DIALOGO DE LUIS CON SÉNECA ENTRE MONTAÑAS MEXICANAS

 


Tercer día en el albergue de Piedra Grande (4,260m) del flanco oeste del Pico de Orizaba (5,600m).

Permanecer horas o días en un mismo lugar, aislado de la comunidad inmediata, como sería el caso de un lugar dentro de la misma ciudad, es parte de un entrenamiento para formar parte de una expedición alpina.

 En el campamento, ya en la montaña del destino, puede verse obligado el individuo a permanecer horas o días dentro de la tienda obligado por el mal tiempo. Si no tiene este entrenamiento pronto surgirá el conflicto entre sus compañeros y  enviciará la armonía de la expedición. No pocas expediciones han regresado a su país sin haber pisado siquiera la base de la montaña por esta situación caótica del grupo.

En días de la pandemia podemos entender mejor este asunto. Encerrados en una casa por días o meses, la psicología del  grupo acaba por explotar.



“Perdidos “en el suroeste del volcán.


Permanecer encerrado como ejercicio de entrenamiento se trata de una prueba dura, para la psicológica del individuo, aunque no lo parezca. Nuestro estilo de vida de la ciudades es moverse por necesidad de cumplir con las tareas como el trabajo, el estudio…O bien obligado por el temor de encontrarse con sí mismo.  También, y con más frecuencia,  buscar la manera de cómo llenar su día.

“Creo que hay que estar  solos para percibir el lenguaje de la naturaleza. Ésta habla  en voz baja y, si hay demasiados rumores, perderemos muchas de sus palabras” escribe Mazzotti en su libro Introducción a la montaña, editorial Juventud.

Somos individuos del ritmo atropellado  de la ciudad industrial, no somos lamas. Entonces, obligados por las circunstancias, hay que quedarse quietos como los lamas…Semejante a alguien que no tiene dotes ni entrenamiento de malabarista y  se le obliga a ir por la cuerda sobre las cataratas del Niagara… 

Teníamos programados dos días en el albergue pero hemos decidido permanecer un día más. La patrulla alpina que subió hasta los 5,500 en busca de cadáveres ha regresado al valle. Nada reciente sino desarrollando labor de “limpieza”. Localizar cuerpos de alpinista accidentados de años atrás. La fuerte nevada de dos días antes ha borrado toda huella de las grietas.

Por la mañana Yuma y yo vagamos por la morrena. No buscamos algo en especial, solo vamos de aquí para allá. Requiere concentración ir por tanta rocalla, un descuido y ¡adiós tobillo!



El Pico de Orizaba oeste visto desde la cota 4,200


Luis y Pancho han descendió  hasta el fondo de la cañada Jamapa y  regresado a buena hora para preparar la sopa para  la comida. El agua hierve y hierve pero por eso de la altitud tarda en cocerse el alimento.

Debido a eso hemos procurado traer víveres blandos, precocidos, que no requieren tanto hervor.  “Demasiado sodio y demasiadas grasas saturadas”, dice  el sobre pero por ahora no nos queda otra que hacer caso omiso de esta  advertencia de   muerte.

Al caer la noche tomamos café negro ya metidos en nuestro sacos de dormir. Yuma ha perdido sus guantes de lana y protege sus manos del frío con calcetines que trae de repuesto.

Albergue de Piedra Grande

Foto tomada de Internet.

Luis quiere leernos algo de Séneca pero ya sabe que eso de la cultura no es lo nuestro y se las ingenia para imaginar un dialogo con aquel filósofo. Recuerda a los personajes del teatro cuando hacen soliloquio.

Brevemente nos explica…  Séneca fue miembro del Senado romano y en un tiempo el favorito de Calígula y fue también su profesor. Muy rico, Séneca, sin embargo,  se identificaba culturalmente  con la Stoa o corriente  estoica. Los cristianos, todavía en las catacumbas, se fijaron en esta actitud de los estoicos y  encontraron tal sobriedad en el modo de vivir, muy conveniente para  ellos (ya Jesús les había anticipado: vayan a predicar la Palabra, no lleven nada, sólo lo puesto). Es necesario saber este dato para  calibrar  los conceptos desarrollados por Séneca , nos advierte Luis.

