LA LIBERTAD, SEGÚN BERGSON


 

“La libertad se intuye, más no se define” H.B.

 

Decidimos hacer una cosa, o emprender una acción, porque tenemos la libertad de decidir. Porque somos libres.

En ocasiones acertamos y en otras nos equivocamos. Se nota más (somos  conscientes) nuestra libertad de decidir cuándo erramos, que al acertar.

No nos gusta, pero la imperfección es la prueba de que somos libres, cuando estuvo de por medio el decidir.

Vamos por esta ruta de ascensión, en la montaña, en lugar de aquella, es decir, estamos decidiendo.

 
                                            ¡Estoy decidido!
 
Lo que más se acerca a la perfección es un robot, digamos, el mecanismo fino de un reloj. El reloj no tiene poder de decisión. Fue hecho para no equivocarse, en tanto le demos cuerda, o la pila dure.

Con el humano, dice Wahl,” prefirió Dios darnos la libertad con sus malas consecuencias posibles antes de hacernos perfectos pero sin libertad.”

Jean Wahl, Introducción a la filosofía.

O, si se prefiere, en la carrera decidir brincar para el otro lado del río,  en lugar de  trepar a un árbol, antes que nos alcance el león, esto para los que prefieren la Evolución, en lugar de la Creación. Los que dicen Célula Primordial, en lugar de Dios.

Quien haya sido, el caso es que estamos dotados de la facultad de decidir.

Decir: Me inclino por la Evolución o, prefiero la Creación.

Bergson se inclina por contemplar el tema de la libertad en  la acción y no en el anquilosado:

“En el momento que precede al acto hay una deliberación. Mi conciencia oscila entre dos alternativas. Luego pude haberme decidido por la otra. Si no lo hice es, pues, que soy libre.

Henry Bergson, Introducción a la metafísica.

Si bien, me decido por la poltronería y me echo en el sillón a comer palomitas, mientras veo la televisión, también estoy haciendo uso de mi libertad
 

Sigue la pregunta si la decisión tomada ya estaba determinada y sólo fue una ilusión mi cantada decisión.

¿En base en qué tome la decisión de ir por esta ruta y no por la otra?

¿Apliqué conceptos lógicos, de conocimiento, o lo hice por intuición, que se define por conocimiento antes del conocimiento? (instinto + inteligencia)

Bergson dice que aquí se comete una grave confusión entre conocer por conceptos e intuir directamente:

“En realidad los actos humanos no son imprevisibles, porque su determinación es interna, totalmente distinta de la determinación física en el espacio; en una palabra, porque son libres.”

Con la noticia que esta parte libre, nuestra, es la que menos nos pertenece ya que vivimos en sociedad y esta nos empuja.

 A semejanza de las varias circunstancias que encontramos en nuestra ascensión y no siempre nos salemos con la nuestra: el alud, la tormenta de nieve, el desprendimiento de esta parte de la montaña. O lo invisible como es la altitud y pesa más que la pesada mochila que cuelga de nuestros hombros, la falta de agua...

Todo eso es previsible pero para medirla, en toda su exigencia, hay que conocerla. Por eso en alpinismo son las salidas, o expediciones, de reconocimiento.

Por lo pronto hay algo que atajó mi libertad. Pero ese mismo impedimento me da la medida de mi capacidad para prepararme y hacer valer mi libertad.

La frase que decimos, aunque no tengamos plena conciencia de ello, es: “Estoy decidido”.

 Bergson escribe: “En lo más hondo de la personalidad somos nosotros lo que realmente somos, y de ese fondo es de donde surgen de vez en cuando, rara vez, porque la vida no los tolera fácilmente, los actos plenamente libres. Algunos, empero, consiguen salir, y entonces puede en verdad decirse que algo totalmente nuevo ha sucedido en el universo.”

Bergson
Henri-Louis Bergson o Henri Bergson (París, 18 de octubre de 1859 – Auteuil, 4 de enero de 1941) fue un filósofo francés, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1927. Hijo de un músico judío y de una mujer irlandesa, se educó en el Liceo Condorcet y la École Normale Supérieure, donde estudió filosofía. Después de una carrera docente como maestro en varias escuelas secundarias, Bergson fue designado para la École Normale Supérieure en 1898 y, desde 1900 hasta 1921, ostentó la cátedra de filosofía en el Collège de France. En 1914 fue elegido para la Academia Francesa; de 1921 a 1926 fue presidente de la Comisión de Cooperación Intelectual de la Sociedad de Naciones. régimen de Vichy El bagaje británico de Bergson explica la profunda influencia que Spencer, Mill y Darwin ejercieron en él durante su juventud, pero su propia filosofía es en gran medida una reacción en contra de sus sistemas racionalistas.1 También recibió una notable influencia de Ralph Waldo Emerson.

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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