PLATÓN CONTRA LAS RELACIONES CAÓTICAS




Relaciones reguladas, no caóticas.

Como el niño que nace en un vuelo aéreo, así   somos en la cultura occidental. Nace en el cielo, entre las nubes, en el avión y ahora llega a la tierra.

El niño es llevado al templo, lo bautizan y de ese modo empieza a vivir en la teología. Por el ritual se va percatando que la vida se extiende más allá del tiempo y del espacio. Una institución respetable, la Iglesia, lo asegura. A la vez debe de aprender a caminar en la Tierra, en la que está eventualmente, mientras llega el tiempo de volver al cielo.

El niño que nació en la Tierra, en cambio, debe aprender en la laicidad, en la filosofía, en el empirismo. Otra institución respetable, la Universidad, le enseña este modo de vivir.

Ahora debe investigar cosas de la vida del cielo. Los mejores espíritus laicos así han hecho. Sienten que no pueden negar lo que  desconocen.

Una frase de Hegel se les atraviesa en el camino y dice que “Nada existe en aislamiento. Todo está relacionado”. Vivir nada más entre las nubes es una abstracción. Pero  vivir nada más en la Tierra es de igual manera otra abstracción.

 Al menos mil pensadores, de primera línea, en el campo de la filosofía, han escrito interesantes teorías mecanicistas de la vida. Tal es el caso de Locke, Hume y, antes, entre los antiguos, Epicuro, Demócrito, Lucrecio…Y, otros mil pensadores, de cosas de lo mediato, de la trascendencia.

Así es como tenemos  el mundo de las ideas dividido en dos. Situación envidiable porque disentir es la condición, casi la exigencia, perfecta para el ejercicio de la libertad de pensamiento. Mejor dicho, la libertad de expresión. Donde no hay libertad sólo se piensa, no se dice.

Sólo que defendiendo cada uno su trinchera perdió de vista la síntesis, que es la totalidad. Y la totalidad, que es la vida, se quedó en la abstracción.

De alguna manera se tiene intuición en las relaciones reguladas, en la  totalidad, pero es mi interés, según cree Fichte, el que me hace inclinarme a un lado o al otro y es cuando se da la abstracción.

O soy del bando de los idealistas o me decido por el bando de los dogmáticos. Este filósofo nos describe todo el alboroto que se hace cuando uno y otro pierden de vista la totalidad “El dogmático se excita, revuelve  y perseguirá, si tiene poder para ello. El idealista es frío y está en peligro de hacer mofa del dogmático.”( J.G.Fichte, El destino del hombre)
EL EJERCICIO INTELECTUAL DE LAS ABSTRACCIONES
SUELE ACABAR ASÍ.

Dibujo tomado del libro La psiquiatría en la vida diaria,
de Fritz Redlich, 1968

La totalidad, la integridad o, como ahora se  dice, la solidaridad, es el reto a vencer de la intuición, de la inteligencia, sobre la naturaleza. Porque el que yo me decida por un bando o por el otro, es eso, pura naturaleza. Puro interés de mi naturaleza.

 Según Spinoza, mi interés está en la esencia de mi naturaleza: “El deseo de la naturaleza misma o la esencia de cada uno difiere del deseo del otro, tanto como la naturaleza o esencia del uno difiere de la esencia del otro.” (B. Spinoza, Ética)

Apertrechados en nuestras respectivas trincheras, los hombres, pues, defendemos nuestros legítimos intereses y otros los absurdos solipsismos. Perdiendo de vista las relaciones reguladas y nos vamos por las relaciones caóticas.

 Fue cuando aparecieron otros pensadores tendiendo puentes entre las ya, al parecer, irreconciliables abstracciones. Platón, y en tiempos modernos, Bergson. Lo que ahora conocemos como ecumenismo en religiones, desde  la antigüedad se le llamaba relaciones, en filosofía.

 Jean Wahl, pensador marsellés del siglo veinte, no  anda con rodeos y dice que uno de los peores momentos que ha tenido el mundo de las letras son las etiquetas de idealismo, materialismo, racionalismo, empirismo o de otras mil maneras como se les llame para justificar mi interés y aumentar la distancia.

Y pasa a reconocer la labor de Bergson: “Pocos filósofos han tenido como Bergson la audacia de trazar el desarrollo de la vida en su integridad; al menos, pocos filósofos han intentado hacerlo dentro del periodo contemporáneo.”

Empero, al parecer los intereses legítimos, los egoísmos y los solipsismos, viene desde muy lejos. Wahl mismo se refiere a Platón:

 “La totalidad de la filosofía de Platón puede considerarse como un gran intento de justificar y explicar el que el espíritu humano ponga relaciones…La teoría de las relaciones  de Platón debe considerarse, pues, como una teoría de relaciones reguladas, opuestas no menos a las relaciones caóticas.”Introducción a la filosofía, Cap. XIII)

 
PLATÓN

 “Platón[n. 1] (en griego antiguo: Πλάτων) (Atenas o Egina,[1] ca. 427-347 a. C.)[2] fue un filósofo griego seguidor de Sócrates[n. 2] y maestro de Aristóteles.[3] En 387 fundó la Academia,[4] institución que continuaría su marcha a lo largo de más de novecientos años[n. 3] y a la que Aristóteles acudiría desde Estagira a estudiar filosofía alrededor del 367, compartiendo, de este modo, unos veinte años de amistad y trabajo con su maestro.[n. 4] Platón participó activamente en la enseñanza de la Academia y escribió, siempre en forma de diálogo, sobre los más diversos temas, tales como filosofía política, ética, psicología, antropología filosófica, epistemología, gnoseología, metafísica, cosmogonía, cosmología, filosofía del lenguaje y filosofía de la educación; intentó también plasmar en un Estado real su original teoría política,”



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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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