Xathe, un enclave arqueológico olvidado de México

 

 

 

Referencia:

Fray Bernardino de Sahagún, Historia General de las Cosas de  Nueva España

 

Xahte vive el inconsciente colectivo, náhuatl, a través de la presencia católica a partir del siglo dieciséis. Vive  sobre los grupos del cristianismo  procedente de la Reforma protestante, en México,  con presencia a partir del siglo veinte. Vive también  teniendo presente la actual cultura industrial  que todo lo relativiza para enseguida consumirlo y desecharlo.

Todas estas presencias tienen su templo. Las primeras en un inmueble y la del liberalismo moderno, de consumo y deshecho,  en las pantallas de la televisión y el celular.

La cultura original no tiene templos, más vive en el inconsciente colectivo del pueblo de San Nicolás Xathe.

Se le desconoce pero se le invoca. Borraron sus imágenes, y destruyeron sus esculturas y pirámides, o de su Ayahucalli, pero no se movió un ápice de su alma.

 


   Sección oeste de la sierra sur de San Nicolás Xahte. La cumbre del     centro es el Chicometepetl.

Los interlocutores de la religión de Nanahuatzin-Tezcatlipoca son los santos y las vírgenes del catolicismo.

 

Eso nos comentaba un habitante de San Nicolás Xahte en tanto remontamos la cuesta del cerro sur del valle. No tiene nombre esta montaña y la nombramos como Chicometepetl: Siete- montaña.

La cumbre es parte (la más alta) de una sierra con siete cumbres que van en sentido este-oeste y una elevación de 2,300 metros sobre el mar.

¿Se le desconoce pero se le invoca? La expresión requiere un breve recordatorio. Cristianismo no aceptado por el modo dialectico sino impuesto bajo amenaza de muerte.

En el siglo dieciséis se dio un doble fingimiento. Los naturales  fingían creer en los personajes del catolicismo en tanto rezaban a sus eternos dioses y diosas. Los frailes sabían que estaba fingiendo y, a la vez, ellos fingieron que creían  que era al cristianismo al que rezaban.

Paralelamente se llenó el panorama con la trasformación en demonios las representaciones de los dioses. Y una fea palabra apareció: idolatría.

 


Templo católico probablemente del siglo dieciséis. Fue dinamitado en el primer tercio del siglo veinte. Hipotéticamente emplazamiento del Ayahucalli en el valle.


Todo idolatra que persistiera en la invocación a Tezcatlipoca- Tláloc acababa devorado vivo en las fauces de los perros de los conquistadores o en la hoguera. En un costado de las Alameda Central, de la ciudad de México, hay una placa conmemorativa para indicar el lugar que se le conoce como “El Quemadero”.

 


                     Acercamiento de la cumbre Chicometepetl.


Los grupos seudo cristianos del Antiguo Testamento que hay en la región también pregonan que a  los idolatras les espera el infierno.

La mayoría se apresuró a fingir estar convertido al cristianismo. Los que persistieron fueron los santos de la religión de Tezcatlipoca.

Así como fueron elevados a los altares los que murieron en nombre de Cristo en los días del Imperio Romano: Pedro, Pablo, Esteban, etc.

Es el leit motiv, el motivo central, por el que   Fray Bernardino de Sahagún escribió su magna obra: “Descubrir el  fingimiento de los idolatras”.

Pasada las primeras y segundas generaciones pos conquista,  se borrarían las representaciones y los nombres de sus dioses. ¡Y así sucedió! Pero la  fe profunda en los dioses a los que habían invocado y adorado durante milenios, perduró.

La gente de San Nicolás va con el siglo y en Atotonilco el Grande, la población próxima, se encuentra la tecnología como en cualquier país del planeta.

Si está enferma consulta al médico universitario. Sin  embargo escuché de primera mano  dos relatos de  personas prácticamente desahuciadas por la ciencia médica. Enviaron (ni siquiera podían subir) su ofrenda al adoratorio de Chicometepetl y de inmediato se curaron.

Estos casos ninguna relación tiene con los “brujos” que en la región se anuncian por televisión y por la radio. Sólo recurrieron a su ancestral fe en los espíritus que habitan esas montañas y en algunas partes del valle.

Tres sitios hay en San Nicolás Xahte de importancia arqueológica. Esta es una labor para la arqueología científica. Nosotros  solo consignamos notas, tomadas por una convivencia de un año, viviendo en la comunidad cuando huimos de la peste del coronavirus que azotaba especialmente, las ciudades.

