TOM SAWYER Y EL GUSTO POR LO COMPLICADO DE LA VIDA


 

Los alpinistas y Tom Sawyer se parecen en algo. Siempre están buscando lo más complicado.

Tom se reúnen  con su amigo Huck en un lugar del Misisipi con la idea de liberar a Jim. Jim es un negro esclavo que se ha escapado de su ama la señorita Watson.

Huck y Jim habían recorrido  el río durante algún tiempo en una balsa. Se vieron envueltos en varias aventuras. Entre estas la compañía no deseada con dos  malandrines estafadores.

Como la señorita Watson ha boletinado a Jim, uno de los malhechores acaba por venderlo en una granja de la región en la que se han detenido.

Es cuando Tom alcanza a Huck y entre los dos se proponen rescatarlo. Consideran varios planes. Huck propone algo que puede dar buenos resultados, con economía de tiempo y sin comprometer el éxito de la empresa.

Manuel García

(del Club Exploraciones de México)
en el paso clave de la vía Whymper,
flanco oriental del Chiquihuite.

Alfredo Manjarrez(El Whymper)
trazó esta nueva ruta en 1954.

Ver la ficha técnica en este
mismo blog: "Once vías de escalada
en el cerro Chiquihuite".

 
Tom se opone. Eso no tiene ningún atractivo de peligro, dice. Pensemos en otro plan en el que haya emociones y riesgo. Lo que propones “es más sencillo que andar pie y más fácil que engañar a un tonto-dice Tom-.Yo diría que podemos encontrar una forma más complicada, Huck Finn”.

 A su vez a Tom se le ocurre: excavar un túnel para llegar hasta donde esta Jim, Con una cuchara cada quien. Pero abandonan la idea porque eso les llevaría 37 años.

Huck y Tom son dos muchachos de trece o catorce años que se sienten pésimos por no delatar a Jim. Como blancos tienen la obligación legal y moral de denunciarlo: “Así son las cosas-piensa Huck recriminándose- alguien hace algo que está mal y después no quiere cargar con las consecuencias. Se cree que mientas puede esconderse no tendrá que pasar vergüenza.”

Pero con vergüenza,  y faltando a las leyes de su mundo, los dos muchachos hacen lo necesario para que Jim sea libre.

La historia del alpinismo como deporte nos ilustra que el hombre emprendió la conquista de las montañas por lo que le pareció la vía más accesible. Lo que importaba era la cumbre.

La siguiente etapa fue trazar una ruta de más dificultad. Finalmente se dirigió a lo que  hasta entonces se consideraba imposible de escalar, flanco que recorrer o del desierto  para cruzar.

Calzada Oeste (T) que lleva a la cumbre del monte Tláloc,4,150m.

Francisco Javier Clavijero apunta que los que empezaron a construir
este gran adoratorio, a Tláloc, fueron los toltecas (Historia Antigua de México).
Pero que cuando estos llegaron ya había señales de ceremonias de los
teciuhtlazque (graniceros).

En la foto Héctor García y Jorge Rivera, tomada antes de la reconstrucción
de la calzada.  La cumbre nevada que se ve al fondo es el Telapón,4,000m.

Foto de Armando Altamira, 1974
 
Por la arqueología supo que miles de años atrás otros hombres ya habían subido esas cumbres pero por motivaciones espirituales.

Los alpinistas por deporte  no aspiraban tan alto. Hijos del siglo, sólo buscaban la cumbre de roca y nieve.

 Ni la libertad, compartida, buscada por Huck y Tom ni el Tlalocan de los sacerdotes de Tláloc. Sólo la cumbre.

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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