EL RELATO PICTORICO DE MARIA ZADOT
Su optimismo, plasmado en el lienzo, es una respuesta de esperanza en tiempos de la inseguridad social y negatividad de ánimo en los individuos.
El artista busca su realización personal al plasmar con el pincel las líneas, y los  vacuos, tan reales e importantes estos como los trazos.
LA CABAÑA DEL BOSQUE.
DE  MARÍA ZADOT 1995

Nos relata sus sueños.  Miles de años antes del abecedario, la escritura ideográfica fue el vehículo de expresión del humano.
El novelista dice, generalmente por medio de su alter ego, con palabras sus estados volitivos y psicológicos al  ponerlos en boca de sus personajes. El poeta lo hace regularmente con la primera personas del singular.
Los personajes del pintor son seres y cosas que llenan su lienzo. A través de pintar cosas en su corporeidad, María Zadot descubre su pensamiento. Elige el tema que va a plasmar sobre la tela, pero esta elección es con base a su personalidad.
Leo una novela y estoy conociendo estrictamente lo que el escritor quiso decir. Lo mismo pasa con La escultura de martillo y cincel.
Veo un cuadro y ni yo ni nadie podrá decir, y menos asegurar, qué fue lo que quiso decir el pintor. Veo la cosa pero no veo el espíritu de la cosa.
 Su realización es íntimamente personal. Como el poeta con su poema. Pero también del que observa el lienzo. Los volcanes de México, Popocatépetl e Iztaccíhuatl, que pintó Diego Rivera son distintos de los que pinto el Dr. Atl. 
Sin embargo, esa realización del artista es del tiempo presente. Mañana pensará su tema de otra manera. Es la permanencia del individuo (el mismo desde que nace hasta el ocaso) pero con una dialéctico devenir.
Sucede igual a los filósofos. Casi todos ellos hablan de “mis escritos de juventud”. Están diciendo que ya contemplan el tema de otra manera o, de la misma pero más acabada.
EL NIÑO CUIDANDO A SU PERRO
DE ANA DELIA,HIJA DE MARÍA ZADOT,2001

En el alpinismo es lo mismo. Después de la conquista a una montaña le trazamos varias rutas diferentes de la primera.
Cincuenta kilómetros al norte de Pachuca, capital del Estado de Hidalgo, México, está  el bello y apartado caserío entre montañas de San Nicolás Xate. La cuna de María Zadot.Es una comunidad campesina propia de cultivo de temporal. Exento  de “atmosfera del arte.”
Los temas de su obra están allí. Relata con imaginación de artista. Igual en el arte de la novela el escritor se apoya en una o dos realidades de su vida y el resto es fantasías, fracasos, sueños y anhelos.
Los  cuadros de María Zadot no hacen  la galería pictórica  del terror, o del drama existencial, con la que tanto se identifican  las multitudes.
Hay en el mundo una especie de negatividad en la devoción por el underground.  La posibilidad para contemplar lo bello de la empresa se nubla y la forma positiva escapa.
Lo bello y su negación son parte de la vida en su totalidad. Pero cuando lo abstracto se sale de la totalidad y destaca sólo una parte del conjunto, queda  la negación de la vida. Jean Wahl, filósofo marsellés moderno, anota: “nos proyectamos a nosotros mismos en las cosas.”
La personalidad fue definida desde antes de los tiempos pero también modelada por la tierra que la vio nacer y el trato con la gente de su contexto social.
El caserío de San Nicolás Xate es recorrido por fuertes vientos, limpios, del norte  y del oeste, los 365 días del año. Tlahuizcalpantecutli, en lucero de la tarde, la gran estrella que en occidente se conoce como Venus, se ve brillar   de manera impresionante en el mes de mayo sobre el cielo de San Nicolás.
Los sujetos que María Zadot pinta en sus lienzos están llenos de atributos que cantan a la vida.
 El sol rojo redondo se puede ver de frente por la mañana cuando asciende de la Sierra de las Navajas, por el rumbo de Tulancingo, y por la tarde ocultarse detrás de las montañas de Actopan.
GALERIA EN SAN NICOLÁS XATE

La producción de Zadot son flores y casas entre el bosque modelado por riachuelos.
Las cosas no cambian cuando las conocemos, según el pensamiento racionalista. Otro modo de ver es que se entra en una nueva relación al estar en contacto con ellas.
El noviazgo es una nueva relación de dos personas otrora solas. La montaña suiza Materhorn no es la misma después de Whymper, ni el monte Cervino italiano es el mismo después de Carrel.
San Nicolás Xate es otro por la acción del espíritu artístico de María Zadot. Pero habrá conciencia de ello hasta la próxima generación.



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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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