En la cumbre del Chicometepetl (2,300m) hay un hoyo de unos tres metros de diámetro por otros tantos de profundidad, en donde, hipotéticamente, se encontraba edificado un Ayahucalli o casa de (oración) de niebla.

 


En la cumbre del Chicometepetl. Se ve la destrucción del lugar en el que, hipotéticamente, estuvo construido el Ayahucalli.


Conocemos estos Ayahucalli en la parte noroeste de la montaña Iztaccihuatl, en los 4,200 m, que lleva por nombre El Solitario. Y el del monte Teocuicani, vertiendo sur del Popocatépetl, edificado en los 3,150m. Montaña al norte   del pueblo de Tetela del Volcán.

 

Los momoztli o altar piramidal pequeño de montaña eran para las alturas medias, o los caminos en el valle, como ahora son las capillas a la Virgen de Guadalupe que hay en las calles de la ciudad.

Había la práctica, en el día de su construcción, de depositar por debajo de  su base cosas valiosas, muy valiosas como el jade o jadeíta, pero también joyas y piezas de oro y plata. Esto lo supieron los conquistadores y se apresuraron a  destruir los momoztli y cavar sus mismos cimientos. De paso, con la bendición de los frailes, por destruir la escultura de los “demonios”.

A tres metros de esta excavación, un pequeño lugar con ofrendas (flores, monedas y comida)  llevadas recientemente para pedir, o dar gracias, por algún acontecimiento pedido o concedido por la divinidad.

 


 Sitio de ofrendas: víveres, veladoras, monedas, flores, una botella, testigo de un juramento antialcohólico...


Ascender al Chicometepetl requiere un esfuerzo leve para los montañistas de deporte pero para la gente debe significar algo más fatigoso, aun tratando de gente habitantes rudos  de la comunidad rural. Y sin embargo suben.

 


Figura antropomorfa, preside el lugar. Tallado burdo, probablemente de épocas prehistóricas.


En la cumbre norte (2,360m) (la más alta de una serie de ante cimas),  con relación al poblado, otro lugar frecuentado para dejar ofrendas. Con suma dificulta se podría encontrar algún vestigio de la construcción original del momoztli. Pero la gente le llama con familiaridad “El oratorio “.

Este cerro tampoco tiene nombre. Le llamamos Mictlampatepetl o montaña del norte.

En la orilla este del poblado las ruinas de un templo católico. Hipotéticamente edificado en el siglo dieciséis, sobre los escombros de una pirámide. O, pensamos nosotros, un Ayahucalli pues este valle (2,000m) con frecuencia es cubierto por nieblas tan espesas que a cincuenta metros no se distingue una casa. Es un punto de investigación para la arqueología académica.

El templo católico corresponde en antigüedad al ex convento de  Metztitlan (el convento se empezó a construir por los monjes agustinos en 1536) unos setenta kilómetros al norte de Pachuca, la capital del Estado de Hidalgo. Conserva restos de pinturas con los mismos motivos y colores. La fachada del templo de San Nicolás está orientado al oeste, “por donde el sol se oculta tras las lejanas montañas de Actopan.”

Este templo católico fue dinamitado, cuando la persecución religiosa en México, en el primer tercio del siglo veinte.

Las tierras del valle se cultivan con agua de temporal. Si la primera lluvia se tarda es cuando sacan al santo o a la Virgen en procesión por las calles pidiéndole agua. En la ciudad cuando falta el agua se cierra las avenidas pidiéndole al que corresponda de la alcaldía abra las llaves.

Al levantar la cosecha se lleva a cabo una fiesta -ceremonia sobre los surcos para dar gracias a la tierra por  los alimentos recibidos a partir del maíz.

Difícilmente se encontrarán a quienes de la comunidad tenga alguna noticia que eso es pura religión náhuatl, no del pasado sino que el presente no ha pasado. No una religión fosilizada sino un modo de pensar vivo y perene.

Sintetizando:

En el campo, cuando llega la temporada de lluvias, al final de la primavera (temporada de huracanes), es una bendición.

La gente de la ciudad no necesita creer ya en los dioses pues  tiene a la mano la tienda de autoservicio.  Es un fastidio la temporada de lluvias pues se le mojan los zapatos y es preciso cargar con el molesto paragua…

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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