COPLESTON, FILOSOFÍA PARA NIÑOS


 

Es sencillo para los niños entrar en el mundo de la filosofía. Tan fácil como que los niños pasan horas en los videojuegos. Que sean estos, o aquella, va a depender de los adultos.

En la filosofía todo se limita a cuatro o cinco cosas: hay Ser o no lo hay. Y si lo hay ¿está en movimiento o permanece estático? ¿Hasta dónde puede acercarse la filosofía a lo inmaterial espiritual? ¿Y eso en qué beneficia al pueblo?

Por otra parte, pasar tres o cinco horas, en los videojuegos, al día, tratando que un muñequito de plástico mate al otro muñequito de plástico ¿despierta o no el instinto asesino en los niños?

Es matar por matar y falta la filosofía, casi mística, en la  que se fundamentan las artes marciales.

Al ver a nuestra sociedad actual parece que las generaciones anteriores se la pasaron en los videojuegos, sin mística…

Aquí nos apresuramos a recordar las palabras del padre de  Nick Carraway, el vecino de Gatsby: “Cada vez que te sientas inclinado a criticar a alguien ten presente que no todo el mundo ha tenido tus ventajas…”

Por lo demás, es siempre una injusticia generalizar. Porque si este mundo sigue funcionando se debe a gente emprendedora y positiva.

Lo que intenta decir esta nota es que al mes el niño gasta más en videojuegos que si comprara las obras completas de algún filósofo, para niños. Ese filósofo remitiría otro y el otro al otro…

La filosofía es otro tipo de ring, de boxeo, en el que abundan las aporías, las tesis y contra tesis, y los contrincantes  también se dan hasta con la cubeta. Materialistas, idealistas, estoicos, escépticos, anarquistas, cínicos (filosóficamente hablando)…
 

Esto y más han escrito sólo los estoicos.
 
Pero ahí la meta, la pugna, es por   la superación del pueblo, no su destrucción a través de lo vacuo.

Pensar que, a semejanza del hombre sería una (inmensurable ) simplificación para poder asomarnos al estático, como decía Protágoras, o al movimiento, dice Platón, que se le atribuye al Ser, empezando por la Creación.

 Para algunos pensadores de aquel  tiempo el Ser estaba sin moverse, porque al moverse incurriría en el tiempo y en el espacio, de los fenomenólogos.

Desde niños oímos que el humano es semejante a Dios pero así nos encontramos con la pregunta ¿cómo es Dios? Y hay tantas ideas de cómo es Dios que acabamos como empezamos o hasta con un escepticismo rayando en la incredulidad de su existencia, de aquí al laicismo y éste como trampolín al ateísmo.

¡Revuelven las cosas, dice Cicerón, a propósito o se revuelven por lo complejo del asunto!

La simplificación mencionada pasa a la pregunta ¿es el ser humano uno en tanto duerme y otro cuando despierta?  Es el mismo y a esta idea  de integración llega Platón:

“Platón, tras estas observaciones tecnológicas-dice Wahl-, señalemos que en el Sofista habla del Ser como un todo. Sin embargo ya no considera este todo a la manera de Parménides, como algo inmóvil, sino más bien como comprendiendo en si a la vez el reposo y el movimiento.”

Jean Wahl, Introducción a la filosofía, Fondo de Cultura Económica, México, 1988.

El conflicto es la vida del espíritu, dice Wahl, en el sentido que comprende una antinomia, esencialmente dialéctica:

Jasper, a su vez, no niega la trascendencia, como Protágoras y como Nietzsche. Lo que dice es que de lo material del fenómeno no se puede sustraer lo inmaterial:

“Todos los objetos se limitan a ser fenómenos, que ningún ser  conocido es el ser en sí y en conjunto.”

Karl Jasper, La filosofía, Fondo de Cultura Económica, México, 1996.

Hay limitaciones. Cicerón gusta decir, en Los oficios, que de un hombre se puede hacer un eunuco pero de un eunuco no se puede hacer un hombre.

Coplestón es de la misma disposición de Jasper al decir que “La filosofía, al igual que la ciencia, se ocupa sólo de fenómenos…no puede  ir más allá del cambio de los fenómenos o de lo empíricamente verificable, salvo que desee entrar en una esfera en la que no se puede conseguir conocimiento seguro.” Frederick Copleston, Historia de la filosofía, Vol.4.

Platón es el que se atreve a dejar la playa y caminar por el terreno de la inseguridad. Al fin y al cabo es lo mismo que hace la ciencia con la hipótesis, antes de llegar a la tesis y a la síntesis.

Platón no se quedó donde los materialistas y mecanicistas dogmáticos.

Wahl: “La tarea que se propuso Platón fue, por otra parte, la de admitir que los secuaces de Heráclito habían visto un aspecto de lo real, pero, por otra parte, la de mostrar que sólo habían visto un aspecto y que hay dos clases de seres, los sensibles y lo inteligibles.”

“secuaces”, seguidores, palabra muy usada en filosofía, es una fea palabra en México, pues da la impresión de una pandilla de malvados.

Como sea, que el Ser exista o no, esté en  movimiento o en reposo, es un ejercicio dialectico que anima a los filósofos a elevar  la calidad de vida de los pueblos.

Que las amas de casa pasen cinco horas viendo tragicomedias en la pantalla chica y los niños cinco horas en los videojuegos, parece que no es lo más terapéutico.

A eso parece referirse Coplestón cuando anota:

“La tarea del filósofo moral consiste en poner en claro al hombre su lugar en la sociedad y su deber en utilizar su capacidad al servicio del bien y la felicidad comunes.”

 
Copleston


“Frederick Charles Copleston S.J., (10 de abril, 1907, Taunton, Somerset, Inglaterra – 3 de febrero, 1994, Londres, Inglaterra) fue un sacerdote de la Compañía de Jesús y un escritor de filosofía. Copleston se convirtió al catolicismo romano mientras asistía al Marlborough College. Fue el autor de la influyente obra Historia de la filosofía, publicada en once volúmenes. Es conocido además por el debate que sostuvo con el famoso pensador inglés Bertrand Russell, transmitido en 1948 por la BBC. El debate se centró en la existencia de Dios. El año siguiente debatió con A. J. Ayer sobre el positivismo lógico y la significación del lenguaje religioso.”WIKIPEDIA

 

 

 

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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