SCHOPENHAUER, LA SALUD Y LAS HAMBURGUESAS DE FIN DE AÑO

 


La alegría es señal de que se es feliz, escribe Schopenhauer, pero aquella  se da si físicamente tenemos salud, la que se logra con el ejercicio,  y observando inteligencia  y disciplina en el comer.

Parece que no hay nada nuevo. Esto lo escuchamos todos los días por televisión y radio con los dietistas. Sólo que Schopenhauer lo escribió hace dos siglos. Tampoco fue el primero, él mismo lo reconoce con la expresión “como es sabido”.

 Tres pensadores norteamericanos son del mismo parecer en este tema de la salud psicofísica. ¡Caminar, caminar! Emerson, Thoreau y Carrel. Con modos de vida diferente:



¡Caminar! Del libro  Técnica Alpina, de Manuel Sánchez y Armando Altamira


Emerson hombre de letras, Thoreau fabricante de lápices y Alexis Carrel, hombre ciencias con el Premio Nobel en su haber.

A Schopenhauer, alemán,  y Carrel, franco- norteamericano, se les señala siempre por su apología del hombre occidental sobre las demás etnias. Ese no es el tono de esta nota.

En las festividades de Navidad y Año Nuevo, en especial, tanto el mundo occidental, y el mundo occidentalizado, entran en una euforia que se parece mucho a la felicidad.

El trasfondo de esa alegría, lo sabemos, tiene su origen metafísico. Una alegría orientada hacia la santidad. Aunque, en el salvaje tiovivo de la euforia de fin de año, eso de la santidad se deja para las monjitas católicas y luteranas y un muy reducido número de gente cercano a la Iglesia.

Algunos, en esos me cuento, pasan frente a la Iglesia y, lejos de considerar que allá adentro está el personaje central de la Navidad, pensamos: “este templo es de estilo gótico, neoclásico… Su fachada ya está ennegrecida por el humo de los vehículos…O las palomas acabarán por destruir con su excremento las esculturas…

O, para el caso que se tenga más información del lugar, pienso: en este lugar se levantaba, apenas hace cinco siglos, una pirámide en la que por miles de años la gente venía a adorar a Ometeotl, dios de la dualidad, náhuatl mexica, a pedirle,  a  contarle de sus necesidades, sus tristezas y sus alegrías…

Viene a cuento esta  reflexión porque Coyoacán, suroeste del Valle de México, fue la primera población “occidental” que se levantó en el continente americano en el siglo dieciséis. La fachada del templo, de estilo arquitectónico plateresco, se hizo con  las rocas  y canteras de la pirámide india.

 En derredor  a la Iglesia occidental se desarrolla en estas festividades  una alegría en mucha medida practicada sibaríticamente, hasta donde la economía pandémica lo permite, en el mejor de los casos, pero báquicamente, en el mayor de los casos, aunque la economía no lo permita.

Hamburguesas, ”burritos”, tacos al pastor, tamales, hot dogs, chetos…

De tal manera que para enero ya tenemos unos kilos de más en el peso corporal y andamos urgidos buscando curar todo tipo de  resacas.

No es esa alegría de calendario, de mesa y barra de bar,  a la que se refiere Schopenhauer.

Ya ha apuntado que la felicidad personalizada  requiere de tres  condiciones: salud, ejercicio  e inteligencia en el comer.

Alegría= salud  psicofísica. Pero ésta se logra viviendo, tesoneramente, no de manera calendárica, episódica,  o dietas que duran sólo el mes de enero, o programas de ejercicios en la cancha  de tres semanas, sino toda la vida, todos los días. “Al menos cinco días a la semana”, dicen  algunos médicos, alarmados  al ver los estragos que las hamburguesas hicieron en la cintura del consultante.

En esto insisten tanto Thoreau como Carrel. El primero en su libro que lleva el explícito título de “Walking”, ”Caminar”. Carrel a lo largo de todas las páginas de su libro La incógnita del hombre. Emerson también se va a caminar por el campo y los bosques, si bien él busca la salud psicofísica tanto en el ejercicio físico corporal como “vagando” a través de las teorías filosóficas de los clásicos.

Emerson sabe que caminar (al menos dos horas diarias) y leer filosofía(al menos dos horas diarias) es la formula perfecta.



Thoreau: ¡Ya pocos practican el arte de caminar por caminar!

En la aldea  de Capula, Mineral del Chico, Sierra de Pachuca, Hidalgo, México.3,000 m.s.n.m.

Fotos de Armando Altamira

Los que sólo caminan, y no ejercitan la mente, a temprana edad puede llegarles el Alzheimer. Los que sólo leen enflaquecen de las piernas, se les abulta la panza y no les pega el sol.

Citamos a continuación la manera en la que Schopenhauer considera  que se es alegre como resultado de estar sano. O cómo la salud es requisito para ser alegre. Esto está en el capítulo II de su obra Parerga y Paralipómena, pagina 343 de la edición, de Trotta S.A., Madrid, 2009.

