Creer en la
posibilidad de un mundo mejor parece ser la primera cosa a considerar para la
condición moral.
Si no se
tiene presente, si no se siente, la premisa de un mundo mejor, todo puede
derivar, dice Kant, en puras tropillerias.(Crítica
de la razón pura)
Y de la
actuación individual se esparce en lo general y, más tarde o más temprano, hay
que encerrarse en casita porque afuera el ambiente está viciado.
Ética, moral
y virtud se parecen a un sendero que
remonta la vertiente de la montaña, cada una situada en diferentes cotas, según
el orden señalado, a partir del valle.
La ética
describe, la moral es salirme de mí mismo e ir hacia los otros, y la virtud es
como un determinismo, se trae o se carece de ella. Como en el terreno de la
poesía. No todos podemos ser poetas. Podemos escribir mil cuartillas en prosa
pero ni una sola línea del poema. Imaginamos que aquí cabe eso de “viceversa”.
Quizá haya
que empezar, para los que sienten cosquillas con las cosas de la moral, al
revés, de lo general a lo individual.
A semejanza,
como hace el Índice Metropolitano de la
Calidad del Aire, cuando declara la contingencia ambiental. Alerta que se abstenga de hacer
ejercicios al aire libre y, de ser posible, no salir de casa. Sus bronquios
pueden quedar lesionados o, incluso, morir
en la calle, como hay numerosos ejemplos en el planeta que han sido ampliamente
documentados por los medios de información masiva.
Y se pasa, del panorama general patológico, a las
recomendaciones individuales de rigor: no fumar, no prender fogatas, cuide el
escape de su automóvil, etc.
Precisamente,
cuando escribimos esta nota, a las 8:57 a.m. del 4 de marzo del 2015, hay 168
puntos y se dan, por IMECA, estas recomendaciones para la parte noreste del
Distrito Federal del Valle de México:
“Debido
a la muy mala calidad del aire, en esta ocasión por concentración de partículas
suspendidas, la población en general está en riesgo de presentar problemas de
irritación en vías respiratorias, disminución de la función pulmonar y
agudización de ataques de asma, entre otros….La ciudadanía debe, además,
mantenerse atenta a la situación de los niños, adultos mayores y personas con
enfermedades cardiovasculares o respiratorias (asma, bronquitis crónica y
enfisema), pues con esta muy mala calidad ambiental sus síntomas pueden
agravarse.”
Esa
patológica calidad del aire no surgió de generación espontánea. Se fue gestando
en lo particular, sea individual o industria, hasta que la suma de todo eso
hizo muy difícil, o imposible, seguir viviendo bajo semejantes condiciones. Por
recomendación médica algunos tienen que ir a vivir a lugares donde el aire sea
de mejor calidad.
De
manera análoga, muchos, o miles, o millones, buscan ir a vivir a países donde
las constituciones políticas todavía apoyan la práctica de sus leyes reglamentarias
en valores esenciales.
Las
constituciones políticas, de algunas repúblicas laicas, no tuvieron la fortaleza suficiente para
contener la descomposición social. Decían, pero no hacían. Lo que en filosofía
se llama “idea operante” que es hacer lo que se dice o promete.
No podemos generalizar porque, en alguna parte
del planeta, debe haber repúblicas laicas que tiene sus cosas en orden. Pero lo
que vemos en los diarios, de “todo el mundo”, es que hay impotencia para llevar
las cosas dentro de la ética, la mora y la virtud.
¿Cuentos
chinos eso de la moralidad? Para comprobarlo basta asomarse por la ventana. Varios países de Indoamérica
busca la manera de ir para los países del norte del continente (y hay un muro
de mil kilómetros para contener esta avalancha), los del Cercano Oriente y
África miran hacia el centro de Europa (y está la barrera acuática del
Mediterráneo de por medio).
Hay
en América una animadversión histórica hacia lo del norte, pero son numerosos los que anhelan vivir bajo la protección de sus
leyes, principalmente, y su modo de vida en lo general. No todos abandonan sus
países debido a la pobreza económica sino, sobre todo, para escapar de la
inseguridad frente al hampa de sus lugares de origen.
”Mirad
cual está ya el mundo”, escribió Baltasar Gracián, ese sabio español del siglo
diecisiete, en uno de sus epigramas.
