SCHOPENHAUER, TRES CASOS INCREIBLES DE MUERTOS APARECIDOS

 


Caso 1

Cuatro individuos excavan la tierra en busca de tesoro. Son las dos de la mañana y el lugar es un llano afueras de la población de Torreón Coahuila, norte de México. A esa área se le conocía como El Chaparral, por el tipo de vegetación propia del desierto.

Un individuo, de nombre Emiliano A. se llega hasta los buscadores y les insta de manera categórica  que suspendan la búsqueda. Se retira y lo pierden de vista entre la noche y el chaparral. Sólo lo ven alejarse, arrastrando el pie de la pierna derecha lo que lo hace inconfundible, además es alto, fornido y con una voz grave. Lo conocen y lo apreciaban, intrigados, le hacen caso y suspenden la búsqueda.

Dos días después uno de ellos encuentra a Emiliano A. y le pregunta por qué les dijo que suspendieran la búsqueda. Sorprendido, Emiliano A. le pregunta lugar, día y tiempo. A esa hora, les dijo, y ese día, estaba en la fundidora Peñoles, cumpliendo su turno de noche. Su labor consistía en alimentar y cuidar las calderas de vapor que en esa época eran muy frecuentes su uso. No podía distraerse y descuidar su trabajo. Cuando el termómetro rebasaba la presión calculada, la caldera estallaba.

Los cuatro no regresaron a buscar el tesoro. El avatar irreal de Emiliano A. les dejó un mal sabor de boca y abandonaron la idea.

Contexto.

Estamos en el primer tercio del siglo veinte. La revolución mexicana acaba de pasar pero todavía hay grandes combates en el centro y norte del país.

Aquí se requiere una precisión. La revolución mexicana duró cuatro años, con la toma de Ciudad Juárez, el 20 de noviembre de 1910 al 23 de junio de 1914 con la victoria en  la Ciudad de Zacatecas por los revolucionarios contra el ejército federal que sostenía al dictador Victoriano Huerta.

Lo que siguió fue una lucha de facciones, ya entre los revolucionarios, por llegar primero a la silla presidencial y se prolongó durante varios años. Pero se le siguió llamando revolución mexicana. Enseguida se dio el cierre de iglesias, la prohibición de la religión y empezó la percusión religiosa contra el catolicísimo.  Esta guerra duró otros años más.

A la primera etapa, católica, de la independencia, contra España, que encabezaron los sacerdotes Hidalgo, Morelos y otros, en el siglo diecinueve, siguió la etapa de la ilustración. El estandarte ahora ya no era la virgen de Guadalupe sino los escritos de Juan Jacobo Rousseau. Terribles anatemas contra el poder español.

Conseguida la independencia, algunos políticos mexicanos del Ejecutivo se volvieron cómodos y en la mesa del hacendado ahora tomaban chocolate, y comían tamales, los otrora acérrimos enemigos: hacendados, insurgentes, liberales y sacerdotes. Los escritos de Rousseau se guardaron en las vitrinas. Rousseau ahora era algo para no mencionarse.

El 90 por ciento del pueblo mexicano seguía analfabeta, descalzo, muerto de hambre y esclavo de las tiendas de raya de las haciendas. Aquella connivencia entre opuestos dio origen a lo que se considera la primera revolución popular del siglo veinte en el mundo.

Al término de la lucha de facciones se volvieron a sacar de las vitrinas los libros de Rousseau, el liberalismo se volvió jacobino y empezó la lucha que se conoce como la Cristiada.

Le destrucción de las haciendas, en manos de los españoles todavía, y el de las iglesias y conventos, dio como resultado un saqueo de riquezas que quedaron en manos de algunos caudillos.

Había  premura del próximo combate o el defenderse del repentino ataque del ejército contrario  Lo que importa para nuestro relato es que con la prisa enterraban el tesoro o los valores en metal y monedas de oro, cáliz, crucifijos, etc. Muchos de esos caudillos murieron defendiéndose o atacando en la idea de un mayor saqueo. 

Ya los ideales de la lucha del principio habían quedado olvidados, entre proclamas redentoras para el pueblo,  ahora imperaba el interés político o del botín.

Se peleaba como tropa, tanto legal como ilegal siguiendo al general, pero el soldado raso ya había perdido la  idea  por qué se luchaba. En el origen se peleaba por la libertad, por mejoras económicas, etc. Pero ahora era contra aquel general.

Ante tal panorama caótico de conveniencia algunos veteranos, ya diestros en el ejercicio de las armas y la estrategia, abandonaban, formaban su grupo bandolero y se iban a depredar por su cuenta. 

