La Ilíada y el Popol Vuh en México                              
Cree/ Canadá


Nota dedicada a Yolotzin


Enriquecimiento cultural como una manera de estar abiertos a las ideas del mundo, de todos los tiempos y todos los continentes.
O Odham/Estados Unidos

Pero no mestizaje cultural en el que subyace la idea de eliminación de las creencias de un pueblo con la imposición de otro.

La idea del mestizaje  biológico se utilizó en América, por algunos gobiernos y sus intelectuales, para negar la identidad cultural de las etnias. Al grito de “todos somos mestizos” se esgrimía la idea racista de borrar en México 83 modos étnicos de ver la vida, laica y espiritual, su lengua, vestidos propios, su comida.

En el plano intelectual, los intelectuales mexicanos que viajaban en el “tren de la institucionalidad”, agredieron con la pluma. Y en el terreno de la praxis otros  con metralletas en mano en tierra y desde el avión. Léase, por ejemplo, la guerra de exterminio que se emprendió contra los yaquis, y demás pueblos   del noroeste del país, a lo largo del siglo diecinueve y entrado el veinte. O contra los huicholes se sigue haciendo todavía en este primer tercio del siglo veintiuno.
Raramuri/México


El mestizaje biológico es una realidad en todos los pueblos del planeta. Se dio, se da y se seguirá dando. Y México es un ejemplo de ello. Sus ciudades, afortunadamente, son multiétnicas en las que se concentran pueblos de todo el planeta. Proyectando libremente un universo riquísimo de ideas, modos de ser, de vestir y de comer. Todo esto a plena luz del sol, en voz alta, y no hay porque tendría que ser de otra manera. El eclecticismo disolvente, propio de las grandes ciudades, es aquí parte del ejercicio de prueba y error que dice lo que vale la pena conservar y lo que es necesario tirar a la basura. Pero esta decisión es a nivel individual, no grupal.
Nahua/El Salvador

Asimismo  no hay en México ninguna intención racista escondida cuando al blanco se le dice blanco, al negro se le dice negro, al amarillo se le dice amarillo o al cobrizo se le dice cobrizo. Aquí son colores, y no implican otra cuestión.

México, como pueblo, siempre ha defendido la pluralidad de la sociedad. Desde mucho antes que en el mundo aparecieran los Derechos Humanos. Algunos gobiernos mexicanos, a partir de la independencia de España, son los que se han extraviado en este terreno. Gobiernos liberales como conservadores. Han mostrado una obsesión por “blanquear” a los habitantes de los pueblos.

El Popol Vuh (el libro de los  mayas) y La Ilíada son dos modos de entender al mundo. Ambas obras son dos autenticas joyas de la cultura universal. Distintos modos de pensar, de distintos pueblos. Con sus laicismos y sus espiritualismos.
Quechua-Kolla/Argentina

Desde el siglo dieciséis los mexicanos, y demás pueblos de origen indio-asiático Bering ( y los indios australianos antárticos), tenemos también como nuestra, a la gran cultura occidental ( y sus referencias con todas las culturas del planeta).Un inmensurable  baúl rico en ideas.

Conocerlas, como conocemos el Popol Vuh, es una de las cosas por las que valió la pena haber venido a  esta vida de la conciencia, de la causalidad y de la sin razón. Desconocerlas es vivir en un galimatías cultural patológico.






Ilustraciones tomadas del libro America Profunda 1992 Editado  por  la Ciudad de México (Eniac Martínez y Francisco mata Rosas)








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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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