y su bien surtido “pastillero”, le amargarán la vida que le quede por delante, que según estadísticas, ya no será vida. Para los que no  hacemos caso, el Dr. Gali, nos dice:

“Para conciliar el sueño sin  dificultad y dormir a pierna suelta, vale más una caminata a paso vivo, durante el atardecer o a primera hora de la noche, que todos los medicamentos, barbitúricos, bebidas alcohólicas o programas de televisión que se vean para llamar al sueño.”

Frecuentar el erotismo con la mujer, el amor hacia los hijos, el mundo del arte, la lectura y la escritura y todo ese maravilloso universo de la cultura, cine, teatro, etc., todo los hemos abandonado por el “pastillero”.

La salud es primero, y hay que cuidarla, pues de otro modo saldremos antes de tiempo de este planeta, como decían los Presocráticos. Pero cuidarla, descuidándola, como señala el Dr.Gali, es una especie de hedonismo, de narcisismo.

¿Absorto en los conflictos que nos proyecta, y envuelven, la vida de la ciudad moderna, la cuestión laboral y la mugre que ensucia a la vida en sociedad o  metido de tiempo completo en la labor intelectual?

Está lo propio, que podemos trabajar en ello, y lo externo donde no podemos hacer nada. No está en nuestras manos. Sólo dejar que la bola ruede. Con frecuencia los fantasmas de la noche hacen ¿plop! cuando amanece.

75 años de vida al nacer de los mexicanos.
¿Cuántos en declive?
Diario El País.
 Lo insano es seguir morbosamente absorto. Por estar absorto Rafael Valentín O´Flaharty, personaje de Balzac, inmensamente rico, acabo miserablemente su vida a los veintisiete años de edad.

Para los desempleados, sin una moneda en el bolsillo, y para los inmensamente ricos, de Balzac, habla el Dr. Gali:

 “En lo que hace al sistema nervioso y a la mente está el hecho indudable de que a un hombre sano, pero atormentado por graves problemas o preocupaciones, le aprovecha más una caminata de varios kilómetros que todas las medicinas y psicologías que hay en el mundo. Se evitan la nervosidad y desasosiego mediante la practica regular e intensa del ejercicio físico. De él necesita la persona dedicada al trabajo intelectual para mantener despejada la mente.”

Así las cosas, nosotros decimos que el deporte, para conservar la salud, más que el deporte de competencia, es para viejitos, en particular  el alpinismo.

 En otras palabras, es que llegando a la mitad de nuestra vida, que en México es de 75 años de edad total, es el momento en el que somos sometidos a la más rigurosa auditoria biológica por la naturaleza misma.  ¡Y ahí  no hay sinodal que se venda y nos diga cosas bonitas!

Es la edad en que  todo estado psicofisico  empieza a venir a menos. El sedentarismo en el sillón, frente al televisión, más de la cuenta, es la mejor manera de salirse cuanto antes de este planeta. ¡Con eso cuentan los sistemas de pensiones! ¡Que viva el sedentarismo para que más pronto dejen de cobrar sus pensiones!

Por eso decimos que allá por los cincuenta años de edad, hay que agarra la mochila y caminar por las montañas. Y escalar. Sino los noventa, o más grados, como antes, dos o tres grados, y todo será ganancia para la salud.




Dr. Gali:  “Un hombre entrado en años contrajo, en el rigor del invierno, una gripe que lo obligó a recluirse en sus habitaciones por largo tiempo; a consecuencia de permanecer sentado se le hincharon las piernas, y se puso decaído y nervioso. Un análisis médico demostró que no estaba enfermo del corazón, como se suponía, sino adolecía sólo de pereza circulatoria y de pesadez, ni siquiera como consecuencia de su avanzada edad, sino de su inmovilidad física y falta de ejercicio. No se le prescribieron medicamentos, pero sí ejercicio físico una caminata diaria de dos a tres kilómetros; a los diez días había desaparecido al hinchazón de piernas, la gripe y todos los malestares que sentía, y con la practica del ejercicio vivió muchos años todavía, en completa salud y bien estar general.”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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