CON SCHOPENHAUER EN BUSCA DE LA MORAL POR SÍ MISMA


Creer en la posibilidad de un mundo mejor parece ser la primera cosa a considerar para la condición moral.

Si no se tiene presente, si no se siente, la premisa de un mundo mejor, todo puede derivar, dice Kant, en puras tropillerias.(Crítica de la razón pura)

Y de la actuación individual se esparce en lo general y, más tarde o más temprano, hay que encerrarse en casita porque afuera el ambiente está viciado.

Ética, moral y virtud  se parecen a un sendero que remonta la vertiente de la montaña, cada una situada en diferentes cotas, según el orden señalado, a partir del valle.

La ética describe, la moral es salirme de mí mismo e ir hacia los otros, y la virtud es como un determinismo, se trae o se carece de ella. Como en el terreno de la poesía. No todos podemos ser poetas. Podemos escribir mil cuartillas en prosa pero ni una sola línea del poema. Imaginamos que aquí cabe eso de “viceversa”.

Quizá haya que empezar, para los que sienten cosquillas con las cosas de la moral, al revés, de lo general a lo individual.

A semejanza, como  hace el Índice Metropolitano de la Calidad del Aire, cuando declara la contingencia  ambiental. Alerta que se abstenga de hacer ejercicios al aire libre y, de ser posible, no salir de casa. Sus bronquios pueden quedar lesionados  o, incluso, morir en la calle, como hay numerosos ejemplos en el planeta que han sido ampliamente documentados por los medios de información masiva.

Y se pasa, del panorama general patológico, a las recomendaciones individuales de rigor: no fumar, no prender fogatas, cuide el escape de su automóvil, etc.

Precisamente, cuando escribimos esta nota, a las 8:57 a.m. del 4 de marzo del 2015, hay 168 puntos y se dan, por IMECA, estas recomendaciones para la parte noreste del Distrito Federal del Valle de México:

“Debido a la muy mala calidad del aire, en esta ocasión por concentración de partículas suspendidas, la población en general está en riesgo de presentar problemas de irritación en vías respiratorias, disminución de la función pulmonar y agudización de ataques de asma, entre otros….La ciudadanía debe, además, mantenerse atenta a la situación de los niños, adultos mayores y personas con enfermedades cardiovasculares o respiratorias (asma, bronquitis crónica y enfisema), pues con esta muy mala calidad ambiental sus síntomas pueden agravarse.”

Esa patológica calidad del aire no surgió de generación espontánea. Se fue gestando en lo particular, sea individual o industria, hasta que la suma de todo eso hizo muy difícil, o imposible, seguir viviendo bajo semejantes condiciones. Por recomendación médica algunos tienen que ir a vivir a lugares donde el aire sea de mejor calidad.

De manera análoga, muchos, o miles, o millones, buscan ir a vivir a países donde las constituciones políticas todavía  apoyan la práctica de sus leyes reglamentarias en valores esenciales.

Las constituciones políticas, de algunas repúblicas laicas,  no tuvieron la fortaleza suficiente para contener la descomposición social. Decían, pero no hacían. Lo que en filosofía se llama “idea operante” que es hacer lo que se dice o promete.
 
Dibujo tomado del diario español El País.
 No podemos generalizar porque, en alguna parte del planeta, debe haber repúblicas laicas que tiene sus cosas en orden. Pero lo que vemos en los diarios, de “todo el mundo”, es que hay impotencia para llevar las cosas dentro de la ética, la mora y la virtud.

¿Cuentos chinos eso de la moralidad? Para comprobarlo basta asomarse por la ventana. Varios países de  Indoamérica busca la manera de ir para los países del norte del continente (y hay un muro de mil kilómetros para contener esta avalancha), los del Cercano Oriente y África miran hacia el centro de Europa (y está la barrera acuática del Mediterráneo de por medio).

Hay en América una animadversión histórica hacia lo del norte, pero son numerosos los que  anhelan  vivir bajo la protección de sus leyes, principalmente, y su modo de vida en lo general. No todos abandonan sus países debido a la pobreza económica sino, sobre todo, para escapar de la inseguridad frente al hampa de sus lugares de origen.

”Mirad cual está ya el mundo”, escribió Baltasar Gracián, ese sabio español del siglo diecisiete, en uno de sus epigramas.

