El término medio de Aristóteles

Este tema el autor lo aborda hablando de la virtud moral.

El fin de esta vida es la felicidad. Esta se alcanza viviendo de acuerdo a la virtud o virtudes. Pero hay el riesgo de exagerar hasta caer en la deformación de la virtud. Al ejemplo del que come diez platos de nutritiva comida, en lugar de dos que son los que aconseja el dietista.

Aristóteles
Tal vez cueste trabajo pensar en un exceso de virtud. En alguien que enfermó por haber exagerado la nota en la práctica de la virtud. Se nos ocurre un bacteriólogo que no se atreve a abrir la puerta del baño público  porque la manija está llena de bacterias que pueden ser patógenas. O al saludar de mano corre a lavarse en busca de agua y jabón. Y como saluda a treinta personas al día… O el escritor que en lugar de escribir “suficiente” mejor  escribe “demasiado”.

Es el afán exagerado de alejarse de la no-virtud o de la no-limpieza. Como el anoréxico que no quiere ser gordo. Adquirió una enfermedad tratando de alejarse de otra enfermedad, la abstinencia enfermiza.

El otro extremo sería alguien que, por indolencia patológica, no se movió en la búsqueda de la virtud moral.

“El término medio” parece uno de esos temas cuya argumentación, en un sentido u otro, puede llevar a la intelectualización estéril. Entonces es cuando Aristóteles recurre al ejemplo práctico que vemos de cerca y todos los días, y es el ejercicio corporal.

Demócrito, de los Presocráticos (ver Demócrito en este mismo blog) ya había abordado el tema cuando dice: “Conoce (el animal) lo que es necesario y cuánto. Por el contrario (el hombre) no conoce lo que es necesario”. Sócrates mismo dijo: “La ciudad está llena de cosas que nadie necesita y todos compran”.

Tal vez podríamos servirnos del símil químico de la acidez y la alcalinidad.En una escala del 0 al 14 el 7 es lo neutro,como quien dice, el termino medio. Hacia el 7 nos encontramos con la acidez y a partir del 7 está la alcalinidad en tanto nos aproximamos al 14.

Aristóteles escribe (en su Gran ética)que “la virtud moral  puede ser destruida por exceso o por defecto. Que tanto el defecto como el exceso  la destruyen, es posible verlo con claridad por la evidencia de nuestros sentidos, en todo lo que toca a las costumbres  y caracteres. En las cosas inseguras hay que hacer uso de testimonios ciertos. Así pues, para no hacer muy larga la digresión diré que esto puede verlo cualquiera en los ejercicios corporales: si ellos son excesivos, destruyen la fuerza; y análogamente, si son deficientes. Lo mismo ocurre en la bebida y en la comida. Pues, tanto si su consumo es excesivo  como si es deficiente, se daña la salud; por el contrario, con un uso moderado de los mismos, se conservan  la fuerza del cuerpo y la salud.” (Gran ética, Cap. V).

Pero en el Cap. IX nos advierte que eso de situarse en el término medio no es tan fácil como decir voy al termino medio y ya. Si hay inclinación por alguno de los extremos costará más trabajo llegar al termino medio. Sencillo si se estuviera libre de inclinaciones,pero no es así.Será jalado,o retenido, en el extremo,por esas inclinaciones."El carácter de los principios determina el carácter de los productos" ( Cap. X). O como dice ahora la fenomenología: la causa y el efecto.

Pero, para no desalentarnos nos dice ( en el Cáp. VIII) que, como sea, situarse en el término medio se trata de  una ganancia..Si somos malos podemos "caer" ( para bien) al termino medio. Al menos ya no seremos tan malos:el principio de la regeneración. Si somos buenos podemos caer(en demérito) al termino medio.Pero al menos no se cae hasta el extremo (el camino de la reflexión).












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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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