TRAJE NUEVO CON TELA USADA DE LA FILOSOFÍA


 

Se  niega la tradición con la pluma pero  en el contexto los materialistas recuerdan el atomismo de Demócrito, y las doctrinas mecanicistas de Platón, los existencialistas a Diógenes, los teístas a Zenón y a Aristóteles y Nietzsche a los de la Stoa.

De aquellos viejos y originales pensadores ya pocos escritos quedan. Los siglos, la ignorancia o la maledicencia los han ido desapareciendo.

Pero la tradición que aquellos empezaron la encontramos en los modernos, aunque estos ya no los citan. Es como cuando modificamos  la ropa de siempre. A este pantalón le corto las piernas y ya tengo un short. Un modelo nuevo pero con la misma tela.

En los tiempos pasados la tradición cabalgaba en los hombros de la negación. Las religiones individualistas, surgidas a la sombra del liberalismo moderno, negaban a Jesús, como Dios, y así es como conocimos  mucho a Jesús, por contraste, por antinomia o antitético.

Los cronistas españoles, y sus frailes,  del siglo dieciséis, escribieron más o menos una tonelada de barbaridades de los aztecas y su modo de vivir y así es como, por contraste,   conocimos mejor  a los mexicas.

 Pensando: ¿cómo unos bárbaros se hicieron herederos de la gran cultura náhuatl, la conservaron y la enriquecieron?

Algo no encajaba y empezó una investigación detallada.

Lo mismo para con los multinegados Epicteto, Platón, Aristóteles, Kant… Nos apresuramos a decir que de ellos hay excelentes estudios críticos: J.C.B. Gosling, de Platón y Max Scheler de Kant… con sus bibliografías, sus citas y entrecomillados, en contraste con los que no los mencionan.

Los apóstoles nos recuerdan a Platón, con sus Ideas dentro de la filosofía de la cualidad, incluido Pablo con sus epístolas. Hasta donde conocemos, Pablo,  que recorrió los pueblos del Mediterráneo, no menciona a Platón.

Platón mismo es el gran recipiente que desarrolló de manera deslumbrante algunas tesis de los presocráticos:

"Podemos decir que la filosofía de Platón es un resumen y una sublimación de las filosofías anteriores en lo que llaman los hegelianos una síntesis más alta"
(Jean Whal El camino del filósofo). 

Dibujo tomado de
 
El País
 
14 Oct.2017
 
Pero no sólo en el estrato de los intelectuales se niega a los otros pensadores, sino que el modo de reproducir las ideas originales, a la vez que negando la tradición, la encontramos en las telenovelas de las abuelitas que, a través de tantos clichés, reproducen también a la Medea de Eurípides. Dos cónyuges que ahora se odian y asesinan con su jaloneo a los hijos de ambos.

Hay que reconocer que en los novelistas no está expulsada de todo la honradez intelectual. Pocos, pero los hay.

Flaubert confiesa que tuvo que viajar a Túnez para conocer de cerca el terreno en el que situaría a los personajes de su gran novela Salambó, basada en la tragedia  de la histórica reina Dido, de Cartago,  que se suicidó por el amor que le tenía a Eneas, el caudillo escapado de la destrucción de Troya y que estuvo de paso en Cartago, cuando se dirigía a la conquista de Roma.

El gran Fray Bernardino de Sahagún, que preguntó a los hombres de saber náhuatl que quedaron con vida en la conquista y le pasaron una rica información. Con toda honradez él sí lo consigna.

El inmensurable mérito de Sahagún fue el de coordinar lo que los sacerdotes mexicas decían, al grado que él tuvo que aprender náhuatl y a los sacerdotes mexicas les enseño el español, o castellano en esa ápoca.

En contraste de algunos historiadores de la conquista, y de las cosas antiguas de México, que jamás conocieron México y sólo escribieron inexactitudes sobre lo que otros escribían también inexactitudes y además  sin darse  crédito uno y otros.

A Epicteto lo encontramos con frecuencia  pero el autor  para nada lo  nombra. Los entrecomillados, las citas bibliográficas como la hemerográficas, van siendo cada menos frecuente.

Esta manera de perpetuar la tradición, negando a la tradición, Schopenhauer, que no tenía compromisos intelectuales ni con el cielo ni con el infierno, lo dice de esta manera:

“En los siguientes capítulos sobre Zenón, la coincidencia con Spinoza se extiende hasta la exposición y las expresiones. De ahí que no se pueda por menos que suponer que Spinoza conoció y utilizó este escrito; porque  en su época Aristóteles, aunque atacado por Bacón, todavía gozaba de gran prestigio, y también  existían buenas ediciones con la versión latina. En consecuencia, Spinoza sería entonces un mero renovador de los eléatas, como Gassendi lo fue de Epicuro.”

Schopenhauer, Parerga y Paralipómena (12-La filosofía de los modernos. Editorial Trotta).

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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