PLOTINO Y MORENTE: EL ALMA


 

¿Qué pueden tener de común, en su discurrir intelectual, dos filósofos con 15 siglos entre ambos? El alma.

El motor, el primer motor que mueve las acciones y las cosas, es la voluntad, para Schopenhauer. Para Morente lo que mueve todo es el yo. Mi yo íntimo, (a diferencia de mi yo público). Mi yo es el espíritu del alma, dice Morente.

“El yo contempla todo lo que sucede en el alma; el yo es conciencia, es el que toma la cuenta al alma; es el espíritu del alma.” (Manuel García Morente, Estudios y ensayos)

Pero el  que ejecuta las acciones es el alma. Mi yo íntimo puede ser tan osado como Aquiles, o tan supremamente valiente como Cuauhtémoc, o como Héctor, el de Troya, y mi alma, según su constitución, lo hace, o no lo hace.

Mi yo puede aspirar a la santidad pero no tiene lo suficiente para tal empresa y me conduce en dirección contraria.

Sé lo que es bueno y hago lo malo, dice San Pablo.

 O tipos malos, como Jean Valjean, quieren hacer el mal y hacen lo bueno. En política, en tiempos de precampaña, miles son redentores de la humanidad, pero al final del sexenio vemos que sólo tres pasaron la prueba. En los lugares santos  hay algunos demonios vestidos de frailes.

Dibujo tomado de
El País
21 octubre 2017
Otra manera de decirlo es: “No crecemos con los años sino con las cosas que nos tocan vivir.” (Pensamiento de la película Winter Sun)

“El yo no es, pues, lo que efectivamente somos, sino lo que quisiéramos ser.” Morente.

“El camión al infierno está empedrado  de buenas intenciones”,   dicho popular.

El yo, en cada caso particular, soñaba con grandes propósitos, pero su alma no estuvo a la altura de las circunstancias.

Blaise Pascal se lamenta: “cómo conoceremos netamente las substancias espirituales, teniendo un cuerpo que nos agrava y nos abate  hacia la tierra.”(Pensamientos)

Para Plotino el alma está en los linderos de lo espiritual y lo fenomenológico.

Llega a estar cuando hay correspondencia de alma  y el yo. “Las mejores logradas son aquella líneas rectilíneas y armoniosas en donde el alma da al yo, medios para la realización de lo que el yo quisiera.” Morente.

Esta particularidad del alma de, según su consistencia, su fortaleza o su debilidad, la expresa Plotino:

“inclinándose a la materia, el alma se reduce a impotencia completa, por agotamiento total de sus facultades propias, y lo contrario acontece si se eleva hacia la inteligencia y recobra de tal manera la plenitud de las potencias del Alma Universal.” (Eneada primera)

El yo, dependiendo a la distancia en la que se encuentre, del Alma Universal, es el que va  a aspirar a esto o a aquello. Si cerca, se elevará, si lejos, descenderá.

Pero no hay que mirar hacia las nubes para tratar de descifrar lo que, al parecer complejo, nos dicen estos pensadores. Lo que nos dicen, a su modo, es lo que está pasando cada día frente a nuestras narices.

Almas fuertes que estuvieron a la medida de su yo. O almas débiles, con respecto a su yo, que quedaron en meras palabras sus buenas  intenciones.


( Morente es un ilustre pensador español de esos que no nacen todos los días, por más que algunos de sus paisanos digan lo contrario)
 

 
PLOTINO

“Plotino. Nació en el 204 ó el 205 en la ciudad egipcia de Licópolis, hoy Assiut. En el 232entró en el círculo de Amonio Saccas (o Sakkas) en Alejandría, de quien también fueron discípulos Orígenes (no el cristiano)[cita requerida], Longino y Erenio. Se embarcó en 244 en la expedición del emperador Gordiano III contra los persas con el propósito de conocer la filosofía de los pueblos orientales. Fracasada la expedición y asesinado el emperador, logró dificultosamente refugiarse en Antioquía. Abrió en Roma una escuela de Filosofía (246) y llevó una vida severa: era vegetariano, no se casó ni se dejó retratar "para no dar lugar a una sombra de otra sombra". Se le atribuyeron dotes místicas de visionario y se dice de él que recogía niños huérfanos y les daba educación. Su discípulo Porfirio, autor de su biografía Vida de Plotino y de la sistematización y publicación de su obra central Enéadas, refiere que en los seis años que estuvo con él tuvo hasta 4 uniones místicas”WIKIPEDIA.

 

 

 

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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