¿Por qué tan ilustre maestro  no logró hacer del emperador algo diferente a como lo refiere la historia?

Por la misma razón que Pericles no logró heredar su sabiduría a sus hijos o los jueces que juzgaron a Sócrates no pudieron  entender lo que el maestro quería para la juventud ateniense…Lo vemos en la actualidad, padres sobrios y sus hijos mala cabeza, bueno, no todos. O viceversa.

Luis lee del libro de Séneca (Tratados filosóficos) las respuestas y sólo se preocupa de inventar las preguntas:

-Vives en un palacio y hablas de mesura en las costumbres, le pregunta a Séneca

“Estoy poseído de un gran amor a la templanza; así lo confieso. Agrádame la cama no adornada con ambición; no me agrada la vestidura sacada del cofre y prensada con mil tormentos, que la fuercen  a hacer diferentes visos, sino la casera común, en que ni hubo cuidado de guardarla ni le ha de haber  en ponerla”.



La segunda cresta rocosa del flanco oeste.


-Son famosos los festines en los que la clase dirigente de Roma se regodeaba, aun con  manjares traídos de lejanas tierras y sólo para, por hartazgo, vomitarlas.

Se refirió a esto último:

“Agrádame el manjar que no costó desvelo a mis criados ni  causó admiración a los convidados y no me agrada el prevenido de muchos días, ni el que pasó por muchas manos, sino el ordinario y fácil de hallar, sin que en mi mesa se ponga cosa alguna  de las que el precio subido atrae, sino en las que  en cualquier lugar se hallan, sin ser molestas a la hacienda y al cuerpo y sin que sean tales y tantas, que hayan de salir por la parte por donde entraron”.

-En todas las cortes se busca  exhibir la opulencia más que los otros, tanto en el vestir como en el grupo de servidores o guardaespaldas. Se cree que entre más boato se llamará más la atención del monarca que le facilitará el ascenso a formar parte del reducido grupo de dirigentes.

“Me aprieta el ánimo el ver  en otros gran cantidad   de pajes y esclavos relumbrantes con el oro de las libreas, más bizarras que las de los míos. También me acongoja  el entrar en una casa llena de riquezas y adornada con artesonados  dorados, y apriétame  el lisonjero pueblo, que de continuo corteja a los que disipan sus haciendas”. Yuma  interrumpe a Luis:



Camino a Shangri-La


-¿Estás leyendo literalmente o lo estas inventando, porque muchas de esa cosas que dices son de Séneca son las que aparecen estos días del siglo veintiuno en los medios de todo el mundo.

-Pueden verificarlo, miren es a  la letra lo que están oyendo.

Luis se disponía a seguir leyendo de los Tratados filosóficos cuando se abrió la puerta del albergue y entró un grupo ruidoso de cinco alpinistas. Uno de ellos cargaba un viejo radio portátil de los años sesentas de cuatro grandes baterías. Lo tenía a todo volumen.

 Luis esperó  que se instalaran para seguir dialogando con Séneca pero dos horas más tarde seguían hablando. Uno de ellos sacó de su mochila tres metros de longaniza y la colgó de  clavos de la pared y el otro externo de alguna litera. Pronto se llenó el recinto no sólo  de ruido y también  de un irritante olor de grasa de longaniza. Otro del grupo sacó un bote de pintura y empezó a pintar la pared del fondo con los nombres de los componentes del grupo. Al final pintó un corazoncito atravesado con una flecha y un recordatorio: "Aquí estube con Juana".

Comprobamos que de lamas no tenemos nada. Tampoco de estoicos y, por nuestra incapacidad de tolerar tanto ruido caótico, menos de cristianos.  A las ocho de la noche nos trasladamos al refugio que está a cincuenta metros del albergue. Pocas literas pero suficientes para nuestro reducido grupo.

Todavía a las dos de la mañana se oye fuerte el jolgorio en el albergue.



Este es nuestro Shangri-La. Rebosante de contingencia atmosférica,el frío, el aire, el calor, la nieve, las luces, las sombras conforme avanza el día... 

Yuma, en el centro (abajo a la izquierda), casi perdido por la distancia, da idea de las dimensiones  del flanco oeste.


