ANIVERSARIO DE LA “ESCALADA TORMENTA”


 

Eran del club alpino Tormenta, de la ciudad de México, los que realizaron la primera escalada a la pared norte-oeste del conjunto conocido en el alpinismo  como “León Alado”.
 
                                                     Grupo León Alado
Se marca la ruta trazada por Salim kalkach
 
 
Pared norte, en el extremo oeste, de este   grupo de tres  paredes.

Sobre el valle del mismo nombre, en la Sierra de Pachuca, Estado de Hidalgo, un kilómetro al oeste del valle de Las Ventanas.

                                                                                                            Salim Kalkach
 
El valle del León Alado en la región se le conoce como “Diego Mateo”.

Salim Kalkach, Rafael Ascencio y Salvador Izquierdo, hicieron la cordada que llevó a cabo esta escalada. De unos cincuenta  metro de desnivel, a partir del corredor  horizontal de la base, arriba del valle.

 
Salim era el primero de la cuerda. Pudo colocar solamente una clavija.

Torre Negra
En el flanco este del Chiquihuite, en el Valle de México,  en la Coconetla, arriba del cuarto dínamo, en Contreras, y en las escaladas de alta montaña, ya se estaba practicando la escalada mixta y la artificial. Pero todavía eran los tiempos en que predominaba la escalada libre. Salim era de los libres y 50 metros  verticales le eran familiares.

  El trazo original de esta ascensión fue directo. Superada la pared, el resto para la cumbre es más abordable.

Lado norte de Las Monjas
En el centro El Espejo
 
Empero, como varias escaladas de la región de Las Monjas, en Pachuca, su ficha técnica no aparece ni su relato de la ascensión. Tal es el caso de El Nopal, roca por el rumbo de Contadero, al noroeste del pueblo de Estanzuela.

El Corazón, roca cercana en el este, de la pared de Las Goteras, igual no tiene registro alguno. O El Dromedario, en Los Ermitaños, por el rumbo de Tulancingo, etc.

En el mes de septiembre de 1963 Salim y los otros fue cuando realizaron esta ascensión. Hace 56 años. Hasta entonces fue también la primera en ese grupo del León Alado. En años posteriores, muy acá, se abrieron otras rutas en la pared norte, de más al este.

Salim Kalkach fue un escalador que repasó mucho de lo que se había escalado hasta entonces, por otros. En la Sierra de Pachuca y en el valle de México, por ejemplo, la pared este del cerro del Chiquihuite o en la Región de Los Frailes, de Actopan.
 
                                                    Otra vista de la pared
con la ruta trazada
 
Pero fue sobre todo un escalador que hizo nuevas  aportaciones al alpinismo. Participó en la conquista de la Torre Negra, vertiente norte del Popocatépetl. Arriba de la Cañada de Nexpayantla. Con Manuel Gonzáles trazó la primera a El Espejo, en el macizo de Las Monjas, arriba del pueblo de Chico Hidalgo.
Salim, segundo de la izquierda
Al fondo El Colmillo
Foto de Armando Altamira G.

Al menos que quede esta nota. Le llamo “Escalada Tormenta” porque, como se menciona arriba, así era el nombre del club alpino, de México, al que Salim pertenecía.

Algunos de aquellos escaladores de los año 50-60, del siglo pasado, ya murieron. A otros se los tragó la ciudad. No he vuelto a saber más de ellos.

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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