M. Lowry, novela: Oscuro como la tumba donde yace mi amigo

Oscuro como la tumba  donde yace mi amigo
Malcom Lowry

Pocos individuos hay en México que amen  tanto a México como el inglés Malcom  Lowry. Y porque lo amaba  veía  lo que lo ensuciaba.  Ensuciarlo es un acto de egoísmo individual o grupal, una patología social. Diagnosticar la enfermedad es en la proyección terapéutica. En su libro Un viaje a través del Canal de Panamá, del primer tercio  del siglo veinte, arranca de tajo el esparadrapo y deja al descubierto la llaga en descomposición.

México es uno de los países, dijo, más corruptos del planeta. El mundo político mexicano de entonces se le fue a la garganta y algunos  intelectuales, que viajaban en el carro de la “institucionalidad”, simplemente guardaron  silencio.

La semana  anterior a la que escribimos esta nota, marzo del 2011, se inauguró en la ciudad de México un Frente Contra la Corrupción con representantes de varios sectores de decisión de la sociedad mexicana. El 31 de octubre, del mismo año, el presidente de la república, Felipe Calderón,desde la residencia presidencial, Los Pinos,en reunión con los gobernadores de los Estados,urgía a depurar los cuerpos policiacos como medida de reducir el crímen organizado, la practica del secuestro y la trata de blancas.El 13 de marzo del 2012 se dio la noticia, en los medios, que el Senado de la República aprobaba una Fiscalía Nacional contra la corrupción. El 7 de enero de 2015 se seguía haciendo esfuerzos contra la corrupción, ahora con la Creación del Sistema Nacional Anticorrupción. Hablaron en la sesión del grupo parlamentario diputados de diversos partidos políticos.Presidió el acto el diputado federal Silvano Aureoles Conejo. (  En la actualidad (mayo del 2016) Silvano Aureoles Conejo es gobernador por el estado de Michoacán). En junio del 2016 Enrique Peña Nieto,  presidente de la república, anunció, a través de los medios, la iniciativa ante la Unión de Congreso,  la creación del Sistema Nacional Anticorrupción. El 18 de julio de 2016 el presidente la oficializó en ceremonia ante los medios.

No obstante estos loables esfuerzos, del gobierno federal y de la sociedad,  este mismo año la Policía General de la República anda a la caza de ex gobernadores que, al termino de su mandato, se llevaron hasta la silla donde se sentaba el portero que cuidaba el edificio.

 En la tercera semana del 2017, los medios dan la noticia que un ex gobernador es buscado para que responda de por qué a los niños hospitalizados  por padecer cáncer, y adultos con sida, en lugar de recibir la quimioterapia y el tratamiento adecuado, se les inyectaba agua para no gastar en medicinas.

El presidente anunciando la promulgación del SNA

En esta novela, Oscuro como la tumba donde yace mi amigo, se cuenta cómo alguien injustamente  es acusado de falsificar un cheque: “Sabe usted quién había sido. La policía… Sí, robarían la cruz de Cristo esos tipos. México es un lugar  del que más vale mantenerse alejado”.  Pero, como contraste (como una siempre eterna presencia del Atlachinolli azteca), México  es un lugar que no puede ser evitado. Una prueba es el mismo Sigbjorn que  regresa a México, a su mítica Cuernavaca.  La magia de esta tierra  se lleva hasta en los vestidos de las etnias o en el español –náhuatl de su idioma .Sus deslumbrantes colores naturales de las flores impresionarían al mismo Van Gog. Y, sobre todo, si México implosióna, ¿a dónde irían los millones de seres perseguidos por las dictaduras del mundo?

Malcom Lowry

 En su primera novela que escribió desde el lado oeste,  Bajo el volcán, esa excusa se llama “doctor Vigil”. Es su alter ego alcohólico. En este retorno al país del mezcal este leit motiv se llama “Juan Fernando Martínez”. En su viaje de Canadá  a México se sientan él y su esposa Primrose Wilderness, hasta el fondo del avión y él la besa apasionadamente, pues la ama. Pero la verdad es que debido a su alcoholismo, como el Cónsul de su primera novela, aquí también siente que su vida ya no tiene sentido y más que vivir quiere morir. El matrimonio con su bella esposa se está viniendo abajo. Al igual que la casa que dejaron en Canadá: “Su matrimonio era una réplica casi exacta de su casa. Se había desplomado y aun no lo habían reconstruido como era debido”.