Los ricos tenían manera de defenderse de estas gavillas y entonces se robaba a los pobres. Y así, los pobres  que se fueron a la revolución para dejar de ser pobres ahora robaban  a los pobres.

 Madame Calderón de la Barca consigna en su libro que el general llegaba a  un pueblo y exigía que se alimentara a su tropa. El pueblo, ya totalmente paupérrimo, buscaba las ultimas gallinas que quedaban por ahí y los últimos granos de maíz para las tortillas. 



Madame Calderón de la Barca. Retrato veraz y sin retoque de aquel México, su valiosa obra no es muy frecuentada por los mexicanos.





Frances Erskine Inglis, tambien conocida como Madama Calderón, esposa de Ángel  Calderón de la Barca( plenipotenciario encargado de entregar a México, en el siglo diecinueve, el reconocimiento de la independencia por parte de España).Mujer  culta y hermosa nacida en  1804 en el Reino Unido, que al pisar tierra mexicana conocía la historia del país como muy pocos mexicanos pudieron haberla conocido en esos días. Escribió un libro titulado La vida en México. Prescott, gran historiador de la conquista de México, la alentó a publicar el abundante  bagaje  de notas que ésta llevaba escritas de observaciones que hizo de primera mano(situaciones vividas por ella) de cómo era entonces la tormentosa vida política y civil en México. 

A la semana siguiente llegaba el otro general y exigía lo mismo. Ante la imposibilidad de cumplir se fusilaba a dos o tres y se hacia la acusación de ser seguidores del general de la semana pasada. No es novedad el dato que en este tiempo se llegaron a comer perros y  los cinturones de cuero, para los pantalones,  se hervían para comer como carne. 

 En tanto la gente  rascaba hasta por debajo de la tierra buscando algo para tratar de  comer a la tropa, las muchachas, que previamente eran escondidas, ahora eran buscadas por estos nuevos  libertadores del pueblo.

El México de ese tiempo era la viva imagen de la antrópia, palabra que significa desorganización. Pero una desorganización al grado que  lo colocaba en la antesala de la disolución como Estado. 

Estados Unidos, que siempre ha abrigado la idea de anexión total de México, pudo haberlo hecho   entonces  con todas las posibilidades de éxito (este año, 2022, Donald Trump, expresidente de Estados Unidos acaba de decir que Estados Unidos debería  invadir México como Rusia está haciendo en Ucrania). 

Patton, que entonces era teniente y tomó parte en la Expedición Punitiva que entró a México(con permiso de Venustiano Carranza, entonces el jefe Máximo) en busca de Francisco Villa, levantaba la voz  que era  el  momento de la anexión. 

La inseguridad social que eso implicaba para ellos fue lo que los detuvo. Al otro lado del mar, a la sazón, Alemania había emprendido la guerra que después tomó dimensiones  mundiales. Estados Unidos ahora necesitaba aliados, no enemigos. De manera colateral Alemania salvó a México.

Se perdió de vista si seguían siendo revolucionarios o ya eran del ejército federal. Medio año más tarde el jefe del ejecutivo era asesinado o derrocado (Pedro Lascuráin duró 45 minutos de presidente de la república el 19 de febrero de 1913). Los otrora defensores del orden quedaban de ilegales y los anteriores rebeldes eran ahora los legítimos.


foto de la revolución mexicana

Algunos  ya no regresaron por su tesoro escondido





Y el tesoro se quedó enterrado en un lugar que nadie sabía, solo se imaginaba. De ahí que en tiempos posrevolucionarios hubo mucho afán en buscar tesoros, sobre todo en los desiertos del norte, en el que habían tenido lugar las grandes batallas. Al grado de experimentar un auge la venta de aparatos de buscador de tesoro.

Nota.

Este relato lo escuché al menos doscientas veces en mi vida. Emiliano A. era mi padre. La gente de antes repetía, exactamente, como la vez anterior, su relato oral cuantas oportunidades tenía a la mano con algún familiar o amistad.

A partir de los años cincuenta en México, con la televisión, la gente dejó de tener pretérito.

 

Caso 2

Una numerosa familia regresa a Torreón Coahuila, luego de una visita a la virgen de San Juan de los Lagos, en el estado de Jalisco, México. Comunican a una familia conocida de ellos que en San Juan encontraron a la mamá de la vecina. Estaba barriendo el gran patio exterior del templo de la virgen.

En México la “virgen nacional” es Guadalupe. El pueblo (el 90 por ciento) la adora, no sólo la venera, por llevar grabado en el inconsciente colectivo a Chicomecoatl, la diosa primordial del mito religioso mexica. Con la conquista española, en el siglo dieciséis, Chicomecoatl cambió de iconografía.

