LA PRIMERA ESCALADA SOLITARIA A EL COLMILLO


 

En escalada sino corres el riesgo de perder, no ganas.

A.A.G.

Este mayo (2018) se cumplieron sesenta años de la primera escalada solitaria a la aguja El Colmillo.

La llevó a cabo Alfredo Manjarrez, de la ciudad de México.

Es en  la Región de los Frailes, al oeste de Pachuca Hidalgo. Tiene unos sesenta metros de altura. A la sazón había varias cruces en su base de otros tantos accidentes mortales.

El Colmillo
la aguja en el centro de la foto
Se consideraba entonces una de las, tres, escaladas más difíciles de la región alpina hidalguense. Era tanto el prestigio alpino  de El Colmillo que los clubes alpinos, de la capital, la incluían en sus programas de excursiones. Aunque no fueran.

Unos diez montañistas pasamos esa noche  de mayo, de 1958,  en el refugio “Benito Ramírez” de los Frailes.

Con las características  de alta montaña, este refugio( todo de madera, construido por el Grupo de los Cien organización alpina, altruista, de la ciudad de México, que construyó por ese tiempo, varios, por no decir muchos, refugios en alta montaña para alpinistas ) tenía varias literas.

El Colmillo viste desde el norte
Heriberto Salazar efectuando
el rappel
Estuvo ubicado al pie de la roca Los Frailes, en la ladera oeste, cerca también de la base de El Acolito. Duró el refugio varios años y al final desapareció. Desmantelado por, quién sabe quién, se llevaron hasta la más pequeña de las tablas.

Este pequeño, bello y  muy útil, refugio aparece citado en el libro Alpinismo Mexicano, de Armando Altamira G. Editorial ECLALSA 1972, México.

La noche anterior la pasamos en este refugió unos diez o quince  montañistas, unos  de México y otros de Pachuca.

Por la mañana, luego del almuerzo, cada grupo se fue a realizar su escalada, en esa zona amplia en cumbres rocosas de agujas y paredes.

Alfredo Manjarrez, con sus  compañeros habituales de cordada. Es probable (no  recuerdo) que entre ellos estuviera José Merediz, también de México.

Por la tarde, de regreso al refugio, nos enteramos que Alfredo había realizado la escalada al Colmillo, él solo. Era la primera solitaria a esa aguja.Lo felicitamos.
 
 Era el tiempo en el que a los alpinistas se les creía. Sino habían logrado su ascensión igualmente lo decían.

Además, Alfredo era el que había subido  cinco veces el Colmillo (en tanto que otros lo escalamos una o dos veces), por lo que la noticia, de mucho mérito, no fue algo increíble.

Alfredo Manjarrez,
al regreso de escalar en la pared Los Perros.
Al fondo el pueblo de Salazar en el Estado de México
En la primavera de 2015 recibí un correo por Internet. Era de su hijo que me comunicaba el fallecimiento de su padre:

“manja20259 de abril de 2015, 21:32

Soy hijo de Alfredo (Eduardo) Manjarrez "El Whymper" compañero de Cordada de José Merediz que Fallese este dia en la ciudad de México. DEP el ya logro hoy su mas grande cima. Adios a un grande de los pricipios de la escalada en roca en el país.

Responder

 

Respuestas

 

Armando Altamira Gallardo20 de abril de 2015, 14:45

 

“Hola:

Puedes estar seguro que tu padre fue uno de los más grandes escaladores. En una época que se escalaba en libre, a pura fuerza, nervio y coraje.

No te creas todo lo que ves en las películas de alpinismo. Hay mucho cuento, Tu padre fue un escalador de verdad, casi una leyenda.

Dejé de verlo hace muchos años, tal vez 45, pero lo recuerdo como si fuera hoy, sus gestos, sus risas, sus berrinches. Era muy berrinchudo. Lo estimaba mucho pero dejé de verlo porque simplemente un día perdí su huella. Él ya no fue a la montaña y no supe como localizarlo.

La roca El Colmillo, en especial, fue donde desarrolló todas sus potencialidades de escalador. Era tan difícil que pocos la podían escalar una vez. Al menos cinco cayeron intentándolo.Él la escaló cinco veces y una en solitario. Fue la primera vez que alguien la subía solo.

El Colmillo era tan peligroso de subir que puedo asegurarte, sin exagerar, que varias veces estuviste a punto de no haber nacido.

El tiempo que viviste con tu padre fue una concesión que el cielo te brindó. No lo olvides nunca.
 
En una ocasión, yo iba detrás de él, vi como se le rompió un pequeño saliente de la mano derecha y quedó oscilando en muy precario equilibrio, sobre los otros tres saliente también pequeños (preludio de inminente caída), pero logró volver a pegarse a la roca.
 

Él, yo, y otros, realizamos varias escaladas ya conocidas, y otras que nosotros abrimos por primera vez,en el flanco oriente del cerro El Chiquihuite. Algunos de esos "otros" murieron jóvenes en la montaña.

Tengo un blog, este por el que te estoy escribiendo, y en el publiqué hace tiempo una ficha técnica de cómo subir El Colmillo. En él hago una especie de reconocimiento, homenaje. A tu padre por sus méritos de escalador.

Puedes encontrar el blog entrando en Internet, escribiendo la palabra Tlamatzinco y luego buscas El Colmillo.

Me gustaría que me enviaras las fechas de su nacimiento y su fallecimiento para integrarlas a la ficha que te comento.

Siento inmensurablemente la muerte de mi amigo y compañero de escaladas.

Saludos.

Armando”

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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