FICINO, PLATONISMO RENACENSTISTA
Ficino dedicó su vida al conocimiento de la obra de Platón.
Un hombre de letras del siglo quince (1433-1499).Se hizo sacerdote y llegó a ser canónigo de la catedral de Florencia. Su obra principal literaria fue Teología platónica. Desempeñó un papel importante en la fundación de la Academia  Platónica de Florencia.
El tema principal de Teología platónica, escrita  hacia 1474, es la inmortalidad del alma. Tres décadas más tarde-dice Kristeller-la inmortalidad del alma sería dogma de la Iglesia:
“La doctrina de Ficino de la inmortalidad, y sus argumento para ella, dejaron profunda huella en mucho pensadores de siglo XVI, y puede muy bien deberse a su influencia indirecta de que la inmortalidad de alma haya sido formalmente pronunciada como dogma de la Iglesia Católica en el Concilio Laterano de 1512.”
Paul Kristeller, Ocho filósofos del Renacimiento italiano
El alma, otro tema central del pensamiento de Ficino, como metafísico, es una presencia intermedia entre el individuo y Dios.
Y como pensador seglar, Ficino ve  a la filosofía como un ejercicio para llegar a la teología. No es que hipostasie aquella para enaltecer esta, como muchos hacen. Esa no es  la idea de Ficino, pero de alguna manera hay que ejercitarse desde la fenomenología para seguir en la búsqueda de valores que trasciendan.
“En cuanto a la relación entre religión y filosofía, Ficino está convencido de que la verdadera religión, es decir, el cristianismo, y la verdadera filosofía, es decir, el platonismo, están en armonía básica la una con la otra y se inclina a tratarlas como hermanas, en lugar de tratar de subordinar una a la otra.”
Platón ha sido estudiado a profundidad, así como denostado desde una crítica ligera o sectaria durante casi veinticinco siglos. Pero sigue ahí, como filosofía viva o, como suele señalársele, como filosofía perenne. Buscando siempre  el camino hacia la sinrazón desde la razón:
“Porque aquellos que no se guíen por la fe sola, pueden ser guiados hacia la verdad sólo a través de la razón y la más perfecta filosofía.”
Ficino nunca pretendió ser el inventor de la inmortalidad del alma. Pero la filosofía de  periódico no dejó pasar la oportunidad de que Ficino escribió eso antes que la Iglesia.
Esto viene desde Platón que la intuye y, siglos más tarde, de Jesús que la declara: “Hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso”.
Y en los siglos anteriores a Ficino  el tema fue frecuentado desde los más diversos ángulos de teólogos y filósofos. Kristeller:
“es verdad que la inmortalidad del alma ha sido defendida por Platón y Plotino, por San Agustín y muchos otros escritores cristianos, y que Ficino tomó muchos argumentos específicos de estos predecesores.”
 
Ficino
“Marsilio Ficino (Figline Valdarno, Florencia, 19 de octubre de 1433, - Careggi, Florencia, 1 de octubre de 1499) fue un sacerdote católico, filólogo, médico y filósofo renacentista italiano, protegido de Cosme de Médicis y de sus sucesores, incluyendo Lorenzo de Médici (llamado "el Magnífico"), fue además el artífice ...”wikipedia

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 





 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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