KIERKEGAARD, EL SOLITARIO


 

El Estado y la Iglesia luterana de su tiempo, mediados del siglo diecinueve, no hacen nada por salvar a la mayoría de su ignorancia, dice, los periódicos tampoco.

En Dinamarca, y sobre todo en Copenhague, Kierkegaard deambula por las calles observando al hombre sin rostro y su conducta le parece demasiado limitada, soez y por lo mismo manipulable.

Es cuando le da por buscar las causas de tal precariedad intelectual. Pero toma distancia y se aparta de lo que él llama “masa”.

Escribe, publica y tiene un éxito casi inesperado como escritor. En su primera etapa se considera un escritor estético y después se declara un escritor religioso.

En su vida de escritor Kierkegaard se considera algo así como un amanuense de Dios: “Como si yo no hubiera tenido otra cosa que hacer que copiar diariamente una parte determinada de un libro impreso”.

Él lo guía, Él lo inspira. Es consciente de sus debilidades y errores como persona finita,  pero entonces : “ Cuando veo bien y encuentro reposo en la seguridad y el conocimiento de Dios, la felicidad vuelve de nuevo.”

Kierkegaard se revelará, pasado el tiempo, como un gran pensador y ocupará su lugar en lo más serio de la historia de la filosofía.

 No obstante,  será agarrado como estandarte,  en los siglos posteriores, de  corrientes de pensamiento diversas. Algunas muy jaladas de los pelos. Seguramente  presintiendo eso él se adelante y se confiesa socrático y cristiano: “Sócrates mi maestro, mientras que sólo he creído, sólo creo, en Uno: Nuestro Señor Jesucristo”.

 Esto es toda una revelación. Los filósofos  se detienen antes de pasar la raya de la razón. Y los religiosos ven con desconfianza lo que los puede alejar de la fe.

Kierkegaard no es hombre de abstracciones. Tiene, sin miedo, un pie bien plantado  en un lado y el otro pie en el otro lado.

El humano no es una pizza, que se le puede cortar en rebanadas.

Si tiene éxito como escritor es que hay receptores que lo entienden, pero todavía son pocos.

Es la etapa de la Humanidad en que se dice, por todas partes: “Todos somos iguales pero a condición que piensen como nosotros.”

En este contexto Kierkegaard es duro con la prensa escrita a la que señala como responsable de tal confusión:

“La vileza periodística era de una escala desproporcionadamente grande, estaba sin duda llevando a la gente a sus tumbas, mortificando y amargando, tal vez no siempre a los objetos directamente del ataque, pero sí de todos  modos  a sus mujeres y niños, a sus parientes y amigos más próximos, penetrando de forma vil en todas partes, incluso dentro del santuario de la iglesia, escupiendo mentiras, calumnias, insolencia y todo al servicio de una pasión perniciosa y de la despreciable voracidad del dinero…”

Kierkegaard se moriría  de espanto, o de berrinche, con el anarquismo de la “prensa virtual” que en el siglo veintiuno se lleva a cabo por las redes sociales.

Escribe unas líneas, con respecto a la corrupción de su sociedad,  que hace pensar en el tango Cambalache de Santos Discépolo: “La falsedad, la  mezquindad y la injusticia gobernaban al mundo.”

Pero le parece que  los filósofos tampoco son tan ecuménicos. La historia de la filosofía se centra en el binomio objeto e imagen. Unos quieren unidos objeto e imagen. Otros separados la imagen del objeto. Y otros niegan la imagen  y sólo se quedan con el objeto.  Luego está la Creación y la Evolución.Los que hacen mayor número son los que desde un realismo consciente les dan por no ser puro objeto.

Toda la Humanidad pensante cabe en esa síntesis.

La existencia y la esencia, le llaman otros a este binomio. Los que gustan de identificarse con algún “sistema”, “corriente” o “teoría” son nominalistas o universalistas, empiristas o racionalistas.

Los modos más conocidos, o familiares, de todo eso, son materialistas e idealistas. Los que sólo tiene ideas muy vagas dicen,  para salir del paso, :“derechas” o “izquierdas”, para señalar al que no piensa como él aunque él mismo no se sepa a ciencia cierta cómo piensa. Los términos  más recientes son “fascista” y “progresista”. Cada generación inventa su lema pero el fondo es el mismo.
 

Dibujo tomado de
El País
24 de marzo de 2018
 
La confusión se hace completa cuando los partidos políticos se definen como de centro-izquierda o de centro-derecha o de izquierda aunque su actuación sea de derecha. O en pleno bipolarismo en ocasiones un individuo actúa, por ignorancia o por intereses económicos, de izquierda y en otras de derecha.

Para unos el mundo está lleno de sujetos sin verbo, ejemplo: mujer. Para otros,  mujer  hermosa.

No se trata de una polémica libresca sino de una realidad cercana de  todos los días.

"Es una misma realidad vista desde dos puntos diferentes" dice Jean Wahl. Introducción a la filosofía.

Muchos de los novelistas "duros",  del siglo pasado, se referían a la mujer sin verbo y sus finales no podían ser felices.

"La vida es una totalidad" escribe Bergson al considerar las explicaciones mecanicistas que tienden a dividir las cosas en elementos. H.B.La evolución creadora.

Kierkegaard nació en 1813 y en el verano de 1840 obtiene su título de teólogo. Diez años más tarde publica La escuela del cristianismo. En él señala a la Iglesia oficial danesa de llevar una religiosidad sin riesgo y sin sufrimiento. Olvidándose del pobre en su afán de mantenerse en lo alto de las olas de las tempestades políticas.

Kierkegaard quiere poner orden en este caos y dice:

“Llegar a ser cristiano en la Cristiandad significa, o bien llegar a ser lo que uno es (la interioridad de la reflexión), o el llegar a ser interior a través de la reflexión”.

Lo que Kierkegaard dice del cristianismo  protestante superficial, de sus paisanos contemporáneos, de Dinamarca, no es tan ajeno al cristianismo  católico de América latina.

 Esta grande y bella religión  echó sus bases en el continente, no mediante la manera dialéctica sino, por la fuerza de la espada. Mucha de la superficialidad de su práctica tiene ahí sus orígenes.

En otras palabras lo que dice este autor es que la Cristiandad de su país y de su tiempo es muy numerosa pero que en realidad hay pocos cristianos. Esa procrastinación, dice él, es culpa de la Iglesia oficial luterana.

 En América no es culpa de la Iglesia católica, sino tarea para la Iglesia católica.

Kierkegaard sugiere, para que ni clérigos ni políticos ni la prensa, abusen del pueblo ayuno de cultura e información:

 “Dedica un tiempo determinado cada día, con regularidad y precisión monásticas, a leer libros edificantes.”

Sören Kierkegaard, Mi punto de vista.

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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