UN VIAJE A LA CALZADA DE LOS MUERTOS, TEOTIHUACAN



Todo transcurre en esta calzada.

Se eleva, desciende, se eleva, desciende, se eleva…

En el extremos sur de la Calzada es la Tierra y en el norte el Cielo. La oscuridad y la luz.

El cielo y el inframundo son por sí, o, como se dice en el pensamiento occidental, son "cosas en sí”, fuera del tiempo y del espacio.



A-Río San Juan. B-Pirámide del Sol. C-Pirámide de la Luna. k-k Calzada de los Muertos.
En rojo el área considerada en la presente nota.
Con base en un dibujo del  Instituto Nacional de Antropología e historia,
Guía Oficial,1965.
Pero en un sector de la calzada, al que nos referimos, en esta nota, es donde tiene lugar la dialéctica, el movimiento, donde la potencia deviene, se mueve.

¿Para qué se mueve?¿Para qué se sigue ese principio de razón suficiente, como diría  Schopenhauer(el por qué).Para tener un alejamiento de la fenomenología.

Pirámide del Sol, desde la Calzada de los Muertos
Foto de Armando Altamira G.
Que se logra con  una manera de conducirse en la vida lo más lejos que sea posible, del pensamiento del tener, más allá de las necesidades básicas.

En el trato con los demás, que el ego no se desborde hasta el solipsismo. Que tu riqueza material  no dé por resultado la pobreza de los otros…Todo esto está plasmado en la obra monumental de Fray Bernardino de Sahagún: Historia General de las cosas de la Nueva España.



Dibujo tomado de El País
23 Dic.2017 
 


A-Ciudadela (en la actualidad tiene ahí lugar la exploración arqueológica  del Mictlán).B-Pirámide del Sol. C-Pirámide de la Luna. M-M Río San Juan-T-T Calzada de los Muertos. El rectángulo en rojo es el área a la que nos referimos en esta nota.
Dibujo con base en la publicación citada del INAH. 
En el Popol Vuh el principio de razón suficiente es que los hombres puedan ser tan evolucionados que sean capaces de adorar a los dioses pronunciando correctamente sus nombres.

El principio de razón suficiente en Teotihuacán es otro. Que los espíritus de los hombres también alcancen la categoría de dioses.

En el sur la oscuridad, Mictlantecutli, dios del inframundo. En el norte Nanahuatzin convertido, autoconvertido, en el Sol detrás del sol, que ilumina todo (pirámide del Sol). Y Tecuciztecalt, el dios que ilumina la noche (pirámide de la Luna).

Pirámide de la Luna,vista desde el sur,en la Calzada de los Muertos
Foto de Armando Altamira G.
Hay una región, un segmento, intermedio, en la Calzada, donde tiene lugar la batalla de la purificación para el humano, ya espíritu, y así pasar al Cielo, al Tlalocan, pues aquí no hay Infierno ni Purgatorio.

Hay caída y recuperación, o elevación, pero, como en la banda sin fin que hay en la Basílica de la Virgen de Guadalupe,  de México, nadie se detiene, todos pasan.

Una vez dejada la vida del tener humano, del ego, es imperativo empezar a caminar por el submundo, el Mictlán, como un túnel en la oscuridad, (que empieza en la Ciudadela) que no es nada temible, es también un cielo, el más bajo, de los cielos, en sentido vertical del pensamiento náhuatl, que comprende los nueve cielos, hasta arriba el Tlalocan.

Las excavaciones que aún se llevan a cabo por la arqueología, en la zona conocida como la Ciudadela, descubren de dónde partía el alma del recién muerto; de la pirámide de Tlaloc-Quetzalcoatl.

En Teotihuacán hasta los dioses tienen la potencia de elevación, tal es la Leyenda de los Soles mediante la hoguera transformadora. Aquí, en lo espiritual teotihuacano, como en el universo fenoménico, nada está acabado. En otras palabras, se busca siempre más perfección.

Y como ellos, los humanos, o sus almas. En Teotihuacán ya nada es humano, todo es metafísico. Por eso es la “ciudad donde los humanos (fallecidos) se hacen dioses”.

Originalmente se escribía: “donde los hombre se hacen dioses”. Se trata de una redacción de la época porque en la religión teotihuacana hay igual número de dioses como de diosas (son matrimonios tales como Mictlantecutli con su mujer Mictlancihuatl, Tláloc,  con su esposa Chalchiutlicue, etc. Aquí no cabe la sospecha de misoginismo teológico.

Sabido es que en las etnias mexicanas, hasta en la actualidad del siglo veintiuno, cuando los humanos tienen vida, la abuela, la madre, no son figuras de segunda, por el hecho de ser mujer, como la ciudad industrial ha hecho en la economía del liberalismo moderno.

Pasando el río San Juan, hacia el norte, hay una zona de singular trazado, y es la que interesa en esta nota.

Lo regular de la Calzada que empezó al sur del Río San Juan, de pronto  se ve interrumpido por un muro  bajo escalonado que hay que subir y del otro lado otros escalones para descender hacia otra vez el terreno plano. Pero ya se ve que más adelante esto se repite varias veces. Subir y bajar, subir y bajar. Como un prefigurar el reptar de una serpiente. Una serpiente que intenta despegar del suelo y  remontar el vuelo.

Cuando este tramo haya terminado se desemboca por fin otra vez a la horizontalidad continuada de la Calzada. Es ya  la religión del Cielo, que llevará  a Tepantitla, la pintura del Tlalocan, el Paraíso, en el noreste dentro de la misma zona arqueológica.

En el segmento mencionado del subir y bajar, es  donde se da el ejercicio de purificación antes de pasar al norte y ser ya parte de los dioses.

 En Tepantitla los humanos, ahora, puro espíritu, viven y conviven, juegan entre flores y mariposas solares. “Donde nunca faltan los mantenimientos como el maíz, la calabaza, el frijol…” dice Fray Bernardino de Sahagún.

En el pensamiento náhuatl todo es una preparación en esta vida para el momento que empiece la otra vida. Está la dialéctica por devenir entre los opuestos, que da movimiento, que permite ser en el hacer, en el movimiento. De  ahí el glifo omnipresente del olin (movimiento), que los occidentales llaman los contrarios.

De tal manera que si hay cielo hay tierra. Si hay metafísica, hay fenómeno. Traducido a lo occidental sería pensamiento lógico, la razón y su sinrazón, o lo material y la libertad, lo nouménico que es extrafenomenal, etc.

La palabras Infierno, pecado, purificación, son propios del cristianismo que, metidos con calzador por los frailes religiosos del siglo dieciséis en México,  causan mucha confusión y lleva  a consideraciones hueras porque no se están delimitados los conceptos en sus respectivos terrenos, o modos de pensar.

En el pensamiento náhuatl no hay caída, por lo tanto no hay pecado, como se entiende en Occidente. Tampoco Infierno ni Purgatorio. No hay Luzbel ni brujas como en el Aquelarre de Walpurguis de Goethe. Lo más que podría parecernos aterrador, ya con pensamiento occidental, sería Mictlantecuhtli, el dios del Mictlán, el Inframundo. Pero el Zompantli, el Muro de los Cráneos, omnipresentes en todos los pueblos civilizados del México Indio, es un recordatorio de algo inevitable para todo humano, no es nada punitivo. Es como en el pensamiento de Epicteto, un recordatorio que estamos de pasada en este mundo, que por lo tanto nada nos pertenece para siempre y es una absurdo el acumular cosas en lugar de valores esenciales.

Wallander el detective, de la serie policiaca del cine, le preguntó alguien que pasaba si tenía cambio para sacar algo de la máquina, de cosas en venta, en el interior de un hospital. El otro le contestó: "Voy a estar muerto en tres semanas, ¿para qué necesito dinero?"
No para siempre en esta vida, sólo de pasada.

Pieza zapoteca que representa la vida y la muerte.
Museo Nacional de Antropología e Historia.
México.
(de la revista Antropología Mexicana,
Vol. IV,Num.20)

El humano en el cristianismo debe luchar por hacerse un lugar en el cielo, o de lo contario, le espera la barca de Caronte…

En el Purgatorio se vive una etapa de purificación en espera de ver la luz verde que le dará acceso al Cielo.

 Purificación es un término muy occidental, muy cristiano, por lo del pecado, que no cuadra con el pensamiento náhuatl. Recuerda a Virgilio y a  Dante cuando ascienden al Purgatorio qué es eso, como una estancia en la que lo impuro acaba por filtrarse para después seguir al Paraíso.


 Tlalocan, en Tepantitla.

Nótese la vírgula voz, hablan, juegan,
conviven.
Y, entre todos, revoloteando, la mariposa
solar, avatar de la divinidad.
 Divinidad en plural.

Foto de Armando Altamira G. 
En Teotihuacán sería transformación. Como hace la crisálida antes de emprender el vuelo como mariposa. Por eso el otro avatar de lo divino, que mora en las representaciones en Teotihuacán, en Tepantitla, es la mariposa solar.

Lo que tienen  que resolver los pre-dioses, en este segmento de la Calzada de los Muertos, es lo que dejaron de hacer en favor de los dioses cuando tenían vida biológica.

En la medida que  lastimaron a sus semejantes, y pervirtieron la obra de los dioses teotihuacanos, en esa medida ascenderán y descenderán, ascenderán y descenderá, ascenderán…

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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