EL PLATÓN DE GÓMEZ ROBLEDO


 

Platón  no logró la constitución del Estado perfecto como él quería para bien del pueblo.

Había demasiada corrupción en los políticos de su tiempo.

“En el tercer régimen, si es que todavía puede merecer ese nombre, todo anda al buen talante de cada uno, la licencia se da sin freno alguno y las improvisaciones se suceden a paso veloz, según las van urdiendo y aconsejando  los “amigos del pueblo” que no buscan sino halagarlo y explotar sus pasiones más bajas. Es el reino del relajo, para decirlo a la mexicana; y malamente puede hablarse  de una “constitución” en lo que, por ser tan tornadizo, y tan tornasolado, no es en realidad sino un “bazar de constituciones.”

Platón, Antonio Gómez Robledo, Fondo de Cultura Económica, 1974

Fue cuando Platón buscó el cambio, hurgando en el  modo de vivir de  la gente. Encontró que se buscaba la felicidad inmediata y pasaba sobre los valores esenciales.

Para trabajar por ese cambio, desde la raíz, fundó en el predio de Academo, lo que se considera la primera universidad del mundo, al menos para lo que sería  la cultura occidental.

El burlón de Aristófanes dice que este primer título, de universidad, o academia, le corresponde a la casa de Sócrates, y le llama “El Pensadero”.

Otro tema que desglosa Platón es el del tiempo, que tanto habría de impactar a los filósofos posteriores a él, como es el caso de Plotino, San Agustín, Kant…

Robledo: “Del ser temporal, por el contrario, es más seguro decir que ha sido y que será, y no que es; porque en tanto que el pasado y el futuro podemos en cierto modo congelarlos, no así el presente temporal, el cual, en el acto mismo de su aparición, está ya declinando hacia el pasado y proyectándose hacia el futuro.”

¡Todo se mueve pero nada cambia! Sostienen algunos sistemas filosóficos. ¡Y así será dentro de veinte siglos! Y como la sociedad es un reflejo nuestro, también entonces los políticos en campaña nos estarán prometiendo una canasta básica a muy bajo precio.

Lo inmediato interesaba sobre manera a Platón, y para hacer un inmediato de calidad, fue que tuvo que bregar una y otra vez contra la incomprensión de los políticos de su tiempo buscando logar que el Estado ideal, para la gente, fuera realidad.

Pero lo suyo de Platón era arrancar, al hombre del sentido común,  de su pernicioso mundo de utilidad y placer y llevarlo a su mundo de las Ideas:

Fundó una universidad en toda la palabra, es decir, que se estudiara  el pensamiento universal, la razón y la sinrazón. En términos modernos: lo laico y lo teológico, lo real y lo ideal, la sustancia y el fenómeno.

Puro laico, o puro religioso, sería decir  para otra cultura, pero no para la europea. O no para una universidad.

 La europea tiene sus orígenes en los presocráticos, en Platón y en Aristóteles: “Sobre sus anchos hombros lleva Platón, como otro Atlas, la civilización de occidente”, escribe Gómez Robledo

Ambas, el mecanicismo y el idealismo, llevan hipostasiándose veinticinco siglos. Se combaten, se reducen, se vituperan. Esto ha dado una riqueza pensamiento porque es una cultura hecha de tesis y contra tesis.

El hombre del menudo pueblo es el que ha tenido que pagar el precio porque  sigue en el erial en lo que se refiere a la cultura. Los filósofos escriben para los filósofos, no para los obreros ni para las "amas de casa".

Con sólo un pensamiento, a falta de ideas, los hombres del  menudo pueblo  sólo pensamos  en  que nos rebajen el precio de la canasta básica.

Era contra lo que luchaba Platón, que el pueblo no sólo pensara en la canasta básica.

 Pero Platón era un hombre del pensar, del pensar en cosas trascendentes, no un hombre del hablar en la tribuna de cosas para sólo pasar el día.

Los presocráticos fueron los que empezaron con eso de tiempo, a observar que en todo hay movimiento y permanencia, las olas del mar, en el día y la noche…

Si hay cambio es que hay permanencia. ¿Y esa permanencia qué es? ¿O sólo hay una permanencia relativa y todo es movimiento, todo deviene? El ritmo de la vida de una mariposa, frente a la de un humano y ésta comparada con la escala del tiempo  geológico,  diferentes velocidades, pero no permanencia. Todo se mueve en el atomismo de Demócrito.

Otra manera de ver: “Todo se halla en un cambio constante pero que en nada afecta a los valores morales” (Bochenski, La filosofía actual).

 
Dibujo tomado de
El País
27 octubre de 2018
 
Así empezó la historia del pensamiento filosófico. Y la seguimos haciendo en el siglo veintiuno. Las ciencias se mueven, creemos que para adelante. Pero la filosofía sigue con las mismas preguntas de los presocráticos.

Hay mil interpretaciones del pensamiento de Platón, y a cual más cautivadoras. Desde todos los ángulos, a semejanza de aquellas pocas palabras que dijo Jesús pero que cada día tienen inmensurables  interpretaciones en todo el mundo.

 Y Platón no dijo pocas palabras de calidad sino que fue de una producción por demás extensa.

“Después de veinte siglos, o poco menos, de reflexión filosófica sobre Platón, nadie puede  pretender hoy a una originalidad absoluta” escribe Gómez Robledo.

Si después algunos padres de la Iglesia) San Agustín, Santo Tomas, San Alberto…) siguen abrevando en la obra de Platón es porque Pablo no fue en realidad  ninguna novedad para los pueblos del Mediterráneo, como se ha creído.

Pablo nos dice en sus epístolas lo que él les dijo a los mediterráneos, pero no consigna el ejercicio dialéctico  que sostuvo con aquellos griegos.

 Ya los presocráticos, y luego Platón, habían hablado de la Belleza y del Bien no como predicados sino como sujeto.

Desde todos los ángulos se han observado y estudiado los pensamientos de Platón, que pasan con el nombre de Ideas.

Hay que entrecomillar eso de “todos los ángulos” porque no se trata de una obra ya exhausta. Los pensadores de los siglos que están por venir nos reprocharían este juicio.

Sobre todo los del pensamiento laico, de los autores modernos, frecuentan el pensamiento de Platón. Jasper y Schopenhauer, por ejemplo. Este  dice que para entender su obra principal, es decir, El mundo como voluntad y representación, primero tienen que conocer a Platón, sino que mejor ni compren  El mundo

Robledo: “Lo más que podemos decir, con Jean Wahl, es que Platón no pierde de vista aquello que está “más allá de la esencia y la existencia.”

 
Gómez Robledo
 
Antonio Gómez Robledo, Nació en la ciudad de Guadalajara, en el estado de Jalisco, México, el 7 de noviembre de 1908 y falleció el 3 de octubre de 1994. Fue miembro de El Colegio Nacional1 y se desempeñó como miembro del Servicio Exterior mexicano, llegando a ser Embajador de su país ante distintos organismos internacionales y ante diversos países.

Es reconocido por su obra erudita relacionada primordialmente con Platón, así como con Sócrates y Aristóteles, entre otros notables pensadores europeos de diversas épocas, merecen también reconocimiento especial sus ensayos sobre la justicia y el derecho internacional.WIKIPEDIA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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