Las cosas
son necesariamente perecederas para que
lo nuevo pueda llegar.
De pie,
durante sólo diez segundos, sobre una banda sin fin, los devotos pueden admirar,
lo más cerca posible, el lienzo con la imagen de la Virgen de Guadalupe, en su
Basílica, norte de la Ciudad de México.
Al cabo de ese brevísimo tiempo la banda nos lleva, literalmente nos saca,
hacia la orilla para dar lugar a otros.
Esta situación
real, quizá sea buena metáfora de lo que
pensó Anaximandro respecto de la brevedad de nuestra permanencia en esta vida,
para dejar paso a las siguientes generaciones.
La naturaleza nos saca, así seamos los más
previsores, en términos de hábitos higiénicos, alimentación y ejercicio. Ni
siquiera vale la existencia hagiográfica. De todas maneras vamos para fuera.
Desde luego
facilitamos a la naturaleza esta
labor de llegada, y pronta despedida, cuando nuestros hábitos son patológicos.
¿Irse cuando
estamos tan cómodos en esta vida? Fácil de aceptar en la elucubración
intelectual pero imposible de aceptar en la realidad.
“Las cosas
que persisten en existir deben perecer
con el fin de que lo interminable pueda conservar su vitalidad” dice W.
Weischedel en su obra Los filósofos entre
bambalinas (fondo de Cultura Económica, México, 1985) “¿Cómo es posible
comprender esto y, sin embargo, aceptar que lo real y perecedero se basa en lo
eterno y divino?
Parece que
se necesita otro planteamiento, ahora más de la vida diaria y terrenal.
Imaginemos una universidad en la cual los eméritos nunca
se fueran (la mayoría no se va, sale con los zapatos por delante). A esa nómina
de viejos académicos jamás podrían entrar jóvenes investigadores científicos
con las nuevas ideas.
Este
necesario e incesante renovarse está referido a lo permanente de la
institución, que es la universidad. Por
ejemplo la universidad de Bolonia, Bolonia, Italia, fundada en 1088, la
universidad de Oxford, Oxford, Inglaterra, fundada alrededor de 1096,la universidad
de Parma, Italia, fundada en 1117, la universidad de París, París, Francia,
fundada en 1150,etc. Cuántas generaciones
han pasado por sus corredores y aulas y ellas, las universidades,
siguen. Ahí tenemos lo permanente y lo contingente.
Sin pasar por alto que la Academia, fundada por Platón, en el 387 a C.,se extendió durante novecientos años, es decir rebasado el siglo cinco de la era cristiana, también como testimonio de permanencia.
Sin pasar por alto que la Academia, fundada por Platón, en el 387 a C.,se extendió durante novecientos años, es decir rebasado el siglo cinco de la era cristiana, también como testimonio de permanencia.
En otro
contexto la permanencia, la eternidad de lo divino, con relación a los
fenómenos de la causalidad siempre cambiante. No se crea que es raro traer aquí lo divino.
Divino y terreno es el andamiaje en el que se apoyan los
filósofos para lo permanente y lo inestable: idealidad y realidad, tradición e
innovación, cosas inteligibles y cosas sensibles, y otras cien maneras para
referirse a lo que permanece y a lo que cambia.
Es lo que en
el pensamiento náhuatl corresponde a Xipe Totec, dios de la generación y la muerte.
Estos
modelos de lo permanente y lo transitorio los imaginó Anaximandro, discípulo de
Tales de Mileto, ambos del tiempo de los presocráticos, medio milenio antes de
Jesús.
Se cuenta
que, por andar buscando lo permanente en el cielo, Tales cayó en un pozo. Una
criada suya, de la tierra tracia, se reía de semejante escena, que ella creía
torpeza.
Mirar hacia
las estrellas, o mirar entre la gente, por la calle donde vamos, queda igual de
lejos para la mayoría de los individuos. Pocos, como los filósofos y los novelistas,
saben ver o al menos lo intentan.
Como Alicia
cuando trasponía el espejo. Veía de aquel lado las mismas cosas que tenía de
este lado, pero ahora eran diferentes. Había magia, a la par que razón practica...Imaginación ilógica...
Baruch Spinoza,
en la proposición XXVII, de su Ética, dice que, como creaturas, no podemos
estar de manera permanente, como tampoco sucede en la banda sin fin de la
Basílica: “Una cosa determinada por Dios a producir algún efecto, no pude
hacerse ella misma indeterminada.”
Y Leibniz
tiene una frase por demás sintética de lo permanente y lo contingente: “…no hay
más que una esencia de la cosa.”
Montaigne es
más directo. A lo permanente llama fortuna y a lo cambiante bártulos:
“La fortuna facilita el final de mi vida cuando la dispone de tal manera que, en lo sucesivo, ni mis gentes la necesitan ni tampoco les importa. Es esta una condición que hubiera yo aceptado en cada uno de los años que viví, pero ahora que el momento de liar los bártulos se acerca, me conforta particularmente no ocasionar a nadie placer ni dolor cuando desaparezca.”(Montaigne, Ensayos escogidos)
“La fortuna facilita el final de mi vida cuando la dispone de tal manera que, en lo sucesivo, ni mis gentes la necesitan ni tampoco les importa. Es esta una condición que hubiera yo aceptado en cada uno de los años que viví, pero ahora que el momento de liar los bártulos se acerca, me conforta particularmente no ocasionar a nadie placer ni dolor cuando desaparezca.”(Montaigne, Ensayos escogidos)
Este mes de
junio, de 2015, el Papa Francisco dijo, en la ciudad de Turín, Italia, en un
encuentro con la juventud, y
respondiendo, de manera improvisada, a tres preguntas que le hicieron algunos jóvenes: “Aun el Papa
debe arriesgarse a expresar criterios para tratar de conocer lo que es el
amor.” Los modos, los valores inciertos, en busca de
lo perenne.
“Las criadas
tracias pueden reírse- dice W.Weischedel-; pero quien no se arriesgue a perder
de vista el suelo que pisa, con la esperanza osada de llegar a una base más
profunda y segura, no podrá saber nunca lo que significa la filosofía desde sus
comienzos.”
ANAXIMANDRO |
“Anaximandro
de Mileto (en griego antiguo Ἀναξίμανδρος; Mileto, Jonia; c. 610 a. C.-c. 547
a. C.) fue un filósofo y geógrafo griego. Discípulo y continuador de Tales,1 2
compañero y maestro de Anaxímenes; se le atribuye sólo un libro, que es sobre
la naturaleza, pero su palabra llega a la actualidad mediante comentarios
doxográficos de otros autores.”WIKIPEDIA.
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