MAUGHAM Y LOS NOVELISTAS

 

 

W. Somerset Maugham :De la miscelánea de siempre 

Es un abuso utilizar la novela como púlpito o estradoW.S.M


Lo que contiene una novela sólo existe en esa novela.

Es una obra de ficción, no el Baldor de matemáticas.

A semejanza del poeta que le canta a su amada, que jamás existió en la realidad y sólo fue una creación de su alma.

Ni el novelista ni el poeta están obligado a escribir como yo pienso que deberán escribir.

¿Novela progresista con final patológico? ¿Novela desde el romanticismo con beso apasionado al final? Huele al viejo pleito entre Ilustración y Romanticismo.

Unos por convicción sincera y otros por mercenarios de la pluma.

Unos serán premiados por los poderes del Estado, según el color que en ese momento tenga éste, y otros por los príncipes de la Iglesia, según sean del área progresista-metafísica o de la espiritualidad-conservadora…

Como persona particular, según nuestro carácter, o personalidad nos inclinamos, honradamente, hacia un lado o al otro. O si somos blandengues culturales nos llevarán para allá o para acá, según sean sus intereses.

Muchos compramos la ropa ya hecha y pocos la diseñan a su gusto.

Una novela intentando conducir a la persona colectiva, o masa, hacia un final determinado sin despegar los pies de la tierra, como el programa de un partido político con título de novela, la otra llevarla hacia el reino de los cielos, como dice el catecismo.

La tercera corriente de la intelectualidad es la nihilista que ya agarró el camino del eclecticismo disolvente. Las obras de estos son las más solicitadas a las editoriales.

Una universidad de Estados Unidos llevó a cabo, durante ochenta años y con veinticinco millones de personas, una encuesta y el resultado fue que lo kaputt, kaput,  caput, nos llama más que nada.  Nos identificamos más con lo quebrado de la vida que con los angelitos de Rubens.

 


William Somerset Maugham / ˈwɪljəm ˈsʌməsət ˈmɔːm/, CH fue un escritor británico, autor de novelas, ensayos, cuentos y obras de teatro. Durante la década de 1930 fue considerado el escritor más popular y mejor pagado del mundo. Wikipedia

 

Aquí es donde Maugham escribe:

 Es un abuso utilizar la novela como púlpito o estrado

 En ese tono  está lo que Maugham dice de  la novela :

Sólo los muy ingenuos pueden suponer que una obra de ficción ha de dar informes fidedignos sobre temas importantes para sus vidas. Por la naturaleza misma de su capacidad creadora, el novelista es incompetente para tratar dichos asuntos; él no se debe a la razón sino al sentir, al imaginar y al inventar. Es parcial. Los temas elegidos por el escritor, los personajes que crea y su actitud ante ellos, están condicionados por su parcialidad. Lo que escribe es expresión de su personalidad, manifestación de sus instintos, emociones, intuiciones y de su experiencia. Arregla sus dados a veces sin saber cómo, pero otras sabiendo muy bien lo que se propone; después usa toda su destreza para evitar que el lector lo descubra.

Y de los novelistas:

Los escritores llevan vidas oscuras. Ni son invitados a la mesa del alcalde, ni se los nombra ciudadanos honorarios de las ciudades. No es para ellos el honor de romper una botella de champaña contra el casco  de un barco pronto a salir al océano en su viaje inaugural. No se agolpan multitudes, como ocurre con las estrellas de cine, para verlos salir de su hotel y saltar dentro de un Rolls-Royce. Tampoco son invitados a inaugurar bazares pro-ayuda de nobles damas venidas a menos, ni se les ve ante una aclamante multitud entregando una copa de plata al campeón de singles en Wimbledon.

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

Seguidores