DISPOSICIÓN, CLAVE EN EL ALPINISMO


 

¿Cómo se obtiene esta disposición o de dónde viene? Nadie lo sabe.

El alpinismo se enseña de manera sistemática en México desde que empezaron las escuelas de montañismo, en el país.

En México  la primera escuela oficial se dio por medio de la entonces  Federación Mexicana  de Excursionismo, en los años cincuenta del siglo veinte. Su primer director fue Raúl Sánchez.

En 1978 la Universidad Nacional Autónoma de México publicó el primer libro de técnica alpina (título: Técnica Alpina) que se escribía por mexicanos.   Profusión de excelentes dibujos de Manuel Sánchez y textos explicativos sucintos  de Armando Altamira.

Antes se conocieron  en el país libros de técnica alpina, todos ellos buenos, que venían del extranjero. Conocimos uno alemán y dos españoles:

LA TECNICA DEL CABLE EN LA MONTAÑA
 
Aleman:
Autores: Unión Alpina de Baviera

Época: Noviembre 1949 (no sabemos cuándo fue publicado el original por la U. A. de B.) Editores: Federación Mexicana de Excursionismo.  Traductores Prof. Máximo V. Wada Ingobert  Starke Félix N. Álvarez

EXCURSIONISMO
 
Español:
En el verano de 1916 este libro cumplió un siglo de haberse editado. Lo escribió José Ma. Có de Triola para la biblioteca “Los Sports”, a petición de su director Sr. D. José Elías Juncosa.

 ESCALADA

Español:

De Ernesto Mallalfré.

Textos  breves y excelentes dibujos.

Manuel García
(del Club Exploraciones de México)
ataca el paso clave de la vía Whymper, en el flanco
oriental del cerro el Chiquihuite, norte de
la Ciudad de México.
Ruta abierta, en los años cincuentas del siglo veinte,
 por Eduardo Manjarrez  El Whymper.

Manuel García regresaba,  cada verano, a la norte
de la Rosendo de la Peña, Circo del Crestón, arriba
 de Chico, Hidalgo.

En invierno subía el Filo Noroeste de la  Cabeza
(una de las  rutas más   alpinas de la alta montaña
del país, con roca, nieve y hielo) y participó en la escaladas de
Las Inescalables (5 mil metros s. n. m.),norte de la Iztaccihuatl, logradas principalmente
 por los escaladores del Exploraciones.
Foto de Armando Altamira
Todos estos libros dicen lo mismo, y no podría ser de otra manera. A semejanza de los  libros de matemáticas elementales que se editan en diferentes épocas.

Lo que cambia es el estilo artístico de las ilustraciones. O, en el caso del alpinismo,  el diseño de las herramientas para lograr el mismo resultado.

Sólo un ejemplo: subir por la cuerda, el segundo de la cordada, mediante los nudos Prusik y ahora está el ascender.

Llegados a este punto es donde empieza el terreno filosófico. ¿El alpinista nace o se hace? Es la pregunta que siempre brota y siempre también se queda en el aire.

Este tema lo abordó Sócrates hace casi veinticinco siglos, en Grecia, y todos su discursos se encuentra en la conversación que tuvo lugar entre Sócrates  con el gran sofista Protágoras.

Filo Noroeste
en el centro superior de la foto Las Inescalables
Para estas ascensiones se sale del refugio  El Teyotl
 

A través del tiempo se ha editado N número de veces este dialogo en prácticamente todos los idiomas del área de la cultura occidental.

¿La virtud es un don bajado del cielo o es un arte que se enseña en las escuelas? La enorme diversidad de estudios se debe a que no siempre se ponen en claro qué se entiende por virtud.

En tiempos del cristianismo tiene una connotación pero, ¿era lo mismo en al filosofía griega de aquellos tiempos?

El punto de choque  es cuando se pregunta ¿por qué los hijos no aprenden la, digamos, destreza que sus padres desarrollaron en ciertas áreas de la actividad humana?
El Filo Noroeste
El punto 2 es un tramo de unos 30 metros.
En primavera-verano suele estar descubierto
de nieve y hielo.
En invierno se recubre de hielo.
3-4 Las Inescalables

Y, sin embargo, eso hijos pueden desarrollar bien, o de manera admirable, otras profesiones.

La respuesta es tan sencilla como indescifrable: disposición.

Disposición para desarrollar esta o aquella actividad.

Grandes filósofos fueron inducidos por sus padres para estudiar lo que  los capacitaría para seguir con el negocio familiar y fueron unos fracasos. No pasaron del primer año de facultad.

Otros, como el caso de Schopenhauer, estudió contaduría pero el día que se graduó corrió a   inscribirse en el primer año de la facultad de filosofía. Y cuando su padre murió, arrojó al cesto su título de contador. Este caso es famoso porque, no obstante,  tanto su padre como su madre no eran nada ajenos a los estudios filosóficos, en especial la madre.

El cristianismo, que tiene el noventa por ciento de la Paideia griega, o tal vez más, se encontró con la misma aporía, con la misma dificultad. Padres que quieren  que sus hijos sean sacerdotes consagrados, estos abandonaron el seminario a la primera oportunidad, no era su disposición. Otros hijos siguen la vida de los altares aunque sus padres se opongan. San Francisco, por ejemplo.

La pregunta clave siempre queda en el aire: ¿Quién da, o quien condiciona esa disposición?

En el alpinismo como deporte, o mejor aún, como plan de vida, todas las actividades son de importancia. Y mienten los que digan que esta es mejor que aquella.

Hay excelentes escaladores que son pésimos caminantes. Otros  pueden caminar por montes, valles o llanuras, con la resistencia de mula, durante días,  y no escalan ni cinco metros.

Sobre el erg del Desierto de Samalayuca, Chihuahua. México

50 grados sobre cero. Al fondo la sierra de El Presidio,
más allá de Médanos Blancos.
Foto de Luis Burgos Peraita.
Otros son excelentes escalando en los 3 mil, pero en los 4 mil o más arriba no dan una… “Cada chango a su mecate” reza  un dicho mexicano”

¿De quién o de qué  proceden esas disposiciones, o esa fe?

El laico buscará la respuesta en la episteme, en la ciencia.

El que cree en los valores trascendentes buscará la respuesta más allá de las nubes.

En otras palabras: unos buscarán la respuesta en la cosa, y otros en el concepto de la cosa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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