En la mañana, antes de almorzar, agarramos nuestras mochilas. Síganme, les dije, conozco un planeta lleno de silencio. Traspusimos la colina del oeste y, en efecto, llegamos a nuestro Shangri-La. Todavía caminamos en descenso hasta franquear la otra cresta, ahora en dirección sur a través del flanco occidental. En los 4,200 levantamos nuestras tiendas. 

Luis  y otros dos acampamos cuatro años atrás en este mismo sitio. Entonces todavía bajaba el agua de deshielo del glaciar noroeste,a partir de las diez de la mañana y se congelaba  hacia las cinco de la tarde.Ahora su cauce está seco.

Como sea, Luis dice que en pocos lugares se siente tan feliz como aquí.Me considero dichoso porque procuro cultivar la tranquilidad, dice. En otras palabras,el ocio terapéutico. Las ciudades han borrado de su diccionario la palabra ocio y en su lugar pusieron  el sedentarismo y la poltronería

Mientras arroja al fuego  salchichas, para todo el grupo, nos comenta algo que nos parece curioso. Sólo a Luis se le ocurren estas cosas. Tengo en mi casa,explica, una foto muy ampliada de esta vista de la montaña desde este mismo ángulo que tomé hace cuatro años.Siempre que la veo ( y la veo todos los días ) me produce un sentimiento estético.He comprobado que es el mismo sentimiento estético, siempre, todos los días.Pero ahora que  veo, en vivo, el mismo paisaje  me produce un sentimiento estético diferente.¿Saben a qué se debe? Ni idea, le contestamos todos. Explícanos  a qué se debe, pregunta Yuma.A mi fotografía le falta la contingencia atmosférica: el frío, el aire, las luces, las sombras conforme avanza el día... Mi fotografía sólo es una  superficie  exterior estática, congelada y de una dimensión.Aquí, en cambio,  tengo la tercera dimensión. Igual que cuando contemplamos la foto de la novia.¡No sigas!, le urgió Yuma,nuestra imaginación iría muy lejos en ese terreno...

Pancho no conocía este lugar bajo los glaciares colgantes occidentales, mil metros sobre nuestras cabezas. Se quedó extasiado. En efecto, dijo, este es el Shangri-La de Horizontes Perdidos, del novelista inglés, cómo se llama? James Hilton, respondió Luis.

Sí, comentó Yuma, sólo que en este Shangri-La si se envejece.

 ¿Te parece interesante el paisaje? le pregunta Luis.¡Ni qué dudarlo!

Entre trago y trago de café negro y mirando alternativamente la brazas de la hoguera o levantando la vista hacia los glaciares colgantes sobre nuestra cabezas, Luis dijo que todos buscamos un espejo que pueda reflejar nuestra propia imagen.Por eso alguna veces vemos hacia el cielo y otras hacia el infierno y luego, asustados, buscamos escondernos en la medianía. 

Siguió una de sus clásicas preguntas:¿Han leído La Iliada? Tiene que ver con la libertad. Hay una necesidad de libertad en todo el que practica el alpinismo,ya por deporte o ya como plan de vida.El anhelo de conocer panoramas naturales,como este,  o superar obstáculos en lo vertical, es la máscara, el argumento,  que esconde aquella necesidad vital. Todos usamos mascaras de manera consciente o no. Es una manera de decir, nada ofensivo. A semejanza de los gobiernos que suelen exhibir  argumentos de la superficie para realizar objetivos de primera necesidad para el desarrollo de sus programas.Por eso preguntaba sobre La Ilíada.Esto es lo que nos dice Homero.

Yuma sí conocía a Homero. Fue el saqueo de Troya lo que movió a los ejércitos griegos,con el argumento de rescatar a Helena, dijo. Y para despistar a los lectores  suspicaces,añadió Luis, Homero metió otro argumento más: las diosas Hera y Atenea buscaron la ruina de Troya, por envidiosas y vengativas, contra París que no les llevaba  ofrendas y si a Afrodita a quien consideraba la más bella de las tres. Fue cuando el Olimpo entro en una verdadera revolución entre los inmortales...

Pancho interrumpió  en tanto salía, consternado, el rostro lívido, de nuestra tienda- comedor: ¡Una verdadera mala noticia, se nos acabaron las salchichas...!

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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