PASCAL EN NUESTRO SIGLO

 


Referencia

Blaise Pascal, Pensamientos


Dios es el leitmotiv de Pascal, en la segunda etapa de su vida, la primera fue la ciencia de investigación.

Thoreau, en su Desobediencia civil, declara que vino a la vida no para cambiar al mundo sino para vivir en él, esté como esté.

Pascal, por el contrario, es de esos espíritus que quieren llevar a todo ser humano al cristianismo.

No como   Kierkegaard que critica a los  conciudadanos de su tiempo, que les daba por hacer cristianos a los que ya eran cristianos, y según tendencia de los grupos que en el siglo veintiuno, andan a diario recorriendo las calles no en busca de ateos para hacerlos cristianos sino en busca de cristianos para hacerlos cristianos…

Pascal enfoca sus energías al tratar de convencer al no creyente, al ateo, al que confía su vida a la razón, como será la tónica del siglo XVIII, cuando aparece lo que se conoce como la Ilustración.

Pascal fue asiduo lector de los Ensayos de Montaigne con el que coincidió en muchos aspectos y en otros no.

El método de Pascal no es cantar las bellezas de la religión, o hacer la apología de ésta, sino de que el individuo haga conciencia de lo limitado que es confiar en la razón.

Pascal sabe de sobra el terreno que está pisando. Antes de hacerse místico fue matemático y físico. Se le tiene como un gran científico por las investigaciones,  e inventos, que llevó a cabo y sus obras que escribió en este campo y fueron publicadas, por él, o por otros  en los tiempos posteriores a su muerte.

De ser un hombre de ciencia ahora va en busca de la verdad por el camino de la sinrazón, porque la razón ha quedado en un plano por demás  estrecho.

Los argumentos filosóficos en favor de la existencia de Dios no le bastan  a Pascal, dice que “El Dios de los filósofos es hijo de las mismas limitaciones de la razón que se expresan  en el terreno físico- matemático. La única posición filosófica coherente es la del  escepticismo, pero éste en su negatividad aporta una crítica de la razón, no un camino para conocer a Dios”.

San Agustín llegó al cristianismo desde el platonismo luego de recorrer los diversos  caminos   de las filosofías de su tiempo. Pascal llega al cristianismo desde la ciencia.

 


                                          Blaise Pascal 1623-1662

Eran los tiempos en el que los hombres de ciencia no se ruborizaban frente a sus creencias religiosas ante la dicotomía Creación-Evolución.

Pascal se convierte al cristianismo entrando por el jansenismo. Corriente religiosa  que gozó de popularidad a partir del siglo  XVII. Sinónimo de intransigencia que enfatiza la depravación humana de la que solo se salvarán los señalados desde el cielo. Los puros.

En algún momento Pascal polemizará con la Compañía de Jesús. Pero su lucha es por hacer que el libertin abandone su apología a la razón, no es contra Roma. En realidad se le menciona como un teólogo católico.

Entiende que el hombre es un sujeto en el que habita la grandeza y la abyección (no sólo la abyección), que anhela la verdad y vive  en el engaño y que no es el idealizado individuo del puritanismo.

 


Dibujo tomado del libro

La psiquiatría en la vida diaria

de Fritz Redlich 1968


Concluye que el catolicismo es la religión apropiada: “El hombre es superior por su conciencia, y ésta le dice que sólo una religión que sea capaz de comprender su naturaleza dual puede ser la verdadera. Esta religión es la católica, porque solo ella ha sabido explicar la grandeza y la miseria del hombre a través de los misterios del pecado original y de la redención.”

Por sus puertas, siempre abiertas, desde hace dos mil años, entran asesinos, en búsqueda de redención, gente común y santos anónimos. Y salen  delincuentes morales que, instalados cómodamente en el seno de la Iglesia,  se creían santos.

Durante mucho tiempo Pascal fue tomando notas para escribir su obra  Pensamientos, que originalmente él había titulado Apología del cristianismo.

“El hombre –dice-no puede entender qué es la corporeidad y menos todavía qué es el espíritu, y en absoluto cómo pueda estar unido a un espíritu.”

Su lema es: “Dios sensible al corazón, no a la razón”, lo que  estaría cerca de lo que  Bergson llamaría intuición, un conocimiento interior e inmediato, antes del conocimiento razonado.

Es famoso el  argumento pascaliano conocido como la Apuesta: ¿Dios existe o no existe? Sí no existe-dice Pascal-,  no pierdo nada. Si existe gano todo.

No es una ocurrencia convenenciera y huera la segunda. Empezando porque en  esta vida se abriguen propósitos que de seguro arrojarán  beneficios psicofísicos al individuo y al grupo al que pertenece.

Lo cual  no es poca cosa en estos tiempos de emigraciones masivas “ilegales”.  Aparición cada vez más frecuente de asesinos seriales contra las mujeres. Una inseguridad generalizada que, en varios países, se trabaja en la mañana como guardianes de la ley y por las noches hace bandas de la delincuencia organizada.

 

En estos tiempos de la pandemia moral, más que viral, donde todo se relativiza, se consume  y se echa al basurero, empezando por las personas viejas y las mujeres jóvenes. Las fichas rojas de la Interpol buscando a los que apenas ayer prometían  mejorar la canasta básica del pueblo. Leer a Pascal es como encontrar un arrecife  en medio del océano encrespado. Uno de sus pensamientos dice:

“Es necesario guardar silencio tanto como se pueda y no conversar más que con Dios, que sabemos, es la verdad.”

Pascal fue duramente criticado por pensadores como Voltaire y por Goethe. Éste dice: “Voltaire, Hume, Holbach, Lamettrie, el famoso Rousseau y todos sus  satélites distaron mucho de dañar  a la moralidad y a la religión como el severo y enfermo Pascal.”

En realidad los antecedentes de Pascal “proceden de las corrientes místicas de la Iglesia, desde San Pablo a San Agustín.”

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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