Buscar a Juan Fernando era un pretexto. Un camino que habrá de recorrer lleno de nostalgia. Primero por las calles de Cuernavaca. También irán, a instancias de Primrose, que es católica, a la Basílica de Guadalupe. Años atrás Sigbjorn, protestante, borracho, había dormido en la calle, afueras de la Basílica, apenas  envuelto en un sobre todo mugroso que alguien le había prestado. Su amigo alcohólico, doctor Vigil, de su primera novela, ya no existe pero ahora pregunta por Juan Fernando. No está. Se ha marchado a Oaxaca y trabaja en el Banco Ejidal.

La sociedad internacional de la época, en la que estos personajes se mueven, es la segunda guerra mundial. El conflicto ha hecho proliferar el oficio de delatores y ladrones de secretos políticos e industriales. Hay espías por todos lados. De manera especial en el arco norte del Pacifico que une a Rusia, Canadá, Estados Unidos y México. Sigbjorn se queja  que las revistas de contenido intelectual no puedan cruzar las fronteras, aunque sí se les permite tal cosa a “toda clase  de revistas sensacionalistas”.

Sin embargo la guerra, su origen y su evolución, no es el tema de esta obra. El obsesionante leit motiv es el alcoholismo de Sigbjorn. Se da a la sazón en todo el planeta otro tipo de guerra y es precisamente contra el alcoholismo que ha enviado a millones  de individuos al panteón y a los hospitales psiquiátricos. Sobre todo la situación se ha exacerbado con la ley que prohíbe las bebidas espirituosas en Estados Unidos. El instinto social reacciona buscando la salud mediante el programa del doctor Bob y el corredor de Bolsa Bill, que gana adeptos con celeridad. Pero todas esas guerras económicas, o existenciales, no dicen nada a Sigbjorn, más allá de un pretexto para seguir bebiendo. Se imagina que su vida es como la Casa de Usher: “La Casa de Usher era una cruda”. Todo el que  ha vivido una cruda, o curda, como se dice en Argentina, conoce lo que significa la metáfora “Casa de Usher”.

Sigbjorn arrastra consigo  a su esposa y recorre, nostálgico y borracho, las calles de Cuernavaca. Es cuando se entera que su amigo Juan Fernando s e ha marchado hace tiempo a vivir a Oaxaca. Oaxaca: “Aquel remoto lugar de civilizaciones muertas”. Es el país de Mitla, de su alcohólico Mictlán. Y hacia allá dirigen sus pasos. Luego se enterará,  en  Oaxaca, que  el banco Ejidal envío a  Juan Fernando   a Villahermosa, Tabasco.

Sigbjorn recuerda cómo, siete años atrás, que dejó de verlo, era  Juan Fernando: “sólo tenía veinticuatro años cuando lo conoció y medía un metro noventa y cinco. Por las facciones parecía más bien italiano. Se consideraba zapoteca, pero tenía también sangre española e inglesa”. Pero lo indio lo tenía bajo la piel: “Había recibido una buena instrucción, pero sus preferencias se inclinaban por dormir bajo las estrellas y comer tortillas y frijoles”.

En Oaxaca se encuentran con la noticia que Juan Fernando ya tiene varios años de haber muerto. Falleció en Villahermosa.

-Murió. ¡Muerte!- casi gritó de repente Sigbjorn-¡Quiere decir que está muerto!
-Murió.
-¡Quiere decir que  Fernando está muerto-gritó Sigbjorn- Ah, Dios mío, no!

Antes de emprender el regreso hacia las ciudades del Altiplano fueron a rezar por Juan Fernando. Primrose compró una vela. Al encenderla dijo: “Una vela es una declaración de fe”.

Para paliar un poco por lo que dijo de los mexicanos, y del país que tanto amó, Sigbjorn dirá en los últimos capítulos del libro  que México ya no era como cuando su primer viaje. Ahora el Banco Ejidal había trasformado en positivo muchas cosas y el nivel de vida también había cambiado.

En el fondo esta obra atormentada, nostálgica y bella, tiene la proyección clásica de las grandes obras literarias de la cultura occidental. Fausto, Historia de Dos Ciudades, La leyenda del Holandés Errante, el Buen Ladrón que murió junto a Jesús,Salambó… Un acto, un postrer acto de amor, o de humildad, puede redimir una vida de errores. Por eso Primrose dijo: “Una vela es una declaración de fe”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

Seguidores