En la calle Northoowd, de una ciudad de Inglaterra, se supone, pues el autor no aclara este punto, fue asesinada una anciana, la señora Parker. Aunque eran las dos de la mañana una vecina vio el rostro del asesino, en ese momento que salía de la casa y arrojaba un martillo entre el pasto: “un hombre fuerte y corpulento, con los ojos hinchados e inyectados de sangre”. Realmente s e trataba de un aspecto como para espantar a cualquiera.
Este hombre iba por la calle con paso inseguro y alguien estuvo a punto de atropellarlo. De esta manera, casi inmediatamente al crimen, el asesino cayó en manos de la policía.
En el juicio que se le siguió la señora Salmón, quien fue la que atestiguó contra aquel hombre, reiteró, todos los requerimientos del juez, que estaba absolutamente segura que era él el que había visto salir de la casa de la ahora difunta señora Parker.
-¿Está segura?
-¡Absolutamente segura!
Era noche de luna y la luz de farol le daba en pleno rostro.
El juez pidió a la señora Salmón que mirara hacia el fondo de la sala de audiencias. Ahí se encontraba otro hombre exactamente igual al que ocupaba el banquillo de los acusados. Era el hermano gemelo del acusado.
-¿Podría jurar, todavía, que el acusado es el que vio salir de la casa de la difunta señora Parker?
La señora Salmón dudó
-No, no estoy segura.
De esta manera el acusado fue absuelto. A la salida de los tribunales los dos hermanos, puestos ya en libertad, fueron abordados por una multitud que esperaba afuera del edificio. Seguramente para hacerles preguntas. Pero fue tanta la gente que uno de los hermanos perdió pie y cayó en el momento que pasaba un camión y lo atropelló muriendo al instante.
Ahora bien, el asunto es ¿quién murió, el hermano inocente o el culpable :”si él era el asesino o el inocente, nunca nadie lo podrá saber.” Antes Greene se había hecho esta pregunta: “¿Venganza divina?” Es uno de los clásicos finales de este gran novelista inglés. Lleva a la reflexión respecto de la justicia, o injusticia, divina. Para la cultura occidental no cabe la existencia del Dios castigador, pues el Dios del cristianismo es amor, no punitivo.
Graham Greene |
Esta fórmula, que parece resolver toda la cuestión, por el contrario, nos vuelve a colocar en la disyuntiva teológica: el Dios del catolicismo que dio su vida por las faltas de los humanos o el Dios de los hombres que todavía condena a morir a pedradas a la mujer (no al hombre) que comete una falta…
Greene parece decir que hay libertad para escoger el tipo de Dios que uno prefiera. Después de todo lo mismo sucede en filosofía. Unos son estoicos y otros cínicos.
Esto parece llevarnos al antropocentrismo genético donde “el individuo es como es”. Pero la pregunta que Greene quiere que nos hagamos es ¿quién reparte esos caracteres? Y otra vez estamos de vuelta en el teocentrismo.
Así es Graham Greene…
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