¿Dónde quedó el Espejo de Tezcatlipoca?



¡REGRESÓ!


¿Dónde quedó el Espejo de Tezcatlipoca?



S e encontraba en el Antiguo Palacio del Arzobispado, Ciudad de México, primer cuadro de lo que ahora se conoce como “Centro Histórico”.

Exactamente en el lugar en el que se levantaba la pirámide de Tezcatlipoca, uno de los tres edificios más altos del Coatepantli de los aztecas. Cuando la conquista española la pirámide fue destruida y en su lugar se edificó el Palacio del Arzobispado.

“El Antiguo Palacio del Arzobispado fue erigido sobre el Templo de Tezcatlipoca, una de las más importantes construcciones de la antigua Tenochtitlán. La construcción de esta sede arzobispal inició durante los primeros años de la etapa colonial cuando Fray Juan de Zumárraga realizó la compra de algunas propiedades en el centro de la recién trazada capital, para construir en ella la edificación que abría de albergar la residencia del arzobispo de México así como algunas oficinas y una prisión”. (Wikipedia)

Maqueta del Coatepantli de México-Tenochtitlán.La piramide alta de la derecha es la de Tezcatlipoca

Nada escapa a la vista de Tezcatlipoca ( “el dios más grande de todos los dioses”) que, para el efecto, se sirve del espejo de obsidiana. Este espejo se encontraba, todavía para el año 2005, en el lado suroeste, interior, del gran patio del edificio colonial referido. De unas dimensiones aproximadas de 15 centímetros X 10 X 2. Su material es de obsidiana negra.

Podemos entender la importancia metafísica que para los mexicanos tiene (y tenía) que, para guardarla en el sitio de honor y de adoración, se construyó una de las tres principales pirámides del Coatepantli azteca. Importantes en el plano espiritual y en dimensiones físicas.
Este es el espejo de Tezcatlipoca que se encontraba en el lugar mencionado (fotografía de Armando Altamira)

“Tezcatlipoca (en náhuatl Tezcatlipoca; AFI [teskatɬiː'poka]: "espejo negro por el humo" o "espejo humeante"), en la cultura nahua (aztecas y otros pueblos mesoamericanos de habla náhuatl), es el señor del cielo y de la tierra, fuente de vida, tutela y amparo del hombre, origen del poder y la felicidad, dueño de las batallas, omnipresente, fuerte e invisible. Entre los nahuas, Quetzalcóatl y Tezcatlipoca son dualidad y antagonía. Quetzalcóatl es llamado también Tezcatlipoca blanco en tanto que el color de Tezcatlipoca es el negro.” (Wikipedia)

Con lo bella y formidable que era esta pirámide no tenía otro objeto que contener el Espejo de Tezcatlipoca. Como el Vaticano, en Roma, con todo lo valioso cultural y arquitectónico que pueda ser, tiene como misión salvaguardar lo verdaderamente importante del lugar que es el símbolo de la Cruz y todo lo que ellos representan para la cristiandad.

En el lugar no hay ningún texto que explique cuál es su lugar temporal del Espejo ni cuándo regresará a su lugar de origen.

Preguntamos pero la respuesta del personal de seguridad del lugar es escueta: “Se quitó porque el lugar está en remodelación”. ¿Pues sí pero dónde está? ¿Cuándo la regresan a su sitio original?
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Ha vuelto a su lugar de origen después  de varios años.

A quien corresponda:  ¡Felicidades!

La importancia de este espejo de obsidiana(original) es semejante  si pudiéramos tener la cruz (original) donde murió Jesús. Son naguales, o avatares, de un valor simbólico, e histórico, sin parangón, de la divinidad.

El 5 de noviembre de 2016 se encontraba de vuelta el espejo en su lugar,  donde había estado desde tiempos precristianos. Y ahora resguardado con una estructura metálica y de vidrio de diseño moderno.







































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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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