ORTEGA: INTUICIÓN, LA CLAVE PARA PENETRAR EN EL MISTERIO



¿QUÉ ES FILOSOFÍA?
José Ortega y Gasset


La definición que Ortega y Gasset da a la palabra intuición es “presencia inmediata”.

Desde la intuición animal, inmediata (intuición sensible), y en el humano con la característica de algo siempre más universal (intuición intelectual).

Intuición parece una palabreja más inventada para el entretenimiento libresco de cómo pasar el día los intelectuales. Pero   la intuición resulta de una importancia insospechada. Fichte considera que “En ella está la fuente de la vida y sin ella no hay más que muerte.”

Este asunto da para más, tanto que con su desarrollo podría escribirse un libro más de los mil que ya se han escrito con ese tema. Con tan sólo arrancar de la pregunta: ¿De dónde viene la intuición? Porque la intuición existe dentro de mí y eso quiere decir que existía antes de mí, lo que parece conferirle un valor intemporal…Fichte agrega: “La intuición intelectual  es la única posición sólida para toda filosofía.”(Introducción a la teoría de la ciencia)

Intuición es  a “bote pronto”, atropelladamente, pero que, por lo mismo, es susceptible de mejorar. Como cuando decimos coloquialmente “a mí me parece que…” Y el otro agrega “pues a tí te parece eso pero ahora es necesario  profundizar”.

Creo que el globo terráqueo era todo compacto y luego se dio eso de la Pangea, que se fue inflando. Pues sí pero ahora hay que ver si las rocas de esta orilla corresponden con las de la otra orilla, si hay fósiles semejantes, y luego descifrar  por qué se fue inflando…Es decir, al callejero “a mí me parece” le sigue una labor de investigación académica.

Y aun en la academia se dan los resultados hasta ese momento, pero nada pueda darse por acabado.

Sucede en las marcas o records deportivos. Alguien hizo 3´en cubrir 1000 metros corriendo a pie. Me parece que menor tiempo es imposible. Pero otro intuye que sí puede ser posible. Después llegó otro con 2´45´´ y luego otro con 2´15´´.

En alpinismo siempre han existido las montañas Inescalables por su dificultad. Intuyo que sí es posible de subir. Una década más tarde, en efecto, a esa misma cumbre llegan damas con vestido largo, sombrillas para protegerse contra el sol y zapatos de tacones altos…

Ortega aborda este asunto de la intuición con el símil  de la naranja. Creemos verla  toda pero sólo podemos ver  de ella la mitad y la otra mitad permanece oculta a nuestra vista. Sólo si la cortamos en finas rebanadas iremos teniendo un conocimiento más completo de su totalidad:

“En todo momento podemos añadir una nueva visión a lo que ya hemos visto de una cosa-podemos cortar un trozo más fino de naranja y hacernos patente lo que antes estaba oculto-, más esto indica sólo que  la intuición de los cuerpos, de las cosas materiales puede ser siempre perfeccionada indefinidamente, pero nunca será  total.”

 A semejanza de los telescopios que penetran  en el universo en la medida que se perfeccionan sus sistemas ópticos y sus sustentos mecánicos.

Lo que estamos desarrollando, en seguida de la intuición, es la experiencia:

“A esa intuición inadecuada, pero siempre perfeccionable, siempre más cerca de ser adecuada, llamamos ´experiencia´. Y por eso de lo material sólo cabe conocimiento de experiencias, es decir, meramente aproximado y siempre susceptible  de mayor aproximación.”
 
J.Ortega y Gasset
osé Ortega y Gasset (Madrid, 9 de mayo de 1883 – ibídem, 18 de octubre de 1955) fue un filósofo y ensayista español, exponente principal de la teoría del perspectivismo y de la razón vital (raciovitalismo) e histórica, situado en el movimiento del Novecentismo.







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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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