Por regiones, los dioses y las diosas de la religión náhuatl, fueron siendo sustituidos por santos o vírgenes del cristianismo. Quetzalcóatl por el Señor de Chalma, Tezcatlipoca por La Santa Cruz, Tláloc por San Isidro el Labrador, Las diosas de la generación (Chicomecoatl, Coatlicue, Tonantzin, Xochiquetzal, Xochiteotl) por la virgen María, Huitzilopochtli por Santiago Apóstol...

¿Dicen que vieron a mi mamá en el atrio de la virgen?¡No puede ser, mi mamá murió hace cuatro meses!

Pues la vimos y eso fue la semana pasada. Y la vimos todos los de mi familia. La saludamos y nos dijo que estaba cumpliendo una manda, de algún milagro que la virgen le hizo y ella agradecida prometió ir a barrer el patio de su iglesia…

 

Caso 3

 

Son las doce del día. Es domingo y la familia a salido de la casa. Unos a la iglesia, otros al mercado, otros al estadio de Ciudad Universitaria a ver el partido de futbol Pumas VS Cruz Azul.

Con la ausencia de tantas voces se oye el silencio de la casa.

¡Leo Moby Dick, me acuerdo bien, en el momento que, luego de la muerte del capitán Ahab, los arponeros del barco ballenero, antes cautos y hasta supersticiosos, se vuelven locos y también van en busca de la ballena asesina al grito de “¡Somos arponeros!  y, en lo posible, rescatar el cuerpo del capitán que ha quedado enredado entre las cuerdas de los arpones que en su cuerpo lleva la ballena.

Escucho la voz, fuerte, de mi hermano Mario que pronuncia mi nombre: ¡Armando! Instintivamente veo la hora en el grande reloj de la pared. ¡Las doce en punto!

Mario llevaba ya semanas internado en el hospital  López Mateos, Del ISSSTE, por habérsele vuelto incontrolable la diabetes.  Lo pasaron a otro hospital, el de las Vías Respiratorias, en Tlalpan, sur del Valle de México. Antes era para sólo tuberculosos.

Era día de visita a los enfermos, a partir de las cuatro de la tarde. Su hermano murió, me dijeron, a las doce del día.

Este fenómeno increíble ya lo consigna Schopenhauer: "Si, por ejemplo, un moribundo actúa con un intenso anhelo o cualquier otra intención de la voluntad sobre una persona lejana, si la acción es muy enérgica se presentará su figura en el cerebro del otro, es decir,  se le aparecerá en la realidad exactamente igual que un cuerpo."

 

 

Schopenhauer, en su obra Parerga y Paralipómena, le dedica un amplio capítulo a experiencias de este tipo. El gran escéptico se apresura a decir que  por algún mecanismo del inconsciente, todo está, en principio, en el que percibe.

Schopenhauer es ateo, lo declara él mismo, y no cree ni en la paz de los sepulcros. Empezando en que no  cree lo que dicen los filósofos, y menos los filósofos   de academia.  Sólo cree en la numinosa Voluntad. A Goethe lo respeta. Se declara kantiano, pero en un 90 por ciento, el resto tampoco le cree a su amado modelo en filosofía.

Sabido es que a Hegel, ese gran paradigma tanto de románticos como de materialistas, le dedica al menos doscientos adjetivos calificativos francamente impublicables pero que él sí se apresuró a publicarlos.

Tan escéptico que francamente no tiene esperanza que los contemporáneos, a los que considera perdidos en la inanidad cultural, sepan apreciar su obra y espera, lo declara, a una generación del futuro que pueda leerlo. Él escribe para la generación que todavía no llega.

 Sin embargo, Schopenhauer no puede escapar al misterio. Menciona numerosos casos de sonambulismo, videntes y espectros de personas ya fallecidas que en algún momento se hacen presentes. Casos   a los que él tuvo acceso en la vida real o en investigaciones de obra literarias, revistas y material hemerográfico.

Entre tantas, cita a san Agustín quien consigna, dice Schopenhauer, un caso de dos muertos que se hacen presentes a alguien todavía con vida ( obra citada,    capitulo:  Ensayo sobre la visión de Espectros y lo que se relaciona con ella).

Schopenhauer no cree que se puedan  remitir estos sucesos a niveles de la metafísica, espera (él mismo declara no saber la respuesta) que un día se podrá encontrar la explicación en el terreno humano, es decir, dentro de le fenomenología.

 Entretanto, el misterio queda en el aire.

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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