Estados,
de los llamados del primer mundo, juran
sobre un libro sagrado para ellos y su actuación será conforme a la verdad
universal (instancia incorruptible). Se buscará hacer efectiva la idea
operante. Los países que así hacen todavía creen en la posibilidad de un mundo
mejor donde sea posible reír, caminar sin miedo por la calle, estudiar, trabajar,
tener hijos que habiten un planeta del progreso material sostenido por valores
esenciales.
Jurar
ante la asamblea laica parlamentaria (instancia mensurable) que se actuará bien es
meterse en el juego de las relaciones de poder de esa asamblea (“o que la
asamblea se lo demande”).El grupo hegemónico puede avalar como “buenas” aun las
más obvias topillerias.
Para
facilitar esas topillerias lo primero es desterrar cualquier alusión a la
cuestión moral. Se pondera el laicismo pero el laicismo, valioso por sí, es una letra a
la que hay que darle vida con las acciones consecuentes.
Las
acciones de valor moral son para
Schopenhauer las únicas que se le pueden anteponer al egoísmo. El egoísmo es el
apartarse de todo y el acaparar todo en beneficio propio. No tiene fin, dice
este filósofo, el egoísmo es más grande que el universo.
Las acciones
morales, en cambio, procuran el bien ajeno aun a costa propio. Por eso dice
este pensador que la moral no se lleva bien con la razón: “Uno puede obrar de
manera sumamente racional, o sea, reflexiva, prudente, consecuente, sistemática
y metódicamente, y sin embargo seguir las máximas más interesadas, injustas y
hasta infames.”(Parerga y paralipómena)
Y sin
embargo para Schopenhauer la moral es sólo la mitad del camino en un esfuerzo
por la práctica del bien común. La moral también puede corromperse. Hay un dicho, ya muy viejo, que reza: “Nadie resiste un cañonazo de cincuenta
mil pesos.” El otro dicho, que complementa al anterior, es: “Ningún poderoso
resiste cincuenta mil halagos”. Casi todos, dice Séneca, hasta los estoicos,
acaban comprometiendo sus principios.
“Una obra
racional no implica de ninguna manera honradez y altruismo”, dice Schopenhauer.
Y de la
relación moral-razón: “La ética sólo se puede limitar a describir el fenómeno ético originario e intentar hallar su fundamento.
Pero en modo alguno podrá prescribir la moralidad, ni tampoco transmitirla o enseñar
a través de sistemas teóricos.”
Y, de lo que
no se puede enseñar, vender, comprar o corromper: “La virtud no se enseña, no
más que el genio: para ella el concepto es tan estéril como para el arte, y
como este, tampoco en ellas puede utilizarse más que como instrumento. Por eso
sería tan necio esperar que nuestros sistemas morales y nuestra éticas suscitaran
hombres virtuosos, nobles y santos, como que nuestras estéticas crearán poetas,
escultores y músicos.”
En Lecciones preliminares de filosofía, Manuel García Morente dice que las cosas, las montañas, los automóviles, no son buenas ni son malas:"Los calificativos morales no pueden predicarse de las cosas, que son indiferentes al bien y al mal.Lo único que es verdaderamente digno de ser llamado bueno o malo es el hombre."
"Una pistola es tan buena o tan mala como el hombre que la usa",dijo Alan ladd, al niño Joe, en la película Shane el desconocido.
Aquí es donde entra William James (filósofo y psicólogo estadounidense,que nos hace evocar bellos lirismos tanto de Emerson como de Thoreau) en nuestro rescate para sacarnos del derrotismo.Lo escribe en su obra La voluntad de creer.
Dice que le fe tiene una gran influencia sobre nuestras acciones: "así como nuestra fe en nuestra aptitud para saltar un arroyo nos hará más capaces de saltarlo,de igual manera si creemos que el mundo es bueno,será el mundo mejor por el simple hecho de creerlo nosotros así." (citado por Jean Wahl en Introducción a la filosofía)
Después de todo, si tengo la convicción,y soy congruente con mis actitudes,esta vida puede ser,efectivamente, útil y bella.
SCHOPENHAUER |
“Arthur Schopenhauer [ 'ʔatʰu:ɐ 'ʃo:pnhaʊɐ (?·i)] (Danzig, 22 de febrero de 1788 — Fráncfort del Meno, Reino de Prusia, 21 de septiembre de 1860) fue un filósofo alemán. Su filosofía, concebida esencialmente como un «pensar hasta el final» la filosofía de Kant, es deudora de Platón y Spinoza, sirviendo además como puente con la filosofía oriental, en especial con el budismo, el taoísmo y el vedanta.”Wikipedia
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