Con el
hábito de la lectura se puede viajar a las estrellas o quedarse pegado al
suelo, si así lo decide el lector. Sin ese hábito no queda más que esperar que
vuelva amanecer hasta el último amanecer…
Tenía
diecisiete años de edad Aristóteles cuando
tocó las puertas de la Academia de Platón. Sabía exactamente nada de la
vida y de la cultura. Se puso a leer y llegó a ser, junto con Platón, dos de
los más grandes escritores de la Grecia antigua.
Sobre toda
la sabiduría de los Presocráticos, concibió la idea que un primer móvil, no movido,
es el origen de toda la creación. Si ese objeto tuviera la necesidad de ser movido,
entraría en el encadenamiento de la fenomenología que es la causa y el efecto, tanto
para el futuro y en especial hacia el tiempo anterior.
Una
consecuencia de movimientos que se pierden de vista en cualquier dirección que
miremos: “ese primer objeto móvil no debía tener necesidad de ser movido, de lo
contrario, podría preguntarse de dónde a su vez, procede su movimiento, y en
esa forma no sería el primero.”
Aristóteles
decía que el humano debía buscar ser inmortal: “No deben escucharse las
advertencias de quienes dicen que los
humanos deben pensar sólo en lo humano y
los mortales en lo mortal. Por el contrario, debemos esforzarnos, hasta donde
sea posible, por ser inmortales.”
Creía en la
divinidad y también se le tiene como el gran iniciador de la razón práctica, al
grado de considerársele el fundador de
la ciencia occidental, el creador de la metodología científica. Es el autor de
la Gran Ética: “Su influencia se ha desarrollado-dice uno de sus biógrafos-desde
la metodología científica por él creada a partir de la idea de la clasificación
y de la distinción que de ella se deriva entre el conocimiento empírico y
conocimiento especulativo...Llegó a realizar descubrimientos que
influyeron decisivamente en las ciencias
de los tiempos posteriores, sobre todo de la Edad Media y también de la época
moderna.”
Y, para que
no quede duda de lo anterior, el propio Aristóteles dice en el Capítulo XXXIV:
“La ciencia, o conocimiento científico, está relacionada con lo cognoscible, lo
cual intentamos conocer por medio de la demostración y el discurso razonado.”
Discurso razonado es lo que la filosofía de estos tiempos llama dialéctica.
Discurso razonado es lo que la filosofía de estos tiempos llama dialéctica.
El famoso “termino medio aristotélico” sería no quedar en medio, lejos de los extremos,
sino una especie de síntesis con respecto de la fenomenología y la
espiritualidad.
Su anhelo de
inmortalidad para los humanos sería no limitarse en el fenómeno sino
ejercitarse sin cesar en el conocimiento especulativo. Después de todo, decía, “lo que diferencia a los seres humanos de los
animales es el espíritu y la razón.”
Querer vivir,nada más, entre las estrellas, es abstraerse de la humanidad.Vivir, nada más pegado al suelo, es la abstracción de privarse de la espiritualidad. Tierra y cielo parecen ser la síntesis.
Querer vivir,nada más, entre las estrellas, es abstraerse de la humanidad.Vivir, nada más pegado al suelo, es la abstracción de privarse de la espiritualidad. Tierra y cielo parecen ser la síntesis.
Si bien,
antes de intentar ir hacia las estrellas, para decirlo metafóricamente, el
humano debe auto realizarse. Salir de la selva, evitar o superar lo subhumano: ” Los seres humanos deben convertirse en seres humanos. Ése es el destino que
les corresponde.”
Discernir,
por medio de la conquista de la razón, el abismo que significa el conocimiento del mundo, como Aristóteles
anhelaba, y no la dominación del mundo,
cómo se entiende en los tiempos modernos.
H.D.Thoreau se fue a vivir a los bosques para conocer el mundo empezando por conocerse a sí mismo. Una de sus frases dice: "Jamás hallé compañera más sociable que la soledad."
El alpinismo es tal vez la manera más práctica de ir de la sociedad a la soledad y viceversa.
Recuérdese que en su Paideia los griegos se afanaban por conocer, no tanto por tener. Es la diferencia de nuestros días que perseguimos el bienestar material y no el progreso cultural.
H.D.Thoreau se fue a vivir a los bosques para conocer el mundo empezando por conocerse a sí mismo. Una de sus frases dice: "Jamás hallé compañera más sociable que la soledad."
El alpinismo es tal vez la manera más práctica de ir de la sociedad a la soledad y viceversa.
Recuérdese que en su Paideia los griegos se afanaban por conocer, no tanto por tener. Es la diferencia de nuestros días que perseguimos el bienestar material y no el progreso cultural.
Para caminar
en esa dirección decía que era necesario vivir entre la gente, vivir la vida,
pero también alejarse de la boruca, de la filosofía de peluquería.
Lo decía de esta enigmática manera: “Cuanto más me encierro en mí mismo y más solitario me encuentro, más me enamoro del mito.”
Lo decía de esta enigmática manera: “Cuanto más me encierro en mí mismo y más solitario me encuentro, más me enamoro del mito.”
La lectura
para Aristóteles era una manera de ir al encuentro de ese metafórico mito.
Desde la edad de diecisiete años Aristóteles entró a la Academia de Platón y desde entonces empezó a leer.
W. Weischedel dice, en su obra Los filósofos entre bambalinas, que “tenía diecisiete años de edad, ingresó entonces a esa sociedad y permaneció en ella durante veinte años, aprendiendo, estudiando, discutiendo y, sobre todo, estudiando con una gran asiduidad los libros. Platón lo apodó el Lector.”
Desde la edad de diecisiete años Aristóteles entró a la Academia de Platón y desde entonces empezó a leer.
W. Weischedel dice, en su obra Los filósofos entre bambalinas, que “tenía diecisiete años de edad, ingresó entonces a esa sociedad y permaneció en ella durante veinte años, aprendiendo, estudiando, discutiendo y, sobre todo, estudiando con una gran asiduidad los libros. Platón lo apodó el Lector.”
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