TRES APORÍAS, UNA DE SÓCRATES


 

1

Si te casas te arrepientes, sino te casas te arrepientes, dijo Sócrates cuando alguien le preguntó en la perspectiva del matrimonio.

Sabía lo que decía. Sócrates tuvo dos mujeres. Una chismosa y otra filosofa. Dicen los estudiosos de estas cuestiones que la filosofía le debe mucho a la chismosa.




    Mefistófeles y Fausto

Si te casas te arrepientes, sino te casas te arrepientes





En ella Sócrates conoció, in situ, como se dice, o empíricamente, al ser humano, antes que éste se meta en las exquisiteces de la cultura y adquiera modos en los que ocultar su verdadera naturaleza. Igual en la mujer que en el  hombre.

“El término aporía, a veces escrito como aporima, hace referencia a los razonamientos en los cuales surgen contradicciones o paradojas irresolubles; en tales casos las aporías se presentan como dificultades lógicas casi siempre de índole especulativo.”

Son callejones (planteamientos) sin salida, aunque nunca falta alguien que descubra, al final, una puertecilla que resuelva la situación.

2

El alpinismo si lo practicas te arrepentirás, sino lo practicas te arrepentirás.

En el primer caso no hay lógica para abandonar las comodidades que la cultura industrial nos brinda. El confort, la taza del WC (ésta de insospechada importancia en la vida moderna, en especial para la gente después de los sesenta años de edad), las hamburguesas, los días de  futbol…



El alpinismo es una actividad humana ilógica, pero menos ilógico que la vida en la ciudad moderna.







En el segundo caso no sabría que hacer con el tedio, con el sobre peso y el rosario de enfermedades como resultado del sedentarismo que poco a poco llega con la edad. Y en muchos casos todavía dentro de la juventud.

En México la tónica dominante, no la totalidad, es que se hace deporte intenso de los 15 años a los 35. Después ya nunca jamás.

Hospitales del Sector Salud, sanatorios para la clase media –alta, los panteones y las cárceles, están en sobrecupo ( ver estadísticas, un sugerencia para los escépticos).Ocupamos el segundo lugar, y en temporadas, el primer lugar, con respecto a Estados Unidos, en eso del sobrepeso corporal).

Pero sobre todo la experiencia estética, el encuentro con la belleza natural, en el ejercicio de subir por los altos bosques. Los mecanismos de adaptación al medio ambiente tan cambiante del frío al calor, el sol, la lluvia, del encuentro con  ese “techo” real fenoménico, pero invisible, de la altitud en el que empieza a escasear el oxígeno para el humano, llamado convencionalmente como “mal de montaña”.

 

 

 

3

 

La filosofía parece no sirve para nada, pero la humanidad la necesita para alejarse de la animalidad.

Instalado cómodamente en la ciudad moderna, con distintivo de prosperidad económica, en la que los valores de la trascendencia hace tiempo fueron arrojados al traspatio de los cachivaches.




Si creces hay problemas, sino creces hay problemas


Dibujo tomado del libro La psiquiatría en la vida diaria de Fritz Redlich, 1968




Kant, en su obra Critica de la razón pura, anota que hasta ahora no se ha logrado avance en este terreno del pensar y más pensar.

“La filosofía parece no ser necesaria y hasta más bien perjudicial, porque después de todos los ensayos hechos hasta ahora, poco o ningún terreno se ha ganado.”

Pero… para prevenir los malos juicios que con frecuencia tenemos. “Hay que apelar a la filosofía con su penetración y su arte para someterlo todo a examen”. 

Jasper señala,  duramente, otra aporía en su libro La filosofía, cuando se refiere   a la filosofía, no a la a independiente, sino a la académica que está, por así decirlo, como la carne del sándwich, entre los poderes del mundo: 

"La filosofía vive  bajo la protección accidental de las potencias del mundo, incluso las eclesiásticas...Pero cuanto más pone  su verdad al servicio  de los poderes temporales, tanto más tienta a engañarse a sí misma con los intereses vitales y la anarquía del alma. Cuanto más, por último, no quiere ser sino ciencia, tanto más vacía se vuelve, como un juguete que ni es ciencia, ni es filosofía."


¿Casarse o soltería? ¿Alpinismo o sedentarismo patológico? ¡Filosofía o sólo opinar?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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