Algunos escaladores ya no regresaron.
A otros nos fue negado acabar en el
contexto que dicen los poetas y descendimos al valle donde hay muchas voces,
demasiada prisa y casi todo está lleno de virtualidades que parecen realidades.
Y crueldades que están lejos de ser virtualidades.
No tuvimos otra que seguir viviendo
con nuestro particular yo. O, como dice
una película norteamericana, con mi yo y mi otros yos. Los cercanos, los
lejanos. Y los yos remotos que ya no
existen pero que están grabados en la memoria.
Por la calzada México-Tacuba, lado
norte de la Alameda Central, van miles de personas celebrando los 400 años del
nacimiento de Shakespeare. Por avenida Juárez, lado sur de la misma Alameda,
desfilan al mismo tiempo otros miles de individuos que festejan, con pancartas, los 400 años del nacimiento de
Miguel de Cervantes Saavedra. Estos
remotísimas autores están indelebles y más frescos y cercanos que algunos de
mis compañeros que vivimos en la misma ciudad.
“Conmovedor -dice un espectador que,
parado en la esquina de Balderas, ve la interminable columna-. Conmovedor que
en un país en el que se leen tres libros de cultura al año, como promedio, según
cifras oficiales, tantos conozcan a Cervantes y a Shakespeare…
Como sea, mi yo tiene conciencia de
su soledad, de su particularidad, porque hay otros yos, que están en su yo,
pero, más o menos, también en mi yo.
Esa “realidad radical”, como le llama
Ortega, que “significa estricta y exclusivamente, la de cada cual, es decir,
siempre y sólo la mía, cada uno con su mundo.”
Esos mundos están unos más cerca de
mí y otros gradualmente retirados como, pone ejemplo Ortega, las quemadas de
primer grado, segundo y tercero.
En mi vida, entonces, hay una
realidad de muchas vidas. Unas contrastadas y otras desdibujadas. Como los vecinos
de la calle donde vivo y que saludo de paso desde hace treinta años pero que no
sé siquiera cómo se llaman.
Dibujo tomado del libro La psiquiatría en la vida diaria de Fritz Redlich, 1968 |
No llega a la media docena los compañeros
más cercanos con los que me ato a la cuerda para emprender la escalada, o
vagabundear por los altos bosques, entre rocas, valles y cañadas. Vamos por la misma ruta y vamos hacia la misma cumbre pero,
cada quien va por una ruta distinta y hacia una cumbre distinta…
Hasta las personas y situaciones de
la televisión tan virtuales y de dimensión, de no más de un milímetro,
desaparecerán cuando apague la imagen. El equipo de futbol que nunca veré personalmente, que sigo todos los domingos, y que es de un continente que tampoco jamás veré.
Todo eso me hace caer en la cuenta
que: “a la realidad radical que es mi vida pertenece contener dentro de sí
muchas realidades de segundo orden o presuntas, lo cual abre a mi vida un campo enorme de realidades distintas de
ella misma.”
¿No está, acaso, el espacio cósmico
en nosotros mismos?- Novalis
Vivo en la interpretación que del
mundo hacen los medios de información masiva. De la ciencia con sus verdades de
última hora y que mañana serán obsoletas, por haberse superado, o avanzado y vendrán otras verdades.
De la siempre optimista, marcadamente optimista, retórica de los políticos que
utilizan hasta el último día en que felizmente, ¡por fin”, llegué el relevo.
Parece que vivimos pero en realidad
no vivimos:
“No vivimos efectivamente nuestro auténtico
vivir.” (José Ortega y Gasset, El hombre
y la gente)
Estamos en el mundo que otros han
inventado para nosotros. Le llaman los filósofos “eclecticismo disolvente” a
ese modo de vivir en sociedad, o “eclecticismo abandonado a fuerzas diversas”,
los sociólogos, al no contar con un punto de apoyo propio, original.
Es la idea que Ortega propone en esta nota.
Reencontrarse. ¡Pero eso sólo lejos de la boruca es posible!
El mundo moderno es el de la
información. Pero lo que tenemos es sobreinformación que disuelve la cordura y
nos hace refugiarnos en los paraísos artificiales o en las patologías que
recuerdan al Alzheimer o en metas inalcanzables como enamorarme de Marilyn
Monroe (si pudiera alcanzarla inventaría otra más inalcanzable como ir pedaleando
en bicicleta de la Tierra a la Luna)
Una de las pruebas que en su vida
tuvo que señalar Omar Kayam fue la que se conoce como “las dos puertas”. Detrás
de una de ellas estaba la joya del sultán. Si fallaba, moría. En la de la derecha,
dijo, acertó y siguió viviendo.
A eso se refiere Ortega. Cada uno de
nosotros tiene enfrente dos puertas. En una está la soledad terapéutica y en
otra la soledad patológica:
“En la soledad el hombre es su verdad.
En la realidad autentica del humano va incluido el deber de la frecuente
retirada al fondo solitario de sí mismo.”
Ortega |
“José Ortega y Gasset (Madrid, 9 de
mayo de 1883 – ibídem, 18 de octubre de 1955) fue un filósofo y ensayista
español, exponente principal de la teoría del perspectivismo y de la razón
vital (raciovitalismo) e histórica, situado en el movimiento del
Novecentismo.”WIKIPEDIA
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