BERGSON, EL EXPLICADOR POR EXCELENCIA


 

Bergson en la filosofía no revuelve conceptos. Y su prosa es tan culta y sencilla que tampoco esconde truculencias semánticas o de pensamiento.

El desarrollo del pensamiento humano tiene secuencias dentro de los límites de la actividad racional. Después de eso, nos señala,  en ordenada secuencia, hasta el “campus” de la aventura espiritual.

 Filosofía y teología caminando cada uno por el lado de la banqueta que le corresponde. No revueltos, como en la plaza pública

Yuxtaposiciones intelectuales, sí, pero no el eclecticismo disolvente del revoltijo sin ton ni son.

Son dos rieles, paralelos, que llevan el tren de la concordia para el pasajero que sabe viajar:" La canción de la historia sólo se puede cantar entera." escribe José Ortega y Gasset en En torno a Galileo.

Bergson va del diálogo socrático a la dialéctica platónica y de la teoría de las ideas platónicas a la metafísica tradicional.

Dice que, de manera impresionante, los estoicos sacaron al hombre de la barbarie, pero también conocieron su frontera. Enseguida, como en una carrera de relevos, siguió el cristianismo. Todo en la perspectiva del movimiento físico, intelectual y espiritual.

Bergson se refiere a la doctrina de los estoicos y a la moral cristiana: “Se proclamaban (los estoicos) ciudadanos del mundo y agregaban que todos los hombres eran hermanos, como hijos de un mismo dios. Eran casi las mismas palabras, pero no encontraron el mismo eco, porque no se les había pronunciado con el mismo acento.”

Homero-había dicho Platón-fue el primer filósofo, de la antigüedad, que tuvo la idea que el Océano era el padre de todo, incluido el movimiento. Pero fue Heráclito el que desarrolló la teoría del movimiento. Y Parménides el filósofo del reposo.

Después, ya en la lisa, los pensadores  no pudieron parar. Todo está en movimiento. Movimiento rápido y otro menos rápido. Por eso se dice que hay reposo y movilidad.

  Es debido a las cualidades diferentes que hay movimiento. Jean Whal, el gran filósofo marsellés, del siglo veinte, dice que si todo fuera homogéneo no habría movimiento o devenir.

Y de Sócrates, Bergson anota: “El diálogo, tal como él lo entiende, dio origen a la dialéctica platónica, y por consiguiente al método filosófico, esencialmente racional, que practicamos aun.”(Las dos fuentes de la moral y de la religión)

No hay sorpresas en un mundo de la causalidad, donde toda consecuencia transcurre en una secuencia. Hasta quedar entrelazados a otro tipo de causalidad:

“De hecho, entre la moral antigua y el cristianismo se podría decir que hay una relación del mismo género que la que existe entre la matemática antigua y la nuestra.”

BERGSON
“Henri-Louis Bergson o Henri Bergson (París, 18 de octubre de 1859 – Auteuil, 4 de enero de 1941) fue un filósofo francés, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1927. Hijo de un músico judío y de una mujer irlandesa, se educó en el Liceo Condorcet y la École Normale Supérieure, donde estudió filosofía. Después de una carrera docente como maestro en varias escuelas secundarias, Bergson fue designado para la École Normale Supérieure en 1898 y, desde 1900 hasta 1921, ostentó la cátedra de filosofía en el Collège de France. En 1914 fue elegido para la Academia Francesa; de 1921 a 1926 fue presidente de la Comisión de Cooperación Intelectual de la Sociedad de Naciones. régimen de Vichy El bagaje británico de Bergson explica la profunda influencia que Spencer, Mill y Darwin ejercieron en él durante su juventud, pero su propia filosofía es en gran medida una reacción en contra de sus sistemas racionalistas.1 También recibió una notable influencia de Ralph Waldo Emerson.”Wikipedia

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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