Aristóteles |
Hay conductas innatas y conductas inducidas o aprendidas.
Un ejemplo de las conductas inducidas. La televisión y los periódicos, aparte de su labor informativa, o a través de ella, nos están formando o deformando diariamente. En estos tiempos los programas de la televisión en México tienen un noventa por ciento de violencia. Comprendidas las telenovelas de las abuelitas, las series policíacas, las del hampa cinematográfica como asaltos a bancos o matones anónimos profesionales: El Chacal, El Castigador, etc. Y es sabido que en México, en estos días, (2011) hay más violencia en la realidad que en cualquier lugar del mundo, incluso que en los países que están en guerra, como los árabes. La sociología tiene varios respetables puntos de vista a este respecto. Lo cierto es que el mismo presidente de México acaba de declarar, con motivo de su quinto informe de gobierno a la nación, que aquí “las instituciones están podridas”.
El fin que se persigue en esta vida es la felicidad. El vehículo para alcanzar la felicidad es la virtud. Aristóteles se apresura a decir que la virtud es una cuestión que no baja de las nubes sino que es fenoménico o terrenal. Es decir que se puede trabajar para alcanzar la virtud. O no se trabaja y no se alcanza. Ahora bien, y este es el punto, si se alcanza, es mediante la costumbre o hábito. Pero siempre hay el riesgo de perderla. Sin embargo existe un mecanismo muy humano para retener la virtud. Y estamos hablando otra vez del hábito.
Un criterio va a campear en toda la Gran ética de Aristóteles y se puede resumir en las siguientes palabras de él: “Una buena disposición es la que equidista entre el exceso y el defecto”. El tema de la virtud es el vehículo del que se sirve para decirnos que estamos hablando aquí de cuestiones terrenales, no de otra dimensión.
En el capítulo VI, de la Gran ética, Aristóteles aborda un tema que es vigente y será por los siglos de los siglos. Lo heredado y la conducta enseñada o inducida. Las conductas innatas en su tiempo se le adjudicaban al alma. En los tiempos actuales, donde todo se zenoniza, se les remite a la genética. Estos dos aspectos algunos pensadores los tratan de la siguiente manera: El hombre es como es y lo demás es puro periodismo dicen Schopenhauer y Nietzsche.
Respecto de las cosas aprendidas tenemos excelentes tratados de pedagogía. Desde los amenos libros de autoayuda hasta los pensadores de la academia. Aristóteles se refiere a estos dos aspectos echando mano de la metáfora de la piedra que rueda por la ladera: “ninguna cualidad innata y natural puede ser alterada por hábito. Por ejemplo, en una piedra, o en todas las cosas pesadas, que llevan entrañada la potencia de ser llevadas hacia abajo, por muy frecuentemente que uno la eche hacia arriba, no logrará crear en ella el habito de ser llevada hacia arriba, antes siempre tenderá hacia abajo. Así hay que entender todas las demás cosas.”
Aclara que la virtud es muy de este mundo. Se llega a ella, o se aleja de ella, estando en el juego de la vida.”Es imposible concebir la virtud o el vicio fuera de la tristeza o el placer…La virtud, pues, está relacionada con el campo del placer y la tristeza.” Según Aristóteles es sumamente difícil ser, o comportarse, como un hombre de la medianía, no de la mediocridad. ” El primero es el resultado de una serie muy compleja de circunstancias innatas y pedagógicas. El segundo sólo es el resultado de un analfabetismo emocional. Sería sumamente fácil comprobar esto último. Bastaría revisar los casos por las que las cárceles, los panteones y los hospitales, están siempre en sobrecupo, aun descontando a los inocentes que han sido involucrados en estos campus. Es una conducta tanatológica que lleva a la implosión de la especie:" ser bueno es algo trabajoso y difícil, puesto que llegar a una moderación en cada una de estas cosas, es realmente trabajoso"
Esto tiene más matices de lo que creemos. La zoología nos dice que fueron los “duros” los que prevalecieron y dejaron sus genes, etc. Y no los “blandos”. Lo que Aristóteles dice es que esos dos extremos tenían destinos tanatológicos. En cambió todo prevaleció gracias a que hubo alguien que supo reprimir tanto la ira patológica como la indiferencia patológica: “Por consiguiente, el punto medio de la virtud está en que ni nos sentimos excesivamente conmovidos por la ira, ni seamos tampoco absolutamente inconmovibles…Ser moderadamente irascible y suave, es un término medio entre la ira y la suavidad o carencia de ira. Lo mismo vale para la fanfarronería o jactancia y la autodeprecaiación: en efecto, atribuirse más cosas de las que uno posee es arrogancia; pero atribuirse menos de las que se tienen, es autodeprecaiación. El término medio, pues, es la verdad.”
No estamos hablando de un individuo inocente. Tal vez podemos imaginar a alguien que ha logrado reunir, o “manejar”, alguna dosis de ira y otra de bondad: “El término medio es inferior al exceso y es superior al defecto.”
Más una vez que se ha podido escalar la montaña, y llegar a conquistar el término medio, sólo hay una manera de conservar ese término medio: ejercitándose continuamente en ello. Es decir, mediante el hábito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario