UN VIEJO Y BELLO LIBRO DE TECNICA ALPINA (1949)




LA TECNICA DEL CABLE EN LA MONTAÑA

Autores: Unión Alpina de Baviera
Epoca: Noviembre 1949 (no sabemos cuándo fue publicado el original por la U. A. de B.)
 Editores: Federación Mexicana de Excursionismo


A:

Prof. Máximo V. Wada

Ingobert  Starke

Félix N. Álvarez

Donde quiera que  se encuentren

Este es un manual de técnica alpina que, ya sólo por el tiempo que tiene de publicado, y el esfuerzo que ello requirió, empezando por la traducción del alemán al español, la impresión y la difusión en su tiempo, es un documento valioso que pertenece a la historia del alpinismo mexicano.

Son dos relatos. El textual, y el visual que nos muestran los dibujos. Necesario destacar que este esfuerzo editorial (trascendente esfuerzo editorial) es obra de la Federación  Mexicana de Excursionismo, que  ahora s e llama Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada (FMDME).

Un  viejo libro, por lo demás, siempre vigente y que puede orientar a las generaciones actuales de alpinistas (el abuelo, el padre y el hijo, montañistas,  tres generaciones  en un mismo tiempo).

La manera en la que el individuo sube, baja o se desplaza en la montaña, es la misma  ahora que antes. Lo que cambia es la innovación en el equipo mecánico de escalar, en el de acampar o vivaquear. Y en el color y estilo de la boina, cachucha, pantalón o mochila.

 Ya sea por la traducción o por la época, tenemos  la inclinación de llamarle de diferente manera a un mismo acto. Por ejemplo,  en lugar de nombrar clavija  encontraremos la palabra “alcayata”, al mosquetón “bandola”, etc. Igual que en estos tiempos  a la  clavija ahora se le dice “anclaje”, nudos Prusik. ascender, mosquetón  para rappel, "ocho".Cuestión semántica pero el acto es el mismo.

Todo lo demás sigue siendo igual que cuando este libro fue escrito,  en término de leyes de la gravedad, como fue en el principio de los tiempos, del fenómeno, de la causa y el efecto. 



El valor de este libro puede considerarse, para México, que al tiempo de su edición en el país no había plástico,las cuerdas para escalar eran las que se usaban en la industria,es decir, de henequen o ixtle,de una pulgada,no se conocían las bolsas para dormir ni los mosquetones ni las clavijas. No había anoraks,ni siquiera bota para montaña y era necesario echar mano de las que usaban los obreros  en las fabricas, o los mineros de Pachuca y Real del Monte, Hidalgo. No había tiendas de campaña y los refugios naturales, como en el tiempo de las cavernas, eran las cuevas. Las rarezas eran de alguien que algo traía del extranjero.


Si se cayera en la tentación de subestimar este trabajo, desde la actualidad, del siglo veintiuno, piensese  que la técnica que aquí se nos ofrece fue la misma con la que conquistaron grandes montañas del planeta y se superaron escaladas de roca, nieve y hielo, hasta entonces consideradas como imposibles.


Otro libro de técnica alpina, de inmensurable valor intrínseco, para el escalador mexicano, y en general,que circuló en esa época en el país, fue la del español  Ernesto Mallafré y lleva por título Escalada.

Y otro, no menos valioso, y de más antigüedad, aunque de escasa circulación en México, Excursionismo, de José Ma. Có de Triola,  editado en 1916 por el Centre Excursionista de Catalunya. 























































































































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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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