“Deberíamos esforzarnos ante  todo por mantenernos en el mayor grado de plena salud, como florescencia de la cual se produce la alegría. Los medios para ello son, como es sabido, evitar todos los excesos y desordenes, todas las emociones violentas y desagradables, como también todo esfuerzo intelectual excesivo o demasiado sostenido; dos horas diarias de movimiento rápido al aire libre, muchos baños fríos y medidas dietéticas parecidas. Uno no se puede  mantener sano sin un adecuado ejercicio diario, para desarrollarse adecuadamente, todos los procesos requieren movimiento, tanto de las partes en las que se realiza como del conjunto. Por eso dice Aristóteles con razón: la vida consiste en el movimiento y tiene su esencia en él. En todo el interior del organismo domina un movimiento rápido e incesante, sigue diciendo Schopenhauer: el corazón, en su complicada sístole y diástole, late enérgica e incesantemente; con veintiocho de sus latidos ha impulsado toda la masa sanguínea través de todo el sistema circulatorio mayor y menor; el pulmón bombea sin interrupción como una máquina de vapor; los intestinos se retuercen continuamente en el motus persitálticus; todas las glándulas absorben y segregan constantemente, e incluso el cerebro tiene un doble movimiento con cada pulsión y cada aspiración. Si aquí, como ocurre en la forma de vida totalmente sedentaria de innumerables hombres, falta el movimiento exterior, surge una manifiesta y nociva desproporción entre el reposo exterior y el  tumulto interno. Pues el continuo movimiento interno requiere incluso ser apoyado en algo por el externo”.

Y agrega Schopenhauer: “hasta los arboles necesitan ser movidos por el viento para crecer.”



Armando Altamira Areyán y Luis Burgos Peraita, en el desierto de Samalayuca, Estado de Chihuahua, México.

El desierto de Chihuahua tiene un altitud que varía entre 600 y los 1,670 m.s.n.m

Foto de Armando Altamira


Thoreau nos dice, en tan sólo dos líneas, todo un programa de vida para estar sanos y felices:

 “ Creo que no podría mantener la salud, ni el ánimo, sin dedicar al menos cuatro horas diarias, y habitualmente más a deambular por bosques, colinas y praderas, libre por completo de toda atadura mundana”.

Los que habitamos en la ciudad y su acelerado ritmo de vida, además lejos de los bosques, las montañas y los desiertos, la verdad no tenemos tiempo para dedicarle tantas horas a caminar al aire libre como  Thoreau  lo apunta.¡Eso argumentamos muchos!

¡Ya estamos en la disyuntiva!

Con el resultado que, al envejecer, tendremos que hacer prolongadas antesalas,  de horas y más horas, en una sala en sobrecupo de gente enferma, con virus y bacterias  volando por  el aire, para esperar que el médico me cure de todo un rosario de patologías consecuencia  del sedentarismo.


Citamos dos párrafos de un artículo publicado en Internet en 8 de enero del 2022

Chic Magazine

¿Cómo cuidar el cerebro? Tips para mantener una mente sana

 Pryscilla Valdez Hace 8 horas

 

Cerebro. Imagen: Getty© Proporcionado por Chic Magazine Cerebro. Imagen: Getty


"El cerebro es el principal motor de nuestro cuerpo, por lo que darle una atención y cuidado especial es importante. Muchas veces poco sabemos de cómo funciona y cómo aprende y cometemos algunos errores que sólo lo dañan desde nuestra alimentación y malos hábitos.

 

Gis Känsla, especialista en neuroeducación y neurociencias, nos da algunas recomendaciones para darle un mejor cuidado a nuestro cerebro.

 

 

"Hacer ejercicio

No precisamente ir al gimnasio y pasar horas en rutinas pesadas. Para el cerebro es bueno caminar, pasear y ver nuevos paisajes estando concentrado sólo en eso, si es posible evita la música, pues es importante que se enfoque en hacer una sola cosa a la vez.

 

Es momento de hacer una cosa y hacer bien, concentrados, poniendo toda la energía en ello, lo que traerá felicidad y sensación de alivio y placer al cerebro. Salir al caminar sin el teléfono y sin música. Empápate del ambiente que te está rodeando, obsérvalo, disfrútalo, empieza a tener una conversación contigo misma, con tu voz interior. Los mejores descubrimientos del hombre se han hecho cuando realmente está en silencio y es momento de estar en silencio y pasar más tiempo con nosotros mismos”, mencionó Gis, haciendo encapé en dejar los ruidos exteriores atrás como las redes sociales, pues esto también es bueno para el alma y el espíritu.

 

Lectura

Aunque pareciera que no es importante, la lectura ayuda al funcionamiento de la mente pues amplia el conocimiento y trabaja diversas áreas del cerebro en la memoria y el aprendizaje al desarrollar una historia y llevar una secuencia ayuda a trabajar el cortex prefrontal que se encarga de llevar una gestión de nuestro comportamiento y gestiones.

 

“La lectura lo que hace es estimular y desarrollar el córtex prefrontal a través de gestionar los personajes, llevar una secuencia del tiempo, un trama adecuada. Este estímulo es muy bueno, porque cuando estas en la vida diaria tienes un pequeño respaldo de lo que has leído y queda aprendido a tu cerebro y va a poder gestionar mucho mejor las situaciones que te pasen de una forma más sana”, destacó."

 


 Dibujo toma del libro La psiquiatría en la vida diaria

de Fritz Redlich, 1968

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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