PARMÉNIDES, LA OTRA REALIDAD

La fe y la razón están en todas partes, ahí donde haya un ser humano.

No  necesitan caballo, camello, burro, barco o avión para ser llevadas y traídas a través de los tiempos y los continentes.

Lo mismo en el Partenón que en la cueva de la sierra tarahumara, la choza de los ranqueles, en Pepita Jiménez de Juan Varela que en el pillete malhablado Huckleberry Finn.

Fe y razón se van a desarrollar según la circunstancia en las que viva el individuo. Esto para recordar a Ortega y Gasset.

Gira el huracán sobre las arenas del desierto en tanto su centro permanece estático. Podría ser una alegoría del olin, que representa, mediante el glifo olin, el movimiento tanto lo material  como lo  espiritual, toda la simbología de la cultura náhuatl.

 El olin náhuatl recuerda, en parte,  la Decadencia de occidente, de O. Spengler, con su concepción de la historia humana de ciclos que se repiten cada cierta cantidad de siglos.

El eterno fluir, y la permanencia, que tanto ha ocupado la mente de los filósofos de todos los tiempos de la cultura occidental.

En la cronovisión-religiosa del México precristiano una era, un sol, dura varios siglos y termina para dar comienzo a otra era. Un apocalipsis y una nueva  creación se van mordiendo la cola, eternamente, como vemos allá “arriba”, en la Vía Láctea.

Vemos en las noches los que cruzamos el desierto, y que desconocen los habitantes de las ciudades en donde sólo hay semáforos.

Cuatro soles que giran en derredor del “vacío”, vacío de átomos, el Quinto Sol, Tezcatlipoca, dios supremo del cielo náhuatl. El implícito marcado, rodeado, por los cuatro soles. La permanencia sólo representada por el “vació”.
Olin
Glifo teotihuacano
del movimiento(extremos)
y lo permanente(centro).

La permanencia  representada, no atómica, en el centro del constante hacerse y rehacerse de lo material que tanto gustaba al anarquista  D. H. Lawrence.

Tezcatlipoca tiene muchos nombres y muchas representaciones que marcan el movimiento, el quehacer, entre los humanos, pero también la no- imagen de la permanencia. Es el Ser fuera del tiempo y del espacio.

El olín náhuatl recuerda la filosofía tomista de acto y potencia: "todo devenir presupone una sustancia que deviene, un ser pleno. Por eso Dios, plenitud del ser, es también plenitud de actividad."
(I.M.Bochenski, La filosofía actual)

Aproximadamente por el mismo tiempo, varios siglos antes de Cristo, los filósofos griegos, Heráclito y Parménides, llegaban a parecidas consideraciones respecto del cambio y lo permanente, que tanto se parecen a nuestra leyenda de los soles teotihuacanos.

Guthrie apunta que Heráclito observaba un constante cambio en la materia, lo que daría pie para la actividad científica y para la idea desconcertante de Berkeley  que la materia no existe.

Se tardó mucho el mundo en entender que no existe de manera estable. ¡Que no es definitivamente cierto lo que ayer era cierto!

Kristeller: “la ciencia natural tiene  sus cambios y revoluciones, y lo que perecía ser la última palabra hace poco, de pronto aparece anticuado y deja el espacio a una concepción bastante diferente.”

Paul Kristeller, Ocho filósofos del Renacimiento italiano, Cap. VI.

Guthrie dice que “Los heracliteanos sostenían que en el mundo del espacio y el tiempo todo estaba en perpetua fluencia. El cambio ni por un momento dejaba de producirse, y nada era la misma cosa en dos instantes consecutivos. La consecuencia de esta doctrina era que no podía haber conocimiento de este mundo, pues nadie puede decir  que ha conocido algo que en este momento es diferente de lo que era hace un instante.”
W. K. C. Guthrie, Los filósofos griegos, Fondo de Cultura Económica,México,2014.

Estas teorías  que parecen ideas “locas” de gente que en vez de ir a trabajar en el campo, o en la fábrica, se la pasa pensando, son los que testimonian entre nosotros lo esencial en el mundo cambiante.

Tan cambiante que muchos pensadores han apartado su vista del progreso continuo de la humanidad de trabajo, fe y esperanza, para detenerse en otro tipo de progreso que quizá podríamos llamar inmediato o fáctico.

Al respecto Kristeller, en el contexto de los filósofos renacentistas, apunta lo siguiente, refiriéndose a nuestros tiempos modernos: “nuestra edad cínica ha perdido esta fe feliz  en el progreso continuo y, por así decir, inevitable. El único progreso inevitable parece ser tecnológico…”

Otra objetivación de las “antiguas” teorías de lo estable y lo moviente, en nuestros días, es esa actividad que desempeñan las iglesias cristianas, tanto católicas, ortodoxas y protestantes, en África, en el Medio Oriente y en América, buscando auxiliar a esos millones de desplazados que van huyendo de la miseria, la inseguridad social y la guerra, de sus lugares hacia otros países o continentes. Dentro del tiovivo, de su desgraciada circunstancia, buscan lo permanente.

Una más: En 90 años, del siglo diecinueve, México tuvo 54 presidentes(varios repetían).No llegaban a los dos años y eran desplazados por otra revolución. Tan absurda  inestabilidad hizo que los mexicanos buscaran la estabilidad, unos en las monarquías de Europa y otros en el federalismo de Estados Unidos. Ambos bandos erraron en culparse uno  al otro. Ellos sólo buscaban alejarse del caos.El culpable era el individuo ambicioso que sacrificaba todo para satisfacer su personal ambición. En una de sus cartas, Cicerón le dice así a su amigo Ático, refiriéndose a Cesar: "Es una guerra civil, surgida no de la división entre ciudadanos sino de la audacia de un individuo depravado."

Tenemos a los pitagóricos desarrollando las matemáticas, entre lo filósofos griegos de la antigüedad y, más o menos al mismo tiempo, a los olmecas en el sureste del México precristiano descubriendo el cero y la posición numeral más antigua descubierto hasta esta fecha del siglo veintiuno (ver en este mismo blog Matemáticas prehispánicas, de Garcés, editado por  el Instituto Politécnico Nacional).

Los parmedianos,  por su lado, dice Guthrie,buscaban otra clase de realidad. Como los teotihuacanos con el Quinto Sol, una realidad fuera del tiempo, el vacío atómico y el espacio:
Círculo antiguo de origen griego.
Lo permanente en el centro.
Los brazos externos marcan lo contingente.

“El conocimiento requiere un objeto permanente que pueda ser conocido…Parménides había dicho que esa realidad permanente existe, y que sólo puede ser descubierta  por la actividad de la mente, completamente aparte de la actividad de los sentidos. El objeto del conocimiento tiene que ser inmutable y eterno, libre del tiempo y del cambio, en tanto que los sentidos sólo nos ponen en contacto con lo mudable y perecedero."
Parménides

"Parménides de Elea (en griego Παρμενίδης ὁ Ἐλεάτης) fue un filósofo griego. Nació entre el 530 a. C. y el 515 a. C.* 1 en la ciudad de Elea, colonia griega del sur de Magna Grecia (Italia). Parménides escribió una sola obra: un poema filosófico en verso épico del cual nos han llegado únicamente algunos fragmentos conservados en citas de otros autores. Los especialistas consideran que la integridad de lo que conservamos es notablemente mayor en comparación con lo que nos ha llegado de las obras de casi todos los restantes filósofos presocráticos, y por ello su doctrina puede ser reconstruida con mayor precisión.” wikipedia


 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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