Estados, de los llamados del primer mundo,  juran sobre un libro sagrado para ellos y su actuación será conforme a la verdad universal (instancia incorruptible). Se buscará hacer efectiva la idea operante. Los países que así hacen todavía creen en la posibilidad de un mundo mejor donde sea posible reír, caminar sin miedo por la calle, estudiar, trabajar, tener hijos que habiten un planeta del progreso material sostenido por valores esenciales.

Jurar ante la asamblea laica parlamentaria (instancia mensurable) que se actuará bien es meterse en el juego de las relaciones de poder de esa asamblea (“o que la asamblea se lo demande”).El grupo hegemónico puede avalar como “buenas” aun las más obvias topillerias.

Para facilitar esas topillerias lo primero es desterrar cualquier alusión a la cuestión moral. Se pondera el laicismo pero el laicismo, valioso por sí, es una letra a la que hay que darle vida con las acciones consecuentes.

Las acciones de valor moral  son para Schopenhauer las únicas que se le pueden anteponer al egoísmo. El egoísmo es el apartarse de todo y el acaparar todo en beneficio propio. No tiene fin, dice este filósofo, el egoísmo es más grande que el universo.

Las acciones morales, en cambio, procuran el bien ajeno aun a costa propio. Por eso dice este pensador que la moral no se lleva bien con la razón: “Uno puede obrar de manera sumamente racional, o sea, reflexiva, prudente, consecuente, sistemática y metódicamente, y sin embargo seguir las máximas más interesadas, injustas y hasta infames.”(Parerga y paralipómena)

Y sin embargo para Schopenhauer la moral es sólo la mitad del camino en un esfuerzo por la práctica del bien común. La moral también puede corromperse. Hay un dicho, ya muy viejo, que reza: “Nadie resiste un cañonazo de cincuenta mil pesos.” El otro dicho, que complementa al anterior, es: “Ningún poderoso resiste cincuenta mil halagos”. Casi todos, dice Séneca, hasta los estoicos, acaban comprometiendo sus principios.

“Una obra racional no implica de ninguna manera honradez y altruismo”, dice Schopenhauer.

Y de la relación moral-razón: “La ética sólo se puede limitar a describir el fenómeno ético originario e intentar hallar su fundamento. Pero en modo alguno podrá prescribir  la moralidad, ni tampoco transmitirla o enseñar  a través de sistemas teóricos.”

Y, de lo que no se puede enseñar, vender, comprar o corromper: “La virtud no se enseña, no más que el genio: para ella el concepto es tan estéril como para el arte, y como este, tampoco en ellas puede utilizarse más que como instrumento. Por eso sería tan necio esperar que nuestros sistemas morales y nuestra éticas suscitaran hombres virtuosos, nobles y santos, como que nuestras estéticas crearán poetas, escultores y músicos.”


En Lecciones preliminares de filosofía, Manuel García Morente dice que las cosas, las montañas, los automóviles, no son buenas ni son malas:"Los calificativos morales no pueden predicarse de las cosas, que son indiferentes al bien y al mal.Lo único que es verdaderamente digno de ser llamado bueno o malo es el hombre."


"Una pistola es tan buena o tan mala como el hombre que la usa",dijo Alan ladd, al niño Joe, en la película Shane el desconocido.


Aquí es donde entra William James (filósofo y psicólogo estadounidense,que nos hace evocar bellos lirismos tanto de Emerson como de Thoreau) en nuestro rescate para sacarnos del derrotismo.Lo escribe en su obra La voluntad de creer.


Dice que le fe tiene una gran influencia sobre nuestras acciones: "así como nuestra fe en nuestra aptitud para saltar un arroyo nos hará más capaces de saltarlo,de igual manera si creemos que el mundo es bueno,será el mundo mejor por el simple hecho de creerlo nosotros así." (citado por Jean Wahl en Introducción a la filosofía)


Después de todo, si tengo la convicción,y soy congruente  con mis actitudes,esta vida puede ser,efectivamente, útil y bella.



SCHOPENHAUER

“Arthur Schopenhauer [Acerca de este sonido 'ʔatʰu:ɐ 'ʃo:pnhaʊɐ (?·i)] (Danzig, 22 de febrero de 1788Fráncfort del Meno, Reino de Prusia, 21 de septiembre de 1860) fue un filósofo alemán. Su filosofía, concebida esencialmente como un «pensar hasta el final» la filosofía de Kant, es deudora de Platón y Spinoza, sirviendo además como puente con la filosofía oriental, en especial con el budismo, el taoísmo y el vedanta.”Wikipedia


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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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