PITÁGORAS Y LOS VIEJOS


 

“Eduquen a los niños y no será necesario castigar a los hombres”, escribió una vez Pitágoras (572 a C.).

Veintiséis siglos y seguimos ignorando  la causa del efecto.

Lo de Pitágoras se parece  a lo que diría  Epicteto hace veinte siglos, de los niños, y después repitieron muchos, entre ellos, Napoleón: “Al niño hay que educarlo veinticinco años antes de que nazca.”

En el siglo veintiuno hay,  en el planeta, instituciones tanto gubernamentales, como no gubernamentales y hasta de la ciencia médica (Secretaría de Salud Pública, ISSSTE, Seguro Social), que vigilan, para bien,   a los viejos.

Tanto que hasta se busca la manera menos agresiva de nombrarlos: “Adultos mayores”, “Adultos con experiencia acumulada”, etc.

El gobierno de la Ciudad de México expidió la Ley de Derechos de las Personas Adultos Mayores, publicada en la Gaceta Oficial el 7 de marzo del año 2000 (entonces todavía Distrito Federal), en el que señala cerca de veinte derechos.

Sin embargo el mal social persiste. Las cárceles (o como quiera que se llamen) para  adolescentes  están saturados y las denuncias del maltrato a  los viejos llegan cada día  a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos de los  países.

Está comprobado que los primeros agresores,  de niños  y niñas, son los que están más cerca, es decir, los familiares.

En una sociedad, señalada como  machista, toda esa conducta agresiva, tanto contra la niñez como contra la vejez, y contra las mujeres, adolescentes y  adultas, en muchos casos sólo es la consecuencia de la causa, que fue contra lo que advirtió Pitágoras.

En otras palabras, cuesta trabajo pensar que un niño o una niña, que fueron maltratados, después vayan a ser  adultos atentos y amorosos con el padre, o la madre, ahora ya viejos, que tanto los ofendieron.

Céfalo, dialogando sobre los ancianos, con Sócrates, en el principio de La República, le dice: “Algunos se afligen por las ofensas que reciben de parte de los demás a causa de su avanzada edad. Hablan de ella sólo para quejarse y la consideran la causa de todos sus males.”

Hay al menos cien manera de ofender a la niñez. Abandonarlos, sino, desatenderse de su alimentación, de su vestir, de su educación y de su convivencia mutua sana, alegre, de diversión.

Muchos tenemos mascotas en nuestra  casa, (perros, gatos, peces, pericos), mismas que necesitan comida, llevarlos al veterinario, limpiarle sus heces, sacarlos a pasear para que hagan ejercicio, etc.

Muchos, muchísimos niños, no tienen las atenciones que le dedicamos a un perro.

Muchos de estos niños mañana serán adultos resentidos y golpeadores.

Falto de  paradigmas positivos, que seguir,  la formación del niño, ese edificio no va tener buenos cimientos.

Jordi Nomen es un escritor que recomienda que nuestros hijos lean de filosofía, mediante la lectura de cuentos y novelas filosóficas, preparadas para las diversas edades.

Él escribió recientemente  una obra de esa naturaleza. Dice que hay que luchar contra el concepto de inutilidad  práctica de la filosofía en una sociedad cada vez  más mercantilista. “sin ella (sin la filosofía)es difícil lograr un poco de plenitud; o para ser conscientes de esta tiende desestabilizarse  fácilmente.” (El País, 24/03/2018).

No se puede negar que  la sociedad hace esfuerzos por remediar la situación lamentable de los viejos, pero lo hace  en sus efectos, no en sus causas.

¡Falta la educación integral!

Esto en la cultura occidental quiere decir filosofía y teología, valores materiales y valores esenciales. 
 

¡Hacia una educación integral!
 
Dibujo tomado de
El País
24/junio/2014
 
Pudiera sintetizarse así: ¡El año pasado le regalé un Rolls-Royce a mi hijo que hace medio año que no veo, pudiendo hacerlo!

¡Pero ningún día, sin falta, me he olvidado de llevarle sus croquetas a mi perro, sacarlo a pasear y recoger sus heces!

Siempre habrá hijos mal nacidos, agresivos con sus  padres amorosos y cuidadosos, en su educación integral.

Pero lo que abunda en los países del planeta son los hijos malcriados, descuidados por sus padres, mal-criados.

Platón se inclina porque los niños tengan una información amplia de la vida (formación integral), empezando por la familia. Lo dice con la palabra “sabiduría”, que para nosotros los mortales, nos suena como un abracadabra.

Para no perdernos en especulaciones respecto qué quiso decir Platón con eso de sabiduría, Jean Wahl (Introducción a la filosofía) nos aclara: “En La República (Platón) nos dice que debemos educar a los niños en la idea de la bondad de Dios y en las Leyes nos dice casi en la misma forma que Dios es bueno”.

Cinco siglos más tarde el cristianismo diría lo mismo.

Como se ve, la educación de los viejos, a partir  desde cuando son  niños, está presente en los pensadores de todos los siglos, empezando por los filósofos paganos, seguidos por los cristianos y continuando por los modernos de nuestro siglo.

 No leemos (de filosofía, como recomienda Jordi Nomen) a Pitágoras y tenemos un mundo golpeador de niños, mujeres y ancianos.

Lo que tenemos a la vista es una vejez maltratada que antes, en mucha parte,  fue maltratadora. Estamos en el mundo de la fenomenología, de la causa y del efecto, en el que las buenas intenciones son desbordadas con mucho por la realidad.

Herman Nohl en su Introducción a la ética, en la perspectiva de la formación integral, escribe:

 “Lo más grande que figura en la comparación sirve a lo más pequeño como norma para saber a dónde debería llegar para no desagradar.”

PITÁGORAS
“Pitágoras de Samos (en griego antiguo Πυθαγόρας) (ca. 569 a. C. – ca. 475 a. C.1 ) fue un filósofo y matemático griego considerado el primer matemático puro. Contribuyó de manera significativa en el avance de la matemática helénica, la geometría y la aritmética, derivadas particularmente de las relaciones numéricas, y aplicadas por ejemplo a la teoría de pesos y medidas, a la teoría de la música o a la astronomía. “WIKIPEDIA

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

Seguidores