VOLTAIRE, CANDIDO Y LA NATURALEZA HUMANA

 

 

 


Recordando a Voltaire

En el aniversario de su nacimiento: 21 de noviembre de 1694

Libros malos y aburrimiento son las palancas que mueve a la mayor parte de la humanidad a cometer fechoría sin fin, dice Voltaire.

  Muy lejos quedaron los tiempos en que jugábamos a las canicas y al trompo.

El mejor de los mundos posibles se llama a esta vida porque  está hecho de los más grandes contrastes: amor sublime y gente moralmente miserable.

 


  Mefistófeles y Fausto.

Estoy aburrido de tanta ciencia, ¿dónde firmo?

 

 Es la mezcla que compone la vida. No hay pueblo en la tierra que vaya de otra manera. Según el nivel de cultura de ese pueblo su existencia será terapéutica o catártica. Humana o infrahumana, tranquila o calcopiritica.

 

 No el nivel académico sino el nivel cultural El primero busca el mejoramiento económico y el segundo el progreso cultural.

De teos y ateos está hecha la cultura occidental. Hay quien vive una sana espiritualidad en tanto procura llevar las cosas del mundo con el principio de razón. Y tienen una disposición de dialogo en la sociedad.

La mayoría milita o en el romanticismo o en la ilustración y desde su barricada atisba a los otros. Esto empezó  en la antigüedad con la Ideas de Platón y con el modo de pensar de Leucipo (Demócrito, Epicuro).

Ríos corren de literatura de un bando y del otro, lo cual, si dejamos de lado las invectivas, y pistoletazos en las barricadas, enriquecen el texto.

Leer con atención a ambos informa, leer a sólo uno fanatiza en contra del otro.

Sólo un escaso número de individuos pueden conciliar ambos valores y pasar por el ojo de la aguja. Los demás  son pura santidad, que ya tiene poco de humano. O pura corrupción, que de igual manera se aleja de lo humano.

 

De amor y egoísmo está hecha nuestra vida y lo practicamos diez veces al día. Soñando siempre con el mejor de los mundos posibles de Leibniz en tanto nuestro egoísmo acaba con el hielo de los glaciares de descarga en el mar, los glaciares de valle y los glaciares de las montañas.

 

 Voltaire no se siente llamado, al menos en su obra titulada Cándido, a dar los tonos cálidos de la existencia humana. Desde la Ilustración, en la que militaba, no hace concesiones al Romanticismo, la ideología de contraste.

Su obra se centra en la trapacería a la que tan inclinados son las mujeres y los hombres. Ni a cual ir, todos tienen lo suyo:

“Todo el tiempo se consume en impertinentes contiendas de jansenistas con molinistas, de parlamentarios con eclesiásticos, de literatos con literatos, de Palaciegos con Palaciegos, de financieros con el pueblo, de mujeres con maridos y de parientes con parientes; es una guerra interminable”

 


“François Marie Arouet, más conocido como Voltaire (1694-1778), filósofo, poeta, ensayista, dramaturgo e historiador francés, es una de las figuras principales de la Ilustración. Luchó, empleando su pluma, contra la ignorancia, la intolerancia y el fanatismo.”

 

Unas palabras de Schopenhauer sería la introducción perfecta para el libro mencionado de Voltaire:

 

“Como resultado de una larga experiencia se ha dejado de esperar mucho de los hombres; porque, tomados en su conjunto, no pertenecen a la clase de gente que sale ganando cuando se la conoce de cerca: antes bien, uno sabe que, exceptuando unos pocos casos felices, no encontrará más que ejemplares muy defectuosos de la naturaleza humana que es mejor no tocar”. (Parerga y Palípomena)

 

Pero guardémonos de pensar que Voltaire es un vinagrillo criticón, patológico, de esos que se encuentran a menudo en la calle con sus opiniones de pasillo y en algunos medios de información masiva.

Voltaire, a semejanza De la Bruyere, es un hombre muy culto y critico agudo. Es uno de esos escritores que no se pueden evitar, como tampoco se pueden evitar leer, conocer, sentir, Las Florecillas de San Francisco.

 Si se tiene valor para leer a ambos, lo que escasamente sucede. Nos atrincheramos en nuestra secta cultural y de ahí nadie nos mueve.

El mundo abunda de basura y los valores casi no se ven, pero están aquí.

No hay por qué asustarse. Jesús, en el llamado Sermón de la Montaña hace el inventario de cien toneladas de basura humana, a través de más de treinta imperativos categóricos: ¡No mataras, no fornicarás, no hurtarás…! Voltaire como Jesús, como Eurípides, como Emerson, no inventaron el mal, sólo lo describieron.

La novela Cándido es una serie de aventuras desafortunadas que viven sus personajes, empezando por su personaje Cándido, que, según se colige por su nombre, va por el mundo maldito y perverso con una candidez buscando a su amada Cunegunda de la que dice: “la perla de las doncellas, la obra maestra de la naturaleza”.

 Pero desde la Ilustración Voltaire, como muchos de ellos en sus novelas, no puede aterrizar en un final feliz y hace lo posible por quitarle los tonos cálidos a ese romance.

Algunas de las expresiones de la novela.

Dios no les dio (a los hombres) ni cañones de veinticuatro ni bayonetas, y ellos para destruirse, han fraguado bayonetas y cañones.

 

Candido,aterrado,sobrecogido,desesperado,ensangrentado, se decía: “Si éste es el mejor de los mundos posibles, ¿cómo serán los otros? 

 

No sé de nada más divino que esos padres, que aquí hacen la guerra a los reyes de España y Portugal y los confiesan en Europa

 

Estamos rodeados de peñascos inabordables y de precipicios, siempre hemos vivido exentos de la rapacidad de los europeos, que aman con furor inconcebible los pedruscos y el lodo (de oro) de nuestra tierra y que, para apoderarse de ellos hubieran acabado con todos nosotros sin dejar uno vivo

 

Los fetiches holandeses que me han convertido, dicen que los blancos y los negros somos hijos de Adán. Yo no soy genealogista: pero si los predicadores  dicen la verdad, todos somos primos hermanos; y no es posible portarse de un modo más horroroso con sus propios parientes.

 

Una mujer vieja, que, en el transcurso de los viajes por alta mar, fue violada por negros y piratas, vendida como esclava y pasado por las peores experiencias y vejaciones que una mujer puede pasar, se pregunta, reflexiona, sin embargo, que puede haber algo más terrible y peligroso que todo eso: el aburrimiento:

 

 Quisiera yo saber qué es peor. ¿ser violada cien veces al día por piratas negros, verse cortar una nalga, pasar por vaquetas entre los búlgaros, ser cortada y ahorcada en un auto de fe, ser disecada, remar en galeras y finalmente padecer cuantas desventuras hemos pasado, o estar aquí sin hacer nada?

 

Exceptuando siempre a El Dorado. Aún no he visto un pueblo que no desee la ruina del pueblo vecino, ni una familia que no quiera exterminar otra familia.

 

 A fuerza de sangrías, recetas y médicos, se agravó la enfermedad de Cándido. Un cura de barrio le ofreció, con mucha dulzura, una entrada para el otro mundo pagadera al portador.

 

Estoy tan hastiado de la inmensidad de libros  malos que nos inundan, que me he dedicado a jugar al faraón…de tres mil pasan y no hay treinta buenos

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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