PLATÓN EN SU LABERINTO


 

 

Dijo de lo inmóvil y lo móvil.

 Dios y su Creación, lo inefable y lo mensurable.

Pero en el terreno antropológico observa que todo era movimiento y por más que buscaba en la naturaleza no encontraba lo estable.

Kant también ve que todo pasa:

"Todo pasa fluyendo ante nosotros, y el gusto variable y las varias formas del hombre hacen que todo el juego sea incierto y falaz. ¿Dónde encuentro en la naturaleza puntos fijos que el hombre no pueda cambiar nunca y en que pueda yo dejar señales que le digan qué cauce debe seguir?"

Aun  las grandes montañas se mueven, se trasforman y acaban por desintegrarse.

El hombre llena los requisitos de estable y también de cambiable. La madre puede observar que su hijo, de sesenta años, ha recorrido el mundo pero en otro aspecto,  es como era a los cinco.

Durante muchos siglos ha habido pensadores  que se inclinan por una posición o por la otra: se es como se es o se es como dice la pedagogía y la experiencia pragmática.

Sin quitarle méritos a la ciencia de la mercadotecnia que trata de  hacernos como corresponde a sus intereses.

Nuestra antinomia sería   escalar la montaña desde la quietud  en el valle.

Tal vez así lo hubiera dicho Platón para ejemplificar su  teoría del Devenir.  Potencia, Devenir y Acto.

Otra manera sería decir que México tiembla por el sismo y después ya no tiembla.

Estamos ante la antinomia quietud –movimiento. ¿En verdad hay quietud o sólo grados del movimiento.

Deviene, se mueve, pero ¿desde dónde se mueve. De algo estable. Es una de las famosas antinomias en las que se mueven los filósofos.

“Se ha dicho que sólo podemos  pensar el Devenir  a condición de concebir una permanencia a  la que oponerlo  y sobre el fondo de la cual pudiera destacarse”, escribe Jean Wahl (Introducción a la filosofía)

Si hay algo que se mueve, dice Platón, hay algo que permanece fijo. Esto para refutar a los pensadores de su tiempo, Heráclito, entre ellos, que dice que todo se mueve.

En el Menón, de Platón, Sócrates le dice a Menón:  “Dicen que el alma humana es inmortal; que tan pronto desaparece, que es lo que llaman morir, como reaparece, pero que no perece jamás…”

Hay un sismo de 7 grados y luego de unos segundos todo vuelve a “pararse” y decimos “¡ya paso!” Pero tres días más tarde los del Sismológico nos dicen que ya van cinco mil replicas, de una intensidad menor que en la calle  ya no las percibimos. Y las mini replicas siguen hasta que otro sismo de seis o siete grados, o más, vuelve a sacudirnos y otra vez la secuencia de muchas réplicas ya no perceptibles. “Se lo dije!” habría dicho Heráclito.

Pero algo en constante movimiento, sin su permanencia al que oponer el movimiento, sería una abstracción, del todo.

Un efecto con causa. Lo que se explica fácilmente en teología (Dios y su Creación) pero ya no tan fácil en la fenomenología donde, se acepta corrientemente, todo efecto tiene una causa, aunque lo difícil es ponerse de acuerdo cuál es esa causa.

Recordar que ya Aristóteles hablaba de  un primer motor: la causa de la causalidad. Como quien dice ¿quién echó a andar el motor del automóvil?

Así pues  ¿lo “estable” se compone  de movimientos que van en una escala del menos al más y otra vez al menos pero siempre en movimiento? Kant habla de una estabilidad relativa…

Si llevamos esto a la condición humana ya podemos darnos una idea de lo que se trata. Nos parece entender mejor la reflexión de Platón cuando dice:

“¿Qué pueden ser esas cosas de las que no podemos ni siquiera decir que son esto o aquello, porque están cambiando en todo momento?”

En la ciencia nuevas teorías está dejando todos los días obsoleto mucho de lo que antes era un paradigma, garantizado por el método científico.

Somos como somos y no podemos cambiar, aun queriendo. Eso sería lo estable, lo inamovible. Y lo contingente los acontecimientos que nos llevan y nos traen por la vida y lo procesos fisiológicos que van envejeciendo.

Dibujo tomado del libro
La psiquiatría en la vida diaria
de Fritz Redlich 1968
Es frecuente oír que mediante alguna situación extraordinaria (religión, psicología, deportes, etc,) alguien pudo ser un hombre nuevo.

 Si es un hombre nuevo ya no es aquel que era lo cual  no es posible.

Un ultra pecador se arrepiente y será en lo sucesivo un hombre bueno. No hay ningún milagro: era bueno y regresó a su natural modo bueno de ser. Lo malo no era su natural.

La mujer pecadora, de la Biblia, que lavó los pies a Jesús en la casa del fariseo, era de noble corazón. La vida la había llevado por otro camino y lo que Jesús hizo fue regresarla a su modo de ser.

Se dan casos de sacerdotes y religiosas, gente de los altares, que un día cuelgan los hábitos y regresan al “mundo”. Eran del “mundo”, no eran de los altares.

Bill W, cofundador del movimiento Alcohólicos Anónimos, era un hombre de inteligencia muy despierta, disciplinado en su modo de vivir y de sentimientos nobles. Por muchos años fue un borracho consuetudinario y llevó una vida desordenada. Un día, dice, el cielo lo tocó, y emergió como un hombre nuevo. Sucedió  que regresó a su modo de ser.

San Francisco, san Ignacio de Loyola, experimentaron semejantes procesos en sus vidas. Todos ellos se creyeron malos por un tiempo, porque también así los llevó la vida, pero eran diferentes.

Esa es la antinomia a la que estamos  expuestas las criaturas antropoides que aspiramos a ser humanos.  Ser inamovible y a la vez de cambio constante.

La vida que pasa ante nuestra narices, y de la que somos parte, parecería sólo es una secuencia de fenómenos, lejos de la estabilidad.

El taco de billar (como causa) que le pega a la bola (efecto), y en medio está el movimiento del taco (devenir) pero, ¿quién movió el taco? Y, para hacerla más interesante, todo esto moviéndose en el tiempo y el espacio.

Algunos, como Kant, en su Estética Trascendente, dicen que el tiempo es anterior a la causalidad.

No revolver peras con manzanas, como gustaban hacer los sofistas del tiempo de Sócrates. Kant se refiere al tiempo inteligible, no al tiempo de los físicos que, dicen, empezó con el Big Bang.

 ¿Y ya estamos, con Kant,  otra vez en lo inamovible!

Esto es parte del laberinto de Platón. ¡Muy enredado!

Parece que es más divertido encender mi tableta y ponerme a chatear...

Platón
 “Platónn. 1 (en griego antiguo: Πλάτων) (Atenas o Egina,1 ca. 427-347 a. C.)2 fue un filósofo griego seguidor de Sócratesn. 2 y maestro de Aristóteles.3 En 387 fundó la Academia,4 institución que continuaría su marcha a lo largo de más de novecientos añosn. 3 y a la que Aristóteles acudiría desde Estagira a estudiar filosofía alrededor del 367, compartiendo, de este modo, unos veinte años de amistad y trabajo con su maestro.n. 4 Platón participó activamente en la enseñanza de la Academia y escribió, siempre en forma de diálogo, sobre los más diversos temas, tales como filosofía política, ética, psicología, antropología filosófica, epistemología, gnoseología, metafísica, cosmogonía, cosmología, filosofía del lenguaje y filosofía de la educación; intentó también plasmar en un Estado real su original teoría política,”WIKIPEDIA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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