En busca del verdadero Netzahualcóyotl

Netzahualcóyotl es sin duda  uno de los grandes poetas del México antiguo. Los mexicanos lo creemos así. Tanto que una enorme ciudad de la actualidad, en el sureste del Valle  de México, lleva su nombre. Se le recuerda como un gobernante sabio. En especial en el cuidado de los bosques y las montañas. De haberle hecho caso, los glaciares en la actualidad todavía tendrían hielo…

 Sus cantos nos hacen volver a pensar, en el trajín de todos los días, en cuestiones como la vida y la muerte. Nos recuerda a Séneca.  También al tirolés Walter von der Vogelwede (1170-1230) cuando exclama: "¡Como han desaparecido todos mis años! ¿He soñado mi vida o fue verdadera?".

Clavijero dice de Netzahualcóyotl  que “el gran amor que tenía este rey  a su pueblo, ayudado de su bello entendimiento, hizo que en adelante  se mirase a Texcoco como la patria de las artes  y el centro del orden”.

No obstante Netzahualcóyotl no es una entelequia. Es una de las figuras del México antiguo que necesita más investigación biográfica y menos fantasía historicista. Visto a la distancia este gran poeta parece más una composición de fotoshop. Algo así como la criatura formada de varios partes distintas del doctor Frankestein.  Lo que conocemos de él, a través de la historia, escrita por los sacerdotes cristianos, entre ellos Francisco Javier Clavijero, en su formidable Historia Antigua de México,  que  era monoteísta, no representaba a  Dios y  no aceptaba los sacrificios humanos. Y era de una humanidad muy grande para con el prójimo.

La flor-metáfora evocada por Neztahualcoyotl. Posición de las "cuatro esquinas del cielo" señaladas por el Sol en los solsticios y el punto central, equnoccial, al pasa por el cenit. En el centro el espacio vacio señalando el lugar del Quinto Sol. (Vasija en el Museo de sitio, lado noroeste, de Teotihuacán, foto del 19 de abril de 2011)


En la práctica Netzahualcóyotl hacía todo lo que dicen que no hacía. Clavijero lo justifica diciendo que creía en lo que acabamos de enumerar pero,” por no incomodar a su pueblo”, seguía en el politeísmo, permitía el sacrificio de prisioneros de guerra y quemaba copal a los ídolos. Y el principio del orden lo llevaba hasta niveles patológicos.

 Hay un afán de hacer de Netzahualcóyotl una vida paralela con el David del Antiguo Testamento. Ordena hacer una guerra, se pone de acuerdo con el enemigo, con el único propósito de  que en la batalla muera uno de sus generales para quedarse con la esposa de éste. Igual que hizo David con su concubina Betsabé.

La flor-metáfora.Glorieta lado sur de la piramidel del Sol, Teotihuacán(foto 19 abril 2011)


Era de una cultura tan elevada que, bajo pena de muerte, no  permitía que se dijeran palabras groseras en su reino. Un hijo de él las dijo, como cualquier joven puede hacerlo en broma. y lo mandó matar. Esta explicación ideal, casi romántica, que da la historia, de seguro esconde eso que se llama “necesidad de Estado”. Pero nadie menciona esa necesidad de Estado. Sino fue necesidad de Estado estaríamos con Netzahualcóyotl ante una figura casi horrible. El más despiadados  de los dictador que quiere controlar hasta la manera de hablar de todos su súbditos, incluida su familia.  O bien alguien perturbado mentalmente  por el poder (duró más de cuarenta años de rey). No sabemos  en realidad que pasó. Aquí, con Netzahualcóyotl, los historiadores compusieron una  figura muy a doc  para sostener una imagen ideal del poeta.

La flor-metáfora (Códice Fejérvary-Mayer).Este codice contiene la figura de Xiuhtecutli, Señor del Fuego. Generalmente el espacio central se muestra vacío. La posición de los pájaros marcan, en sentido vertical, los límites de lo solsticios.


Los dioses nahuas tienen nombre y forma. Todo simbólico representativo. Quetzalcóatl, la serpiente que vuela, que  cambia de piel y después vuela, como el hombre agobiado por sus faltas y enseguida  liviano  después que sale del confesionario o del consultorio del psiquiatra. Xochipilli, el dios antropomorfo con cara de muerto y cuerpo lleno de flores, como el invierno y la primavera, la vida y la muerte. Ehecatl con cara antropomorfa y pico de ave, como el viento que hace posible el devenir espiritual de los hombres sobre su masa biológica. Huehueteotl, el dios del tiempo con su cara llena de arrugas y su espalda encorvada, etc.
 El dios de Netzahualcóyotl no tiene nombre, solo los atributos de Tloque Nahuaque Ipalnemoani, por quien todo existe. No tiene forma. Esta idea es muy apreciada por el pensamiento nihilista. Si no tiene nombre ni forma es que no se ha manifestado al pueblo y queda al arbitrio personal imaginarlo. Es la semilla del pensamiento libertario, no comunitario. El individualismo donde sólo hay uno, no dos, ni mucho menos comunidad, y queda desterrada la solidaridad.

La vírgula voz, el canto de Netzahualcoyotl. Figura zoomorfa, glorieta al sur de la piramide del Sol,Teotihuacán(foto 19 abril 2011).


En realidad Netzahualcóyotl no era así. Sus cantos s e apoyan mucho en la metáfora de la flor. Esta es una idea de la religión nahua que existe miles de años antes que Netzahualcóyotl. Y éste poeta se ajusta rigurosamente a ella. La famosa flor de los cantos del poeta  está ya documentada por las escultura y la cerámica teotihuacanas.  Con la figura de la flor, estilizada en la  cruz de Quetzalcóatl, se edificarían los trazos de la ciudad de  México- Tenochtitlán de los aztecas, más de mil años después que lo de Teotihuacán, todo  dentro del Valle de México. Los cuatro puntos  cardinales, los solsticios, su línea ecuatorial y, en el centro, el vacío acotado, representativo de Dios, el Quinto Sol.




La figura zoomorfa de la izquierda representa el significado del nombre de Nezahualcoyotl: Coyote Hambriento. El rasgo que sale de su boca es la vírgula voz-canto.Ël está sentado sobre el campo de juego de pelota, lugar en el que se jugaba la vida o la muerte y, por ende, la fugacidad de la existencia.


Piramide del Sol,Teotihuacán, desde el suroeste.Teotihuacán se desarrolló del año 100 antes de Cristo al 700 después de Cristo (foto del 19 de abril 2011).


La flor y el canto son las metáforas de los cantos de Netzahualcóyotl. Ambas figuras proceden de Teotihuacán. ¿Por qué un poeta que, se dice,  esgrime  valores tan distintos de su cultura, usa metáforas ancestrales de